Joseph había tenido la leve esperanza de que se tratara de otra substancia, pues estaba seguro de que Esteban también consumía, pero la decepción era clara y fuerte.—Le envíe un mensaje diciéndole que lo nuestro ya no da para más y me dijo que me iba a matar —repitió ella y dejó a Joseph entre dos sentimientos que no logró procesar: felicidad por su valentía para iniciar la ruptura y miedo por las amenazas del joven estudiante—. Siempre me ha dicho que, si me atrevo a dejarlo o a denunciarlo, me voy a pudrir en un cajón —aseguró ella y Joseph entendió de inmediato las referencias del joven.—Vale, vale, tenemos que pensar el algo —musitó él e intentó relajarse para pensar con mayor coherencia.Pero no podía, tenía mucho que enfrentar y sentía que el tiempo no estaba a su favor.“Déjame preguntar: ¿Por qué tenemos que ayudar? No sabía que nos dedicábamos al fono-drogas”. —Molestó la conciencia de Joseph y por más que quiso escucharla, no pudo, hizo oídos sordos, aun sabiendo los probl
Joseph se lavó el rostro con un poco de jabón y agua fresca, todo bajo los curiosos ojos de Lexy, quien parecía adormilada y muy cansada tras el agudo momento.El hombre la invitó a acomodarse en su escritorio y la atendió con mucha amabilidad mientras le entregó papel para que se limpiara la entrepierna y le facilitó su cuarto de baño privado para que pudiera asearse sin problemas.Tras encontrar un poco de calma al tormentoso, pero pasional encuentro, Lexy y Joseph conversaron sobre su próximo viaje a la capital, esa enorme ciudad que Lexy no conocía y que le revolvía la barriga con solo pensarlo.—¿Y qué le digo a mis padres? —preguntó Lexy.—La verdad —contestó él y consiguió responder un par de correos electrónicos mientras charlaba con la insegura jovencita—. Ya eres mayor de edad, Lexy; no vas de fiesta, ni nada parecido, vamos a trabajar —aseguró y la aludida movió la cabeza en aprobación.“¿A trabajar? ¡Pufff! ¿Qué clase de mentira es esa?”. —Molestó su conciencia.Joseph se
—A ver, ¿qué cosas? —desafió el muchacho y escuchó atento a esa muchacha que tanto adoraba manipular.—Nuestra relación se acabó, Esteban y siento mucho hacerlo de este modo, pero tengo miedo de acercarme a ti, tengo repugnancia de que me toques otra vez —jadeó y se sintió un poquito más ligera—. Y no te metas con mis padres, ¿oíste? Porque me estoy alejando en paz. Si te metes con ellos, iré con la policía y tengo amigos abogados que ya se graduaron, que estarán felices de mandarte a prisión —regañó rabiosa y se mostró tan acelerada que Esteban no tuvo tiempo de interferir—. Tengo algunos pendientes para esta semana, pero podemos reunirnos a hablar en cuanto regrese.—¿Crees que soy estúpido? Fernanda ya me contó que te vio con tu jefecito… —ironizó el muchacho y Lexy se quedó helada al otro lado. Se había sentido tan bien enfrentarlo que, aquello que le decía la paralizaba por entero—. Sí, sí, ya sé qué hiciste después… sé que estuviste con él todo el fin de semana y…—Solo está ayud
La jovencita descendió del el auto de Daniela con desconfianza y la invitó a la privacidad de su hogar con un ataque de nervios que apenas comenzaba. No sabía con qué se iba a encontrar en el interior de su casa y tampoco estaba segura de cómo iba explicar su próximo y repentino viaje a la capital.Su padre la recibió con un cálido abrazo, cosa que no era muy usual en él, e invitó a Daniela a cenar junto al resto de la familia. Alardeó sobre el menú para esa noche y destacó un par de vinos con los que podían acompañar dicho manjar.Tuvieron suerte de no encontrarse con la madre de la chiquilla, y es que la misma estaba encerrada en la cocina, organizando los platillos para la cena.Lexy se abochornó de lo amigable que su padre resultaba y evadió una conversación más íntima a tiempo, antes de que la cosa se pusiera más vergonzosa. Cuando Lexy le habló a su padre de su viaje, el hombre reaccionó con tranquilidad e incluso le ofreció dinero extra en caso de emergencias.—¿Dónde te vas a
