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Mateo apoyó la frente contra la pared del pasillo del hospital, intentando procesar lo que acababa de escuchar. Keiden había suspirado al otro lado del teléfono antes de soltar la bomba.

—Acabo de enterarme, Mateo —dijo con tono entrecortado—. La noticia me dejó en shock... Ese bebé, posiblemente, podría ser mío.

La mandíbula de Mateo se tensó de inmediato. Enderezó la espalda y llevó una mano al auricular, apretándolo como si quisiera aferrarse a la calma que le faltaba.

—¿Posiblemente? —cuestionó, con voz cargada de incredulidad—. ¿Qué diablos significa "posiblemente"? Tú y Natalia… ya han estado juntos.

Keiden suspiró al otro lado de la línea, un sonido cargado de frustración y vergüenza.

—Es complicado, Mateo —respondió, con su voz apenas un murmullo—. No quería hablar de esto, pero... Natalia y Simón también tuvieron intimidad poco antes.

Mateo cerró los ojos con fuerza, sintiendo cómo una mezcla de rabia y frustración lo inundaba.

—¿Qué estás tratando de decirme, Kei
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