Todas las parejas tienen malos momentos; discusiones, desacuerdos que pueden solucionarse hablando. Durante mi relación con Sean, ¿Cuántas veces no peleamos? Había ocasiones en que no existía nada más que gritos entre los dos, pero lo extraño es que nunca me importó arreglar las cosas a su lado. ¿Desde entonces nuestra relación ya había muerto?No obstante, ahora, esta vez la situación era diferente para mí. Todo el tiempo llevaba un peso aplastante en el pecho, una sensación incómoda que se volvía dolor con el paso de los días.—¿Y Adam?Antony, como todas las mañanas, me puso el desayuno al frente justo al lado de una servilleta con mis suplementos. Me los llevé robóticamente a la boca, solo por deber.—Se fue muy temprano, como siempre —dijo él e incluso siendo tan profesional como era, decidido a mantenerse lejos de nuestros problemas matrimoniales, no pudo silenciar del todo la preocupación en su voz—. Me pidió que le dijera que posiblemente no vuelva por esta noche, Hannah. Se ve
"Hannah, sé más del amor que usted y conozco mejor al desamor". Hasta ahora, esas palabras que compartió conmigo la noche que dormimos juntos por primera vez, en Montreal, tomaron su sentido real.Adam Baker venía de un matrimonio fallido, rotó solo hacía un año. Yo era su segunda esposa.Cuando la puerta de la oficina se abrió con esfuerzo, yo ya me encontraba oculta tras un muro. Me mantuve callada, con el corazón latiendo errante en el pecho y con la garganta contraída por la anticipación. Oí el bastón moverse dificultosamente sobre el piso, junto a la voz ronca del padre de Adam.—Yo estoy seguro de que Sabine no tendrá inconveniente en volver a casa. Lo que sea que haya propiciado su divorcio, seguro tiene solución. No debe ser grave.Escuché los pasos difíciles del hombre moverse por el pasillo, en dirección al elevador, junto a los pausados y firmes pasos de su hijo acompañándolo.—¿Realmente lo crees así? —la voz de Adam estaba cargada de desprecio sutil—. ¿Y por qué tendría a
Los ojos rencorosos de Sean, que apenas podían contener el desprecio hacía su jefe y la incredulidad por el golpe que acababa de recibir, nos siguieron fuera de los cubículos. Solo Julieta se quedó atrás para ayudarlo a parar el sangrado y hacerse cargo de sus peticiones.Y a mí me preocupaban esas peticiones.—Conozco a Sean, sé que tratará de sacarte todo el dinero que pueda...Mi marido me interrumpió a la vez que me hacía entrar al elevador.—¿Eso es lo que trató de hacer contigo, Hannah? ¿Sacarte dinero? —me preguntó de manera acelerada y algo ruda.Evidentemente, seguía molesto, y no era para menos. Sean acababa de gritarle que mi bebé no era suyo. Desanimada, me miré las sandalias y las uñas de los pies, pintadas de un suave tono rosado, hasta que el elevador se abrió y Adam me llevó de la mano hasta su oficina.Cerró la puerta y la aseguró. Luego se giró y me miró con unos ojos titilantes en intenso dorado, en un rostro severo cuya expresión era demandante.—¿Viniste a verlo? —
Volví a casa con la mente perturbada, con más preguntas que respuestas. ¿Qué me escondía Adam Baker? ¿Dolería cuando me enterará? Él me gustaba, había logrado abrirse paso hacía mis sentimientos sin demasiado esfuerzo, pero aún no lo amaba. No, no estaba enamorada de él. Me autoconvencí de ello cuando me detuve a observar el amplio espacio blanco y vacío, sobre la chimenea en el recibidor de la mansión."Era un cuadro familiar" Volví a oír la voz del mayordomo junto a mí.Ladeé el rostro y entrecerré los ojos. Como siempre, ese espacio desentonaba con la armonía del resto de la casa, pero ahora, me tomó solo un momento de análisis atar los hilos sueltos aquí y allá."Un cuadro muy personal, pintado por alguien de la familia y colocado aquí por el señor Baker, en la entrada de la casa para que todos pudieran verlo. El cuadro le gustaba mucho". Completó la voz de Antony en mis recuerdos.Alejé la mirada de ese desagradable vacío y subí las escalinatas tan rápido como mi embarazo me per
