LYNETTEMe congelo de manera inmediata, en especial porque esta gente no parece ser lo que esperaba, en cuanto las palabras de Brent, brotan de su garganta deslizándose por sus labios como agua, sus rostros parecen distorsionarse de manera inusual, es como si ahora, miles de pares de ojos estuvieran solo sobre mí. Hay juicio en sus miradas, odio y hasta cierta repulsión con solo estar compartiendo el mismo aire conmigo. El padre de Brentt se marcha lanzándole dagas de fuego por los ojos, y él se queda estático, quiero ir con mis hijos, sin embargo, su padre les dice que se los lleven y él tira de mi brazo con cautela, volteo a verlo, abro la boca para cuestionarlo, no obstante, sus ojos van en dirección de un mujer hermosa, alta, de cabello castaño y ojos azules, quien va ataviada con un vestido entallado color rojo sangre, ligeros diamantes adornan la parte de su escote en forma de corazón, y no puedo evitar sentirme incluso un poco intimidada. Ella es mil veces más hermosa que yo,
LYNETTECuando miro a Brentt, me aparto instintivamente de Zair, recordando las cláusulas del trato y deseando que no vaya a malinterpretar esta situación. —Brentt —arguyo.Sus ojos se anclan en mí, me observa con estudiado recelo hasta que con la mirada comprendo que quiere que me coloque a su lado, trato de mantener la calma, aliso la falda de mi vestido y voy hacia él, en cuanto lo hago, rodea mi cintura baja con una mano atrayéndome hacia su cuerpo. La mejillas me arden y mi corazón no deja de latir con fuerza, es cuando me doy cuenta de que mi ataque de pánico ha llegado a su fin. —Él es Zair Kaegan, el doctor que me atendió después del parto —trato de explicar—. También un viejo amigo de mis años escolares. Me quedo en silencio un par de segundos antes de seguir con las presentaciones. —Zair, él es… —le miro y trago grueso—. Mi marido y padre de mis hijos, Brent White. La hostilidad que hay entre los dos es insaciable, si las miradas mataran, ellos ya estarían más que muert
LYNETTEMis mejillas arden cuando me doy cuenta de que estoy completamente desnuda ante el padre de mis hijos, quien me mira de arriba abajo sin ningúna expresión en su rostro, trato de pensar en qué piensa pero sinceramente agarro rápido la toalla y cubro mi cuerpo desnudo. —No hay nada interesante que ver —espeta de repente. Me muerdo el labio inferior, ¿quién se cree para decirme esas cosas? Intento pensar con claridad, aunque mi cuerpo sigue temblando ante la idea de que sea el segundo hombre en la vida que me ha visto desnuda. —¿Qué haces aquí? —aclaro mi garganta cuando recupero la voz. —Solo vine a informarte algo —su actitud cambia a una más hostil. Bajo la mirada, recordando que no estoy frente a cualquier hombre, sino, a uno que es el líder de una de las mafias más peligrosas que he investigado, hay en el mundo. —¿No puedes esperar a que me cambie? —pregunto con cautela. —No —es rotundo. Me le quedo viendo solo un par de segundos hasta que asiento lento. Él recarga s
BRENTTSEMANAS ANTES… Miro a toda la multitud de mafiosos que me alaban y me vitorean al ser proclamado como su nuevo Capo, desde pequeño me han criado así, desde a muy corta edad he sabido el destino que me esperaba, no porque mi padre me lo dijera y confirmara al ser mayor de edad, sino, porque siempre fui muy observador, me di cuenta de que así como respetaban a mi padre y lo alababan, bajaban la mirada cada que el pasaba e imponía miedo con solo su presencia silenciosa, algún día sería mi turno. Para esto le entrené tanto tiempo, para este día en el que ahora, como líder de la mafia italiana, podía manejarla a mi antojo, y una de las cosas que voy a hacer es derrocar a la orden, después de todo, así como se es líder por elección, soy desconfiado hasta de mi propia sombra, no solo se trata de estar en el radar de la pirámide y de ser el primer enemigo proclamado de la mafia rusa y turca, sino, que ahora mis hijos y Lynette, son como un enorme letrero de luces que en cualquier mom
