Nathaniel

— Interesante— dijo ella— soy Charlotte Lewis, pero eso no hace que yo confíe en tí. 

— Es cierto, disculpa mi  falta de consideración, la verdad cuando te ví  tan vulnerable, pensé en que quizás podamos ayudarnos mutuamente, también tengo un problema muy serio— dijo él. 

Ella permaneció callada a la espera de que él continuara, entonces él dijo:

— No piensas preguntar, ¿cual es mi problema?— su voz era de decepción

Charlotte no se sentía animada a participar de la conversación con Nathaniel. 

— Es que no sé si pueda ayudar a alguien en éste momento— dijo ella— salí un momento para pensar, relajarme y tú solo me estás ocasionando estrés. 

Él habló con desesperación. 

— ¡Oye, no seas tan indolente! Tengo un problema muy serio;  ¿¡y no te interesa escuchar!? — dijo él— te aseguro que puedes ayudarme, déjame contarte Charlotte. 

Ella rodó los ojos con fastidio y dijo:

— Me imagino que no me dejarás en paz, así que soy todo oídos; ¿Cual es tu problema y cómo puedo ayudar? 

El hombre se relajó al escuchar que la chica estaba dispuesta a oír. 

— ¿Ves? Así está mejor y no me siento tan desanimado— dijo él agradecido.

— Espero no decepcionarte— dijo ella— no tengo idea de cómo ayudarme ni siquiera a mi misma. 

— Necesito casarme con urgencia para no perder mi herencia— dijo sin más preámbulos— ¿Quieres casarte conmigo? 

Ella arrugó él entrecejo cómo dudando de la seriedad de lo que acababa de escuchar. 

— Estoy hablando en serio, mujer— dijo él— mi adorado padre aconsejado por mi  madrastra colocó una condición en el testamento, y es que debo estar casado antes de los seis meses del fallecimiento de él.

— Y no tienes una novia o admiradora que te haga el favor? 

— Aunque no lo creas, no soy de muchos amigos, me gusta andar solo, tenía una novia, pero ella prefirió a mi hermanastro y desde entonces no ando con nadie más. 

Ella lo miró, era un hombre muy guapo, cabello castaño oscuro, ojos azul-gris, rostro hermoso, no podía creer lo que éste hombre le decía. 

— No te ves mal, deberías tener una cola de chicas queriendo ser tu esposa— dijo ella. 

Él sonrió con tristeza y respondió:

— Sí, pero mi querida madrastra se ha encargado de arruinar mi reputación ante las féminas que conozco y ninguna desea ni siquiera tomar un refresco conmigo. 

— Sí que es toda una joya esa madre tuya— dijo ella. 

Él se pasó la mano por sus cabellos y dijo:

— Por eso decidí buscar a una chica en la que ella no pueda influir, de verdad he tenido unos meses fatales, se ha dado a la tarea de hablar pestes de mí, por eso mi séquito de chicas se ha agotado y no tengo a ninguna qué deseé sacrificarse por mí. 

— Entonces debes ser muy malo para que te rechacen— dijo ella. 

— No soy malo,lo juro; estoy dispuesto a solucionar cualquier problema que tengas, de la índole que sea, con tal que aceptes casarte conmigo— prometió Nathaniel— acepta  ser mi esposa, y así yo cumplo con el requisito impuesto por mi padre antes de morir y mi madrastra— dijo él sencillamente. 

Ella lo miró y respondió:

— Cuando me ofreciste tú pañuelo para secar mis lágrimas, lloraba por serios problemas— dijo ella— y pensaba que solo un milagro podría sacarme de los problemas que tengo. 

Él suspiró y haciendo un gesto con sus labios dijo:

— Entonces soy el milagro que esperabas Charlotte Lewis, así como tú lo eres para mi problema. 

Entonces tomó la barbilla de ella y preguntó:

— Puedes contarme ¿Por qué llorabas? 

Ella se vió reflejada en aquellos hermosos ojos azules y respondió un poco cohibida. 

— Mi padre está sin empleo, económicamente, somos pobres, mi novio terminó nuestra relación por causa de mí condición social, además estoy embarazada— dijo ella apretando los labios en un gesto de enojo. 

