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Pánico. Cassandra había entrado literal en pánico ante las palabras Estoy enamorado de ti, de Gavel.

Que mierda. Era la primera vez que las oía y no eran mentiras. Un hombre que dijera eso con los ojos que tenía Gavel en esos momentos definitivamente no mentía.

Había salido pitando de la casa corriendo como una liebre asustada. Qué vergüenza para ser una mujer como ella. Había corrido con el rabo entre las patas, hasta que la respiración le dolió los pulmones. Ahora, en la seguridad de las paredes de su casa se sentía mal. Muy mal.

¿Por qué?

Como respondería a palabras como esas. Como miraría de nuevo al alfa cuando este volviera a acercársele. Como bajaba el inmenso sonrojo de sus mejillas, como detenía los frenéticos latidos de su corazón.

Se mordió el labio inferior hasta que sangró. Se de

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