BRENTTLa nana que cuida de mis hijos es una de las mujeres más letales y peligrosas de la mafia italiana, es a lo que solemos llamar una Husall, una mujer que nació para asesinar, son entrenadas desde muy pequeñas para matar a todo aquel que se quiera acercar a la persona a la que son designadas, en este caso mis hijos, incluso dan su vida por ellos y no tienen permitido a morir en ninguna circunstancia, hasta que mantengan con vida a sus amos.Conocen mejor que nadie este mundo, su diario personal es el libro negro, donde están los nombres de todos los mafiosos de cualquier organización que tenga el perfil más asesino, los estudian para al crecer, si estos intentan matar a sus dueños, estar conscientes de sus habilidades y tomar ventaja si se presenta la ocasión de una batalla. Es por ello que le confío a mis hijos, ella sube a los bebés, dos hombres ayudan con el equipaje, hace dos horas que llegamos a la que será casa de ellos y de su madre por un tiempo. Le he mostrado a Lynette
LYNETTECuando entramos a la fiesta, mi mente no deja de dar vueltas a lo mismo, el que Brentt hubiera estado a punto de besarme, y que luego dijera el mismo nombre que susurraba cuando lo encontré teniendo un mal sueño aquella vez, hace que me dé un sinsabor en la boca, porque no me ve a mí, sino, a la tal Ariella, me pregunto quién es de su pasado, aunque la respuesta me lleva a lo mismo, y es que debe ser alguien demasiado importante, alguien que le sigue causando una herida, ya que al verme, pese a que sus ojos eran vacíos, había una fractura, un destello de dolor. Ahora que no deja de presentarme a personas, él evita mirarme, y cuando se digna a hacerlo, es para mostrarme ese mismo rostro en blanco y sin emociones que me regala cada que se da cuenta de mi existencia, el único momento en el que lo he visto con ojos llenos de amor incondicional, es al ver a nuestros hijos. —Tienes una esposa muy hermosa —arguye un anciano que no deja de mirar mis pechos, lo que hace que me aferre
LYNETTEClavo las uñas sobre el cuero del sofá, encendí las luces para que de esa forma pudiera reconocer el sitio, se trata de una biblioteca, una en la que todos los libros parecen ser más viejos que la construcción. Intento respirar hondo, hago un conteo mental de los daños, de cada cosa hasta que por fin, logro tranquilizarme. Los latidos de mi corazón se estabilizan y me parece que todo vuelve a la normalidad. Me pongo de pie, las piernas ya me reaccionan, camino de un lado y ahora comienzo a pensar que debo de estar demente, bailé, no solo con el Capo de la mafia italiana, sino, que permití que me besara frente a todos quienes lo adoran. Debo estar mal de la cabeza, y ahora me ha encerrado aquí, sin razón alguna, ha pasado una hora y nadie se ha atrevido a venir, odio estar en un sitio donde no pueda tener toda la libertad que necesito. Pensar en el beso que nos dimos, tampoco me ayuda mucho, y es por ello que comienzo a ver los enormes tomos de libros que guardan ahí, dándome
LYNETTESon las dos de la mañana y dejo a mis hijos dormidos en el cunero, hace una hora que estuvieron inquietos, llorando, los alimenté, estoy a nada de volver a mi habitación y tratar de conciliar el sueño, cuando la puerta se abre de la nada, dándole paso a un Brentt con ojos como llamaradas. Me es imposible sostenerle la mirada, le indico en silencio que no hable por los gemelos, sus hombros se relajan. Pasa de largo junto a mí, imaginarlo con Yara sobre sus piernas, hace que sienta una punzada extraña en el pecho. Mientras me dirijo a la puerta, le miro de soslayo, acaricia a nuestros hijos y salgo abrazándome a mí misma, entro a la habitación, antes de que pueda cerrar, él me lo impide. —¿Puedo saber por qué te has ido? —me reclama. Él huele a perfume de mujer, es lo único que pienso. —Estaba cansada, tuve un ataque de… —Si te pido que te quedes en un lugar, lo haces y ya —espeta sin darme tiempo de decir algo más. Me quedo callada y él me sostiene la mirada, eso es lo qu