LYNETTECuando entramos a la fiesta, mi mente no deja de dar vueltas a lo mismo, el que Brentt hubiera estado a punto de besarme, y que luego dijera el mismo nombre que susurraba cuando lo encontré teniendo un mal sueño aquella vez, hace que me dé un sinsabor en la boca, porque no me ve a mí, sino, a la tal Ariella, me pregunto quién es de su pasado, aunque la respuesta me lleva a lo mismo, y es que debe ser alguien demasiado importante, alguien que le sigue causando una herida, ya que al verme, pese a que sus ojos eran vacíos, había una fractura, un destello de dolor. Ahora que no deja de presentarme a personas, él evita mirarme, y cuando se digna a hacerlo, es para mostrarme ese mismo rostro en blanco y sin emociones que me regala cada que se da cuenta de mi existencia, el único momento en el que lo he visto con ojos llenos de amor incondicional, es al ver a nuestros hijos. —Tienes una esposa muy hermosa —arguye un anciano que no deja de mirar mis pechos, lo que hace que me aferre
LYNETTEClavo las uñas sobre el cuero del sofá, encendí las luces para que de esa forma pudiera reconocer el sitio, se trata de una biblioteca, una en la que todos los libros parecen ser más viejos que la construcción. Intento respirar hondo, hago un conteo mental de los daños, de cada cosa hasta que por fin, logro tranquilizarme. Los latidos de mi corazón se estabilizan y me parece que todo vuelve a la normalidad. Me pongo de pie, las piernas ya me reaccionan, camino de un lado y ahora comienzo a pensar que debo de estar demente, bailé, no solo con el Capo de la mafia italiana, sino, que permití que me besara frente a todos quienes lo adoran. Debo estar mal de la cabeza, y ahora me ha encerrado aquí, sin razón alguna, ha pasado una hora y nadie se ha atrevido a venir, odio estar en un sitio donde no pueda tener toda la libertad que necesito. Pensar en el beso que nos dimos, tampoco me ayuda mucho, y es por ello que comienzo a ver los enormes tomos de libros que guardan ahí, dándome
LYNETTESon las dos de la mañana y dejo a mis hijos dormidos en el cunero, hace una hora que estuvieron inquietos, llorando, los alimenté, estoy a nada de volver a mi habitación y tratar de conciliar el sueño, cuando la puerta se abre de la nada, dándole paso a un Brentt con ojos como llamaradas. Me es imposible sostenerle la mirada, le indico en silencio que no hable por los gemelos, sus hombros se relajan. Pasa de largo junto a mí, imaginarlo con Yara sobre sus piernas, hace que sienta una punzada extraña en el pecho. Mientras me dirijo a la puerta, le miro de soslayo, acaricia a nuestros hijos y salgo abrazándome a mí misma, entro a la habitación, antes de que pueda cerrar, él me lo impide. —¿Puedo saber por qué te has ido? —me reclama. Él huele a perfume de mujer, es lo único que pienso. —Estaba cansada, tuve un ataque de… —Si te pido que te quedes en un lugar, lo haces y ya —espeta sin darme tiempo de decir algo más. Me quedo callada y él me sostiene la mirada, eso es lo qu
NARRADOR OMNISCIENTEBajo el cielo estrellado, la densa neblina a causa de la helada, cubre las calles en donde él se encuentra en su estudio, un cuarto cubierto de fotos de la familia White, añadiendo tres más a la colección, las fotos de Lynette Finn, y sus hijos, se añade junto a la lista con sus nombres completos. Piensa detenidamente en los pasos que está por tomar, no va a ser cosa sencilla, pero sabe que es la única manera de hacerlo, quisiera que fuera de otro modo, uno en donde nadie salga lastimado, pero sabe que cuando se trata de una guerra entre mafias, no perdonan, e incluso si se trata de que la sangre derramada venga de inocentes criaturas que tiene como único pecado, tener como padre al líder de una de las organizaciones más violentas de todos los tiempos. —Falta poco —se dice a sí mismo bajo la luz de lámpara que hace que se le ensombrezca más el rostro. Clava su mirada en una foto en específico, una, donde está Lynette arrullando a sus dos pequeños, uno en cada br
