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CAPITULO 32. Un intruso en El Mirador

CAPITULO 32. Un intruso en El Mirador

La noche estaba fresca. Dentro del calor habitual y todo el sol que había tomado ese día en el campo, a la par de los trabajadores, Naiara había terminado con un dolor de cabeza terrible que solo se le había pasado un poco con una ducha de agua helada.

Había esperado con impaciencia a que el abuelo se durmiera, pero estaban pasando no sé qué partido de fútbol en la televisión y al parecer el señor Félix era un fanático absoluto.

Ya pasaban de las once cuando por fin se despidió de ella con una sonrisa y cayó en su cama más rendido que un pedazo de madera, así que la muchacha se apresuró a saltar de su ventana, más ágil que una Julieta moderna, para irse a pecar con aquel Romeo al que definitivamente no podría ponerle mallas o las cuzcas del pueblo se lo secuestrarían en un segundo.

Tomó el mismo sendero que siempre usaba para bajar hasta la casa vieja, y se aseguró de tener mucho cuidado en dónde pisaba, porque Joaquín había seguido al pie de la l
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