2

Capítulo Dos

—¡Oh, por Dios! —chillo Miranda al tiempo que salía de la sala de reuniones.

—Shhh. Cállate —susurró Claudia.

—¿No te das cuenta? ¡Te ha pedido salir!

—Shhh. Ya Cállate, Miranda —susurró con los dientes apretados, estaba molesta.

Una voz la paralizó —¿ Claudia? —ella se giró con una sonrisa mientras Bruce 

permanecía ahí con el brazo extendido hacia ