CAPÍTULO 34. Una pelea entre hermanos Entre la incredulidad de Javier y la rabia de Samuel solo una podía ser más fuerte y en aquel momento era más que obvio quién iba ganando. El mayor de los hermanos Leal sostenía al otro contra la pared, levantándolo al punto de que los pies de Javier no alcanzaban a tocar el suelo. —¿¡Pero qué haces? ¡¿Estás loco?! ¡Suéltame! —demandó pero Samuel solo se acercó más a él para escupir entre dientes. —¡Y tú no respondiste mi pregunta! ¡¿Por qué lo hiciste?! ¿Cómo se te ocurrió meterte a la hacienda de los Bravo y lastimar a la nieta de Félix? —bramó y la verdad era que estaba haciendo un esfuerzo supremo por controlarse, porque solo de imaginar que aquello pudiera haber acabado mucho peor, le había hervir la sangre. —¡No sé de qué me estás hablando! —gritó Javier y Samuel lo soltó, dejándolo poner los pies en el suelo solo para alcanzar su brazo herido y apretarlo con tanta fuerza que el alarido de su hermano resonó en toda la casa. Trató de forc
CAPÍTULO 35. La verdadera preguntaEra un presentimiento, o quizás solo fuera aquel instinto de supervivencia que desde hacía años lo hacía desconfiar de todos, especialmente de cada palabra que salía de la boca de su padre. Pero Samuel juraba que podía ver la mentira en sus ojos, como si le gritara.Tal vez Francisco Leal no le había ordenado directamente a su hijo menor que envenenara las tierras de El Mirador, sin embargo eso no significaba que no estuviera de acuerdo con eso.Le gustara reconocerlo o no, Javier era un cobarde. Desde que era un niño solo trataba de conseguir la aprobación de su padre por todos medios, incluso los menos decentes, así que Samuel estaba seguro de que si se había atrevido a meterse a las tierras de los Bravo para intentar arruinarlas, era porque algo sabía o algo le había escuchado decir a Francisco sobre el verdadero interés que tenía sobre los predios de El Mirador.La verdadera pregunta, entonces era: Si no se trataba de la tierra en sí, ¿entonces q
CAPÍTULO 36. Guarda y seguridadSamuel definitivamente conocía a un montón de gente, había pasado toda su vida en aquella región, así que eran muy pocas las personas a las que no conocía. La cuestión era que estaba más que seguro de que el señor Félix tenía exactamente sus mismos contactos, y si no lograban conseguir algo por ellos mismos, entonces había poco que Samuel pudiera hacer al respecto.No quería decírselo abiertamente, pero presentía que su padre sería el primero en ponerle un obstáculo tras otro para que no consiguiera un buen comprador para las olivas.Sin embargo por el momento, además de apoyarla y animarla, no había mucho que pudiera hacer.—Escucha, todavía faltan un par de meses para la primera recogida de las olivas, e incluso si no encontraras un comprador interesado, todavía quedarían un par de meses más antes de tener que recoger para que la fruta no se pudra —le explicó—. Estoy convencido de que vas a poder encontrar a alguien que quiera comprar las olivas antes
CAPÍTULO 37. Una aventura peligrosa—Tengo que reconocerlo, jamás pensé que iba a llegar a llevarme bien con el Señor Traje y Corbata —se rio Samuel encogiéndose de hombros—. Pero parece que es un hombre derecho y yo por ti haría lo que fuera, renacuajo, incluso hacer un pacto de no agresión con él.Naiara cruzó los brazos detrás de su cuello y lo acercó para besarlo. Su lengua era coqueta y traviesa, y los labios de Samuel se abrían para ella devorándola con una necesidad que ninguno de los dos había conocido nunca. Ni siquiera podían explicarlo, era como si les faltaran manos para tocar, boca para besar, y sonidos en el mundo para dejar salir todos aquellos gemidos que tenían atorados.—Entonces si la propiedad está protegida... —susurró ella por lo bajo separándose de la boca del hombre o de lo contrario se derretiría allí mismo—. Sácame de aquí, anda.—¿Sacarte? —Samuel frunció el ceño sin comprender.—Vamos a dar un paseo, a la casa vieja —suspiró ella y lo vio morderse el labio
