Verdad

Lexy no respondió a las confesiones de Joseph, tampoco a sus deseos y viajaron en silencio durante la primera media hora. Era difícil para los dos tolerar el encierro, el silencio y el calor que el interior del vehículo generaba con sus cuerpos y respiraciones, esas que se aceleraban por todo y por nada.

Sus cuerpos, separados por cada asiento estaban chispeantes y anhelantes por tocarse otra vez y, aunque ninguno sabía cómo romper esa tensión que los carcomía por entero, encontraron un modo para conectar como tanto les gustaba.

Joseph encendió el estéreo y acomodó la mano sobre la palanca de cambios, cosa que era innecesaria, pero que hizo de todos modos para rozar intencionalmente las piernas de la silenciosa muchacha. Se le escaparon unas cuantas miradas y se quedó anonadado bajo su natural belleza cuando la descubrió tarareando una antigua canción de Shakira.

—Ojos al frente, Joseph, no quiero morir en la carretera —demandó Lexy con seriedad, pero contuvo la risita malévola al not
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