Mimi

Joseph le pidió que adoptara una nueva posición.  Lexy no tuvo más remedio que moverse al ritmo que sus varoniles manos le pedían y encontró la posición perfecta para sus caderas.

Joseph abandonó su húmedo interior para besarle el filo de la cadera y delinear con su lengua la curva de su cintura, esa que se dibujaba perfecta por la posición que la había obligado a adoptar.

Lexy se levantó con sutileza para mirar y, aunque le gustó el modo en que Joseph le besaba las caras traseras de sus muslos, tuvo que lanzarse al colchón con fuerza cuando la lengua de este llegó hasta su ano y se coló por esa zona sensible a la que nunca nadie había llegado.

Bueno, Joseph había llegado un sinfín de veces, pero nunca con un fin com

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