Se secó el cabello como siempre hacía y se espantó cuando se vio en el reflejo del espejo. Tenía el cabello con tanto volumen que se comparó con un hongo, y se lamentó en voz alta de su desgracia.¡No podía dejar que Joseph la viera así!Era lo más feo que había visto en su vida y si le sumaba las ojeras que llevaba bajo los ojos, se le hacía imposible compararse con un zombi.—Lexy —escuchó y la voz de Daniela fue acompañada por un par de golpecitos que la despertaron de su desgracia.—¡¿Sí?! —gritó nerviosa y se alisó el cabello aún húmedo con las manos.—Joseph ha llamado, ya viene en camino. Quiere saber si estás lista.—¡Casi! —contestó y la tripa se le revolvió completa.Fueron los nervios que sentía los que la llevaron a cometer sandeces y mientras luchaba para bajarse el volumen del cabello, terminó con la cabeza bajo el chorro de agua fría, donde buscó ordenar cada hebra con precisión. La sudadera de manga larga que había elegido para ese viaje se vio empapada por entero y se
Lexy no respondió a las confesiones de Joseph, tampoco a sus deseos y viajaron en silencio durante la primera media hora. Era difícil para los dos tolerar el encierro, el silencio y el calor que el interior del vehículo generaba con sus cuerpos y respiraciones, esas que se aceleraban por todo y por nada.Sus cuerpos, separados por cada asiento estaban chispeantes y anhelantes por tocarse otra vez y, aunque ninguno sabía cómo romper esa tensión que los carcomía por entero, encontraron un modo para conectar como tanto les gustaba.Joseph encendió el estéreo y acomodó la mano sobre la palanca de cambios, cosa que era innecesaria, pero que hizo de todos modos para rozar intencionalmente las piernas de la silenciosa muchacha. Se le escaparon unas cuantas miradas y se quedó anonadado bajo su natural belleza cuando la descubrió tarareando una antigua canción de Shakira.—Ojos al frente, Joseph, no quiero morir en la carretera —demandó Lexy con seriedad, pero contuvo la risita malévola al not
Desconcertada, Lexy preguntó:—¿Emma no es tu hermana?—Sí, Lexy, Emma es mi hermana —aseguró él, defendiendo su verdad—. Los dos llevamos el apellido de mi madre: Clarisa Storni. —Sonrió cuando la recordó y Lexy sonrió también, imaginándola como una buena mujer—. Cuando Emma se robó toda la atención de mi madre, mi nuevo padrastro enloqueció y empezó a salir con otras mujeres. Incluso las llevaba a casa —recordó con los ojos cerrados y Lexy se sintió tan dolida como él—. Mi madre no tomó cartas en el asunto, estaba muy necesitada como para perderlo…—¿No hizo nada? —preguntó Lexy.—Sí, lo hizo, pero muy tarde —reconoció él y agregó un suspiro a su historia—. Cuando Emma ya tenía dos años, ella intentó arreglar la situación y recuperar su matrimonio, pero era tarde, él ya estaba perdido y muy acostumbrado a la mala vida que llevaba —acentuó y acompañó todo con algunos mohines—. Como mi madre no se quedó tranquila, él empezó a golpearla para callarla y más problemas llegaron. Después m
Hablaron durante casi una hora sobre aquello que los acomplejaba por igual e intentaron ser tan sinceros uno con el otro que, en algún momento creyeron ser la misma persona. Tenían más en común de lo que creían y, no obstante, los dos vivían en mundos muy diferentes y atravesaban etapas muy disímiles en sus vidas, los unía una sola cosa, un sentimiento que poco a poco se iba haciendo más claro entre los dos y también más fuerte.Se gustaban y apreciaban cada detalle —bueno o malo— del otro, y ya nadie estaba allí para interponerse en ese camino lleno de descubrimientos.En la mitad de la carretera y en medio de la nada, entre oscuridad y estrellas, encontraron una pequeña estación de servicio que los atrajo con sus brillantes luces por casi una hora.Pusieron combustible al moderno vehículo y comieron un par de emparedados calientes sumidos en una charla que los ayudó a apaciguar todo miedo que sentían.Lexy usó el servicio higiénico tras la comida y se sorprendió cuando se encontró c