Las empleadas del hotel llegaron para organizar el salón en que Lexy aún continuaba escondida, avergonzada y acobardada y solo ellas, con sus risitas despreocupadas y su maravillosa naturalidad, pudieron despertarla de ese desmayo en el que se había absorbido como una esponja.Las mujeres, no mayores a los cuarenta años, vestían delantales azules y blancos bien estirados, tenían una delicada gorra en sus cabellos, los cuales recogían con un ordenado peinado que les permitía una buena plana de sus amplias frentes y disimiles orejas. Llevaban también guantes blancos en las manos y traperos en sus carros. Y aunque estaban destinadas a limpiar los desastres ajenos, grandes sonrisas relucían en sus rostros y miradas.—¿Señorita, está bien? —preguntó una de ellas cuando se acercó al fondo del salón para organizar las sillas y Lexy no pudo responder con coherencia.El amargo llanto que llevaba aguantando largos minutos le subió por el pecho y la evidenció endeble.Las mujeres de limpieza se
La jovencita se detuvo jadeante frente al elevador y sin importarle nada, se quitó los tacones con prisa y los sostuvo entre sus manos mientras escarbó en sus bolsillos, buscando su teléfono móvil.Con un significativo temblor en todo el cuerpo marcó el número privado de ese hombre al que pretendía recuperar y esperó impaciente a que la línea conectara. Rabió entre dientes al ver que nada resultaba y chilló frenética al entender que la cobertura telefónica dentro del hotel no era la mejor de todas.Se subió al elevador en cuanto las puertas se abrieron frente a ella y se movilizó hasta el piso final, donde ella y Joseph compartían un cuarto, con la esperanza de que el hombre estuviera allí, esperándola para conversar, esperándola para arreglar su relación, olvidar los errores y continuar como si nada hubiera ocurrido.Pero por más que deseó y soñó, ello nunca ocurrió.Ingresó a la habitación con una amplia sonrisa entre sus labios, gritando su nombre con ansiedad, pero todos sus grito
“Yo nunca había conocido a una mujer más tonta que tú y eso que conozco a varias”. —Burló su conciencia—. “Es como dijo Anne: se sacrificó por ti y tú le pagaste con desconfianza y traición al elegir tu puesto de trabajo, el dinero, la posición social”. —Explicó su conciencia y Lexy se echó a llorar con discreción, aguantando el desgarrador llanto que le nacía desde el fondo del pecho y es que su poco cuerda conciencia tenía razón.—Estudios DGSound, señorita —interrumpió el conductor y Lexy miró la hora en su teléfono móvil.Tras pagar por el largo viaje, corrió a tropezones hasta el interior del elegante estudio de grabación y se vio obligada a calmarse cuando se encontró con una refinada recepcionista, esa que la miró con curiosidad desde su puesto.—Hola, hola —habló nerviosa y es que no podía dejar de sudar—. Busco a Emma Storni.—¿Emma Storni? —curioseó la joven recepcionista y miró a Lexy con el ceño arrugado—. ¿Emma King?—¡Sí, sí a ella misma! —exclamó y se alegró cuando ent
Lexy buscó con la mirada un taxi, corriendo a toda marcha por un desolado y oscurecido campo. Corrió cuesta abajo, tomando velocidad en cada pisada y desde la altura visualizó las luces de la ciudad, la música de la plaza central y el rico sonido del viento, ese que la llenó de energía a pesar del frio que sentía.—¡Señor! —gritó cuando se encontró con un taxi y se colgó desde su ventana, asustando al conductor—. Por favor… —jadeó cansada y el hombre la miró con horror. Odiaba los locos turistas que su ciudad recibía—. Por favor, necesito que me lleve a la estación de radio “Luz de lagos” —suplicó aún con la respiración entrecortada.El hombre levantó una ceja para mirarla con curio
A pesar de que la joven llevaba casi dos días sin dormir, solo le bastaron tres horas de sueño para despertar como nueva y llena de vida y es que tener a Joseph de regreso a su lado la revitalizaba como nunca se lo había imaginado.Abrió los ojos un tanto aturdida y se encontró con un hermoso techado de madera que le entregaba profundidad y altura al lugar en el que se hallaba. Estiró los brazos por el largo del colchón y se encontró sola en el centro de la cama y con algunas mullidas almohadas que ablandaron su descanso.Se removió nerviosa, preguntándose en dónde podría estar Joseph, pero encontró la respuesta a sus interrogantes cuando su masculino aroma dominó todo su cuerpo y la dejó con una enamorada sonrisa en todo el rostro.Hundi&oac
Lexy bajó del avión y corrió por los pasillos del aeropuerto con zapatillas rosadas desteñidas y un vestido blanco holgado. La mezcla resultaba ridícula para los ojos de muchos, pero para Lexy tenía sentido, más para su corazón, ese que estaba ansioso y golpeteaba en su pecho con tanta fuerza que la jovencita se quedaba sin aliento.Fue entonces cuando descubrió que su nuevo deporte favorito era correr a los brazos de su amado y se iluminó por entero, tanto que tuvo que reírse y aunque pareció loca carcajeándose entre tantos taciturnos viajeros, a Lexy le importó un comino.Se detuvo torpe en el final del recorrido y volteó sobre sus talones al menos una tres veces, intentando pensar con mayor coherencia, mientras buscaba alguna cara conocida por los alrededores. Fue enton
La pareja se quedó sentada en la orilla del puente en el que se habían casado y dejaron los pies colgando hacia el agua; juntos aguardaron a que la medianoche llegara y celebraron con una botella de vino espumoso su primer día juntos como casados. Bebieron desde la botella como dos adolescentes resueltos y se besaron junto al lago y bajo un despejado cielo estrellado, manoseándose uno al otro hasta que la cosa empezó a salirse de control y comprendieron que era hora de marchase.Para ponerse a tono, Joseph llevó a Lexy entre sus brazos y a su propio estilo hasta el auto que había conseguido en el sur del país y se la cargó en el hombro como tanto le gustaba. La joven, que llevaba más de ocho horas sin comer, se mareó de manera inmediata y se dio cuenta de que el alcohol ya había hecho efecto en todo su cuerpo.
Lexy se despidió de sus padres desde la puerta de su nuevo hogar y tras besarles en la mejilla, los observó caminar por el campo abierto y la oscuridad de la madrugada. Esperó allí en silencio, abrazándose a ella misma producto de los escalofríos que sentía.Si bien, ya le había dicho adiós en repetidas ocasiones a sus padres, este era un adiós diferente, un adiós que cortaba toda unión y que la mantendría como la mujer independiente que siempre había anhelado ser. Con un marido que sí la amaba y que la respetaba y con una vida que sí quería vivir.De pronto recordó a su fastidiosa conciencia, esa que se encargaba de contradecirle todo lo que pensaba y deseaba.“¿Por qué no estás fastidi&aac