CAPÍTULO 38. Sin opcionesEstaba enloqueciendo. La era de verdad sentía que estaba enloqueciendo porque apenas a dos días de la primera recogida de la cosecha nadie quería comprarla. Cada vez que miraba a su abuelo podía notar su preocupación, y sobre todo aunque no dijera nada, aquella sospecha implícita de que alguien le estaba bloqueando el camino para que nada les saliera bien estaba allí.—Es ese hombre ¿verdad? —preguntó Naiara y el señor Félix se mesó los cabellos y se atusó la barba con un gesto de impotencia—. Ese tipo, Francisco Leal. Ese es el que no está dejando que nadie nos compra la cosecha para que nos arruinemos ¿no es cierto?El abuelo Félix respiró profundamente y se sentó en uno de los escalones del portal con gesto cansado.—Hija, tienes que entender una cosa, desde hace muchos años las cosechas no se han vendido precisamente bien, sabes que hasta ahora he intentado mantener la finca como fuera, y a lo mejor la gente solo me tenía lástima y por eso compraban lo qu
CAPÍTULO 39.Una trágica mentiraNaiara sintió que todo en ella comenzaba a temblar a medida que comprendía en su totalidad lo que significaba aquella columna de humo.—No, puede ser, no puede ser Rosy... ¿Cómo que un incendio…? ¿Cómo pudo pasar…?—Pasa exactamente como lo ves, amiga, -murmuró la muchacha—, por eso son todas las sirenas y la gente en la calle. Esta es una situación muy peligrosa.Naiara la miró arrugando el ceño porque desde luego que sabía que los incendios eran peligrosos, pero ¿por qué todos estaban corriendo en el pueblo? ¿Iban a ayudar?Miró hacia abajo y vio que había mucha gente cargando provisiones en sus autos y marchándose.—Nn entiendo ¿por qué se van? —preguntó la muchacha y Rosy suspiró con pesar.—Parece que empezó en la base de la montaña, la temporada de verano ha sido muy seca y la falta de lluvias y las altas temperaturas hacen que la vegetación se incendie con más facilidad.—¡Pero los bomberos saben qué hacer! ¿no? —exclamó Naiara y en ese mismo mom
FUEGO SALVAJE. CAPÍTULO 40. Un hombre y un juramentoSolo pasaron unos pocos minutos desde que la camioneta de Naiara subió por el camino hacia El Mirador, hasta que Samuel se subió en aquel camión al lado de Sergio y aceleraron hacia la zona que les habían asignado.El incendio se propagaba terriblemente rápido, y aunque todos estaban haciendo hasta lo imposible por contenerlo, Samuel sabía que aquella era una carrera desesperada contra el tiempo.El humo se elevaba hasta las nubes en una feroz columna que se iba oscureciendo a medida que el fuego devoraba los campos. Esperaban contenerlo en alguna zona con arbustos bajos, pero la época había estado tan seca que era muy fácil que las pequeñas chispas o cenizas lo propagaran sin mucho esfuerzo.—¡Esto es un maldito desastre! —gruñía el jefe de la estación mientras daba órdenes a diestra y siniestra. Y aquella hora a nadie se le ocurrió preguntar cómo demonios se había iniciado el fuego, lo único que necesitaban era pararlo. Luego ya s
CAPÍTULO 41. ¡¿Qué bombero…?!Samuel trató con todas sus fuerzas de abrir los ojos. El cuerpo le dolía demasiado y la cabeza peor; pero había algo en él, como un sexto sentido que lo hacía intentar levantarse a pesar de todo, como si presintiera el peligro que corría a pesar de la inconsciencia.Para cuando por fin logró enfocarse un poco, los oídos le pitaban terriblemente y sabía que eso era por la explosión. Samuel no tenía claridad para pensar en nada como un atentado, menos tratándose del señor Miguel, pero en casos como aquel no era raro que algún tanque de gas de la cocina estallara.Se puso de pie tambaleándose, pero volvió a caerse. Trató de evaluar cada parte de su cuerpo y se sentó intentando mirarse, pero por suerte no vio sangre por ningún lado. En aquel momento lo más peligroso que sentía era lo aturdido que estaba, pero el calor a su alrededor le decía que no tenía tiempo para ocuparse de eso.Se arrastró hasta el señor Miguel, que estaba inconsciente, y comprobó que a