Se sintieron tan completos y cómodos uno con el otro, que no bastó mucho tiempo para que se encontraran desnudos y juguetones encima de la mesa de madera, disfrutando de sus cuerpos junto a la comida y expuestos junto a la luminosa piscina.
El cuerpo de Lexy descansaba junto a la sal de mar y las olorosas especies que había seleccionado para saborear las papas asadas y si bien estaban hambrientos, en ese momento sintieron más gusto por tenerse y amarse que por cenar.
Se iban a casar y debían celebrar.
Joseph nunca estaba dispuesto a perder el tiempo, mucho menos si se trataba de Lexy, ahora su futura esposa y es que debido a su angustioso trabajo y los estudios de Bouvier, habían estado postergando muchas cosas que tenía en mente y entre sus oscuros deseos.
El
Una semana llena de trajín llegó para la pareja, pero, a pesar de que sus caminos se dividían cada mañana, estos se unían nuevamente al finalizar el día y también sus cuerpos, esos que se reencontraban deseosos en una cama después de una larga jornada laboral y de estudios.Para ese entonces, Lexy rendía sus últimos exámenes en la universidad y comenzaba a soñar con el día de su graduación. Moría por ver el rostro de sus padres, llenos de orgullos y tal vez de vergüenza por no apoyarla en tan importante paso, pero más ganas sentía por ver el rostro —lleno de orgullo— de su futuro esposo, ese que la había impulsado a llegar lejos.Para ella, Joseph Storni resultaba como una inyección de adrenalina, una que revitalizaba todo su cuerpo y
Estaba segura de que jamás se había sentido tan excitada y se sorprendió cuando consiguió sentir su corazón y su coño latiendo desenfrenados y al mismo ritmo, como si estuvieran conectados.Jamás había deseado tanto el contacto y, no obstante, era usual para ella tener a Joseph cerca, sus dedos ya conocían a la perfección la suavidad de su piel y su nariz identificaba su aroma aún con los ojos cerrados; lo necesitaba, tanto que empezaba a saborear sus besos y la humedad de su saliva.—Entonces —murmuró Joseph y besó su nuca—, ¿ya pensaste en lo que dije antes?—Más o menos —respondió Lexy con la respiración trabajosa.—Entonces ya tenemos claro lo qué
Lexy quiso soltar un grito de ansiedad que le subió por la garganta y aunque por un breve instante se reprimió, terminó liberándose como le antojaba.De pronto, su mente voló lejos y se sintió un poco más impaciente, más curiosa y un poco más húmeda.—¿Encontraste el lubricante? —curioseó coqueta. Joseph negó con la cabeza—. Estoy caliente, así que apúrate —indicó mandona y el hombre se quedó boquiabierto.—Me tienes más que sorprendido, Lexy —respondió, jugando con la situación, alargando la espera y haciéndola sufrir un poquito más—. Me gusta el modo en el que te estás revelando.
Joseph le pidió que adoptara una nueva posición. Lexy no tuvo más remedio que moverse al ritmo que sus varoniles manos le pedían y encontró la posición perfecta para sus caderas.Joseph abandonó su húmedo interior para besarle el filo de la cadera y delinear con su lengua la curva de su cintura, esa que se dibujaba perfecta por la posición que la había obligado a adoptar.Lexy se levantó con sutileza para mirar y, aunque le gustó el modo en que Joseph le besaba las caras traseras de sus muslos, tuvo que lanzarse al colchón con fuerza cuando la lengua de este llegó hasta su ano y se coló por esa zona sensible a la que nunca nadie había llegado.Bueno, Joseph había llegado un sinfín de veces, pero nunca con un fin com
Los jóvenes amantes enfrentaron un fin de semana en pareja y se olvidaron de sus responsabilidades y empleos por los siguientes días. Desayunaron en la cama, pidieron comida a domicilio y vieron películas hasta el amanecer, abrazados frente a la televisión y disfrutando de uno que otro bocadillo que los acompañó en sus tardes de felicidad y amor.La vida estaba resultando perfecta, más para Lexy, quien muchas veces llegaba a pensar que se hallaba sumergida en un sueño del que pronto iba a despertar, pero cada vez que amanecía se encontraba con la misma maravilla: con Joseph a su lado, cuidándola como siempre se lo había merecido.Para el domingo en la tarde, la juvenil pareja organizó una última noche de películas antes de que las siguientes semanas los consumieran por ente
La semana inició tan agitada como la pareja se lo esperaba.Estaban llenos de energía tras un romántico y privado fin de semana y si bien el domingo habían recibido las noticias de la muerte de Esteban, aquello había fortalecido todavía más su relación de pareja. También la relación de Lexy con sus padres, quienes entendieron que su hija ya tenía poder de decisión propio y que había hecho su vida a su estilo, volando alto y creciendo junto a un nuevo compañero que la impulsaba con fuerza en cada una de sus nuevas disposiciones.Lexy y su novio se distanciaron para asistir a sus trabajos como cada día y Lexy se sumió entre sus responsabilidades durante toda la mañana de ese lunes. Recibió en su oficina privada algunas visitas del departamento de Contabilidad
La muchacha se quedó en completo silencio, sorprendida por las palabras que Joseph acababa de dedicarle. Le dolía ver al hombre esconder la mirada, pero más le dolía la cobardía que el mismo mostraba respecto al inestable futuro de su relación. No necesitaba formular más preguntas ni ser más astuta para entender que Joseph empezaba a rendirse poco a poco y que prefería sus proyectos personales por encima de su relación.—¿Y si hablamos personalmente con Bustamante? —preguntó Lexy con inocencia, buscando sacar la verdad a la luz de la manera más transparente y salvar la relación—. Yo creo que podría entenderlo, amor, es un hombre justo.Joseph levantó la mirada para reírse en su cara. Él sabía bien quien era Bustamante. Había ocultado sus secretos fraudulentos por mucho tiempo y, no obstante, la muchacha estaba ilusionada con ello, la risita cruel de su futuro esposo aplastó cada sueño en un abrir y cerrar de ojos.Rezongó entre dientes cuando entendió que el hombre había cerrado toda
Las empleadas del hotel llegaron para organizar el salón en que Lexy aún continuaba escondida, avergonzada y acobardada y solo ellas, con sus risitas despreocupadas y su maravillosa naturalidad, pudieron despertarla de ese desmayo en el que se había absorbido como una esponja.Las mujeres, no mayores a los cuarenta años, vestían delantales azules y blancos bien estirados, tenían una delicada gorra en sus cabellos, los cuales recogían con un ordenado peinado que les permitía una buena plana de sus amplias frentes y disimiles orejas. Llevaban también guantes blancos en las manos y traperos en sus carros. Y aunque estaban destinadas a limpiar los desastres ajenos, grandes sonrisas relucían en sus rostros y miradas.—¿Señorita, está bien? —preguntó una de ellas cuando se acercó al fondo del salón para organizar las sillas y Lexy no pudo responder con coherencia.El amargo llanto que llevaba aguantando largos minutos le subió por el pecho y la evidenció endeble.Las mujeres de limpieza se