Con el semblante mudo por la sorpresiva declaración, continué observando el rostro de mi esposo. Un hombre atractivo, en sus 30s, con rasgos faciales occidentales y perfectos, cuyo cuerpo bien dotado, presionaba al mío contra la cama y encajaba a la perfección.Tenía una expresión intensa en la cara, apasionada y expectante.—Te amo, Hannah. Lo digo en serio.En mi garganta, una esfera de aire se acumuló y no dejó salir siquiera un suspiro. No reaccioné ni cuando apartó las sábanas que separaban nuestros cuerpos y comenzó a llenarme el escote de besos ansiosos.Ya antes había oído a un hombre decir amarme, me lo había repetido todos los días, por años, y al final, a la primera oportunidad, me había mandado al diablo. Así que, ¿cómo podría creerle a este tipo? ¿Podía confiar en la palabra de un hombre que me escondía los detalles de su anterior matrimonio y, peor, que aún se veía con su ex a mis espaldas?Me vino a la mente el misterioso auto en la puerta de la mansión, esperando con la
A diferencia de mi vestimenta habitual, que siempre elegía aquella que disimulará mi embarazo, esta vez escogí un entallado vestido que resaltará mis 17 semanas de gestación. Incluso puse empeño en mi maquillaje y en mi pelo, antes de salir de la habitación dejando a Adam durmiendo profundamente.Salí sin ningún contratiempo a medianoche y tomé mi coche, para después abandonar la propiedad en el mayor sigilo. Había citado a la exmujer de mi marido en un discreto restaurante, que yo frecuentaba con Sean y donde era seguro que no me encontraría con nadie del elevado círculo social de Adam.Cuando llegué al lugar, una mesera ya me esperaba y me guio hasta mi mesa. Ella ya se encontraba allí. La pude observar mientras caminaba hacía ella. Y las manos me sudaron. Sabine Baker era preciosa en el máximo sentido de la palabra. En el cuadro se notaba más joven, cerca de mi edad, pero los años le habían caído tan bien que se veía incluso mejor.—¿Hola? —me saludó con una sonrisa chispeante y atr
Lo primero que hizo Adam al llegar hasta donde Sabine y yo nos encontrábamos, fue usar su brazo sano para jalarme y colocarme detrás suyo. El aroma amaderado de su colonia, tan parecido al perfume sensual de su exmujer, invadió mis sentidos cuando se plantó frente a ella.Mi aturdimiento era tanto que no hice nada y tampoco hablé cuando su voz defensiva rompió la quietud de la noche.—¿Qué tratas de hacer, Sabine? —indagió duramente—. Te pedí expresamente mantenerte lejos de mi matrimonio.La noche era tan oscura que no fui capaz de ver la expresión de mi esposo, pero su voz rezumaba hostilidad y repudio.—¿Buscas llenarle la cabeza de cuentos? Te advierto que no te permitiré...—Yo no la busqué, seguro ya lo viste en el texto que ella misma me envió —lo interrumpió ella, manteniendo una actitud cortés—. Tu esposa me buscó a mí, Adam, no yo a ella.Adam no dijo nada al respecto, limitándose a ver fijamente a la guapa mujer con quién mantuvo una relación de 7 años. Sabine se abrazó a sí
Adam Baker nunca me iba a ceder el divorcio. Incluso había llegado al punto de ponerlo en el contrato de matrimonio como una cláusula irrompible, atada a sus caprichos y a su exclusiva decisión. Sí, algún día él firmaba el acta de divorcio y me hacía una mujer libre, sería por su elección personal y porque seguramente ya se habría cansado de mí.Pero mientras eso no pasará, mi vida quedaba atrapada a su lado. Había sido listo, no, más que eso, Adam era un tipo escalofriantemente astuto al incluir esa demente clausula en el contrato que me dio a firmar justo antes de llevarme al altar.Y yo fui tan tonta al firmar sin leer en donde me metía.Eso me dijo John cuando lo llamé y, tras hacerle jurarme que eso sería confidencial, le mostré una copia del contrato matrimonial. Él lo estudió con el ceño fruncido y finalmente expiró sin esperanza.—Vaya. Adam sin duda es un sujeto inteligente, no dejó ni una sola laguna legal.Mis hombros se hundieron y perdí la poca esperanza que aún conservaba