Él lanzó un silbido de sorpresa y dijo:

— ¡Vaya! ¡Sí que es tremendo lío el tuyo! 

— ¡Gracias!— dijo ella irónica— no lo había notado. 

— Te aseguro Charlotte, que mi promesa es cierta, si lo deseas podemos hacer un documento y allí establecer por escrito lo que acabo de decir— dijo él. 

Ella lo pensó un instante y respondió. 

— ¿Puedes acompañarme a mi casa? — pidió ella. 

— ¡Claro, vamos!— dijo Nathaniel. 

En el corazón de él nacía una pequeña esperanza, su padre tenía cuatro meses de haber fallecido y casi no había tenido tiempo de llorar por él, su madrastra quién sabía de la cláusula del testamento, pues ella la había sugerido, se había dado a la tarea de arruinar su vida. 

A todos los que le conocían, les dijo que él era un mal hijo, déspota con su padre, que muchas veces había recurrido a la violencia física y eso lo había llevado a la tumba, además de asegurar que también ella y su hijo eran víctimas del mal carácter y violencia. En algunas ocasiones se hacían moretones a propósito y decían que él había arremetido contra ellos. 

Se hacían pasar por víctimas, por eso sus amigas tenían temor de él y cuando leyeron él testamento, enterándose de la bendita cláusula, ninguna quiso ayudarlo. 

Había hablado hasta con su secretaria y a pesar de ofrecerle una cifra millonaria la mujer no quiso ayudar. 

Charlotte era su única salida, la subió a su auto y condujo hasta la casa de ella, era una fea construcción, el sé dió cuenta de la pobreza de ella, pero aún así la acompañó hasta el interior de la vivienda y Charlotte le pidió que la acompañara a hablar con su padre. 

Allí estaba sentado en un humilde asiento mirando al vacío. 

— Hola papá, ya regresé y traje a un invitado— dijo ella con cariño. 

Él miró al hombre que estaba al lado de su hija y dijo:

— Adelante caballero, siéntese por favor. 

Él se adelantó extendiendo su mano hacia el padre de  Charlotte diciendo:

— Antes de sentarme, permítanme saludar, soy  Nathaniel Hastings, un placer conocerlo. 

— Christopher Lewis señor Hastings— dijo el padre de Charlotte— también un placer. 

— Disculpas por irrumpir en su hogar de ésta manera— dijo él— me encontré con su hija, ella me estuvo contando la desgracia que están viviendo, estoy acá porque deseo  ayudar a usted en su problema de trabajo

Él padre de la chica abrió los ojos mirando con incredulidad al hombre y dijo. 

— ¡Muchacho! ¡Ya nos han engañado con ese cuento!— digo Cristopher Lewis— no entiendo porque lo traes hija. 

Nathaniel sonrió y dijo:

— Hablo en serio señor Lewis voy a darle trabajo, además quería anunciarle que Charlotte aceptó casarse conmigo, así que seremos familia. 

Christopher no entendía lo que estaba sucediendo, solo atinó a decir:

— ¿Y Austin? — preguntó confundido. 

— Es historia muerta papá,  Nathaniel me está ofreciendo ayudarnos, por eso vamos a casarnos lo más pronto posible— dijo la muchacha. 

— Entonces, ¿es en serio lo del matrimonio? No crees que sea un truco para que estés con él? — dijo él padre de ella aún incrédulo.

Está vez Nathan intervino. 

— Jamás había hablado más serio en toda mi vida, nos casamos en dos semanas será una reunión íntima,— dijo él de manera práctica— Mañana mismo iniciamos los trámites para que empiece a trabajar, quiero que ésta noche duerma tranquilo, todo va a solucionarse para ustedes, 

— Voy a preparar la cena— dijo ella. 

— ¡Tengo una mejor idea! Los invito a cenar— dijo él con  gesto amable. 

Ella lo miró extrañada y él les instó a levantarse, y repitió. 

— Vamos, no tengan miedo, les prometo que es verdad todo lo que les dije. 

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo