Se secó el cabello como siempre hacía y se espantó cuando se vio en el reflejo del espejo. Tenía el cabello con tanto volumen que se comparó con un hongo, y se lamentó en voz alta de su desgracia.¡No podía dejar que Joseph la viera así!Era lo más feo que había visto en su vida y si le sumaba las ojeras que llevaba bajo los ojos, se le hacía imposible compararse con un zombi.—Lexy —escuchó y la voz de Daniela fue acompañada por un par de golpecitos que la despertaron de su desgracia.—¡¿Sí?! —gritó nerviosa y se alisó el cabello aún húmedo con las manos.—Joseph ha llamado, ya viene en camino. Quiere saber si estás lista.—¡Casi! —contestó y la tripa se le revolvió completa.Fueron los nervios que sentía los que la llevaron a cometer sandeces y mientras luchaba para bajarse el volumen del cabello, terminó con la cabeza bajo el chorro de agua fría, donde buscó ordenar cada hebra con precisión. La sudadera de manga larga que había elegido para ese viaje se vio empapada por entero y se
Lexy no respondió a las confesiones de Joseph, tampoco a sus deseos y viajaron en silencio durante la primera media hora. Era difícil para los dos tolerar el encierro, el silencio y el calor que el interior del vehículo generaba con sus cuerpos y respiraciones, esas que se aceleraban por todo y por nada.Sus cuerpos, separados por cada asiento estaban chispeantes y anhelantes por tocarse otra vez y, aunque ninguno sabía cómo romper esa tensión que los carcomía por entero, encontraron un modo para conectar como tanto les gustaba.Joseph encendió el estéreo y acomodó la mano sobre la palanca de cambios, cosa que era innecesaria, pero que hizo de todos modos para rozar intencionalmente las piernas de la silenciosa muchacha. Se le escaparon unas cuantas miradas y se quedó anonadado bajo su natural belleza cuando la descubrió tarareando una antigua canción de Shakira.—Ojos al frente, Joseph, no quiero morir en la carretera —demandó Lexy con seriedad, pero contuvo la risita malévola al not
Desconcertada, Lexy preguntó:—¿Emma no es tu hermana?—Sí, Lexy, Emma es mi hermana —aseguró él, defendiendo su verdad—. Los dos llevamos el apellido de mi madre: Clarisa Storni. —Sonrió cuando la recordó y Lexy sonrió también, imaginándola como una buena mujer—. Cuando Emma se robó toda la atención de mi madre, mi nuevo padrastro enloqueció y empezó a salir con otras mujeres. Incluso las llevaba a casa —recordó con los ojos cerrados y Lexy se sintió tan dolida como él—. Mi madre no tomó cartas en el asunto, estaba muy necesitada como para perderlo…—¿No hizo nada? —preguntó Lexy.—Sí, lo hizo, pero muy tarde —reconoció él y agregó un suspiro a su historia—. Cuando Emma ya tenía dos años, ella intentó arreglar la situación y recuperar su matrimonio, pero era tarde, él ya estaba perdido y muy acostumbrado a la mala vida que llevaba —acentuó y acompañó todo con algunos mohines—. Como mi madre no se quedó tranquila, él empezó a golpearla para callarla y más problemas llegaron. Después m
Hablaron durante casi una hora sobre aquello que los acomplejaba por igual e intentaron ser tan sinceros uno con el otro que, en algún momento creyeron ser la misma persona. Tenían más en común de lo que creían y, no obstante, los dos vivían en mundos muy diferentes y atravesaban etapas muy disímiles en sus vidas, los unía una sola cosa, un sentimiento que poco a poco se iba haciendo más claro entre los dos y también más fuerte.Se gustaban y apreciaban cada detalle —bueno o malo— del otro, y ya nadie estaba allí para interponerse en ese camino lleno de descubrimientos.En la mitad de la carretera y en medio de la nada, entre oscuridad y estrellas, encontraron una pequeña estación de servicio que los atrajo con sus brillantes luces por casi una hora.Pusieron combustible al moderno vehículo y comieron un par de emparedados calientes sumidos en una charla que los ayudó a apaciguar todo miedo que sentían.Lexy usó el servicio higiénico tras la comida y se sorprendió cuando se encontró c
Se sentaron en el interior del vehículo en silencio y Joseph encendió el estéreo para armonizar el ambiente, donde pretendió mantenerse serenado.Lexy miró a cada lado, entrecerrando los ojos para mirar con mayor precisión a través de la cerrazón de la noche y el suave manto de bruma que los envolvía. Tuvo miedo de encontrarse nuevamente con el grupo de jóvenes que habían visto antes, pero gracias a la hora y la fecha, el estacionamiento se hallaba completamente desierto y tuvieron la instancia perfecta para iniciar en ese juego tan ardiente que los llevaba hasta las estrellas.Cansada de esperar y ser siempre la chica tímida, Lexy dio el primer paso y se bajó desde el auto para montarse en la parte trasera del mismo, donde pretendió encontrar más espacio para conseguir satisfacer los extravagantes deseos de Joseph, esos deseos que la ponían a vibrar y la llevaban a sucumbir en un placer que adoraba descubrir.Sorprendió al hombre cuando empezó a quitarse el pantalón con lentitud, mos
Despabiló cuando Lexy se dejó caer rendida sobre su pecho y se alegró cuando la escuchó jadear, mientras buscó recuperarse de tan agitado encuentro.Sus cuerpos se pegotearon por el sudor que empapaba la espalda de la muchacha. Deslizó sus labios sobre su hombro y besó parte de su espalda y nuca con deleite. El aroma de su cabello se le metió en la nariz y tuvo que inhalar hondo para satisfacerse por entero.Encajó sus brazos bajo sus delicadas piernas y la obligó a cambiar de posición. La muchacha gimoteó ante los brutos movimientos del hombre, pero todo cambió cuando él la acunó sobre su pecho; sus labios se encontraron en un cadencioso beso que los ayudó a culminar toda acción dentro del coche del hombre.Para Lexy, aquel simple beso post sexo se convirtió en el mejor beso que había recibido nunca y enroscó sus brazos por el cuello del hombre. Delineó el contorno de sus hombros con delicadeza y jugó con algunos mechones desordenados de su oscuro cabello, mientras él dibujó algunas
Lexy se rio con vergüenza y negó otra vez, ocultando su mirada y tocándose las manos como siempre solía hacer y se apoyó en el sofá del auto, todo para mirar a Joseph con puerilidad.»Esa cara que pones, de niña buena y traviesa, me produce enormes deseos de follarte en cuatro patas hasta tener hipo —confesó y la cogió del cuello para plantarle un apasionado beso en la boca.—Hazlo, por favor —jadeó Lexy en sus labios y gimió excitada cuando el hombre metió su mano por su entrepierna y la acarició completa.—Mierda, así me gusta —alegró Joseph excitado de verla así, tan dispuesta que ya estaba listo otra vez para hundirse en su ahuecado interior hasta perder la cabeza.Se bajó los pantalones que, con tanto cuidado se había acomodado y, con una simple mirada le ordenó a Lexy que hiciera lo mismo.—Joseph, acabamos…—Y comenzaremos otra vez —dijo él con la voz más ronca de lo normal y observó a Lexy sonreír dulce—. Móntate… —pidió con prontitud y la joven se deshizo de su pantalón entre
Hablaron durante casi una hora sobre aquello que los acomplejaba por igual e intentaron ser tan sinceros uno con el otro que, en algún momento creyeron ser la misma persona. Tenían más en común de lo que creían y, no obstante, los dos vivían en mundos muy diferentes y atravesaban etapas muy disímiles en sus vidas, los unía una sola cosa, un sentimiento que poco a poco se iba haciendo más claro entre los dos y también más fuerte.Se gustaban y apreciaban cada detalle —bueno o malo— del otro, y ya nadie estaba allí para interponerse en ese camino lleno de descubrimientos.En la mitad de la carretera y en medio de la nada, entre oscuridad y estrellas, encontraron una pequeña estación de servicio que los atrajo con sus brillantes luces por casi una hora.Pusieron combustible al moderno vehículo y comieron un par de emparedados calientes sumidos en una charla que los ayudó a apaciguar todo miedo que sentían.Lexy usó el servicio higiénico tras la comida y se sorprendió cuando se encontró c