LYNETTEHan pasado dos días desde el suceso con Brentt, no hemos cruzado una sola palabra, mucho mejor para mí, me hace regresar a la realidad y romper la burbuja rosa en la que me había metido yo sola, para concentrarme en la única cosa que me importa ahora; mis hijos. Es increíble cómo es que crecen tan rápido. Por otra parte, apenas y nos vemos o miramos, cuando se le ocurre la grandiosa idea de que comamos en la misma mesa, evita mirarme a toda costa como yo, de seguir así, no sé cuánto tiempo podrá aguantar todo esto antes de que explote y me mande lejos. Es solo por eso que no le he provocado y si pide que comamos juntos, que sonría ante algún invitado de su organización o que incluso me meta en el papel de esposa amorosa, lo hago. Solo por ellos, por nadie más. La organizadora no me ha llamado, me limito solo a pasar tiempo con mis hijos, a hablarle por teléfono a mi madre para que no sospeche de nada y siga creyendo en la mentira que le dije sobre deberle dinero a un jefe que
BRENTTNo me puedo controlar, lo he intentado, desde que nos besamos en aquella fiesta, desde que la vi desnuda, he intentado sacarla de mi jodida cabeza, incluso acepté la proposición de que Yara entrara en el juego del poker, uno en el que se supone que tienes que compartir a tu pareja con uno de los miembros, por eso, aquella noche no le pedí a Lynette que me acompañara, no le permití que estuviera sobre mis piernas, porque no la pensaba compartir con nadie, cuando regresé por ella, ya no estaba. De ahí mi decisión de mantenerme distante, y estaba funcionando, hasta que la encontré en la habitación que le pertenecía a Ariella, enloquecí, la lastimé, herí a la madre de mis hijos. Algo que me quema la piel y hace que la sangre me hierva como lava. Jamás había deseado en la vida a alguien con tanto fervor, ni siquiera a la mujer que más amé en la vida. Y ahora, tengo a Lynette acorralada contra la pared, con una mano rodeando su cuello pero sin hacer ajuste en mi agarre, sin lastima
LYNETTELas piernas me tiemblan y mi cuerpo en general, no reacciona de la manera en la que me gustaría, camino de un lado a otro, me siento como si estuviera a punto de ir a la guillotina, que no es muy alejado de la realidad, por fin llegó el día en el que me voy a casar con el padre de mis hijos; Brentt White. Desde ese día tan extraño en el que se presentó en mi habitación, no hemos cruzado una palabra más, hay veces en las que escucho por parte de las personas del servicio, que su amo, como ellos le llaman, se encuentra encerrado en su despacho o que se está encargando de muchas cosas con respecto a sus libros. Algo que me parece bien, ya que no me sentía con la valentía de hablarle, no después de lo que pasó entre los dos, si antes éramos desconocidos, ahora la brecha que se ha abierto entre los dos, se ensancha cada vez más. Estoy por quitarme la ropa para meterme en el vestido, cuando la puerta se abre de golpe y entra el padre de mis hijos como si nada, sin llamar antes, s
LYNETTEJamás en mi vida había hecho algo tan loco, demente, tan fuera de este mundo, como lo que estoy haciendo ahora, y eso es follar frente a muchas personas que yo no puedo ver, con un líder de una mafia, chillo de dolor cuando Brentt me folla, en serio duele, ni siquiera cuando perdí la virginidad me dolió, esto es distinto, siento como si su pene se estuviera abriendo paso entre las paredes de mi interior, expandiendo todo a su paso. Brentt no se detiene, empuja un poco más, abro los ojos y mi valentía se esfuma al ver que sus ojos son como dos llamaradas ardientes, noto que mis uñas están clavadas en sus hombros y aflojo el agarre. —Lo siento —susurro quedándome sin aire. No dice nada, solo comienza a bombear en mi interior, me protege con su cuerpo para que nadie pueda verme, al menos eso es lo que quiero creer, intento mantener mi mente en otro sitio, no puedo, al final, poco a poco deja de doler tanto, es decir, todavía me avasallan esas chispas de dolor que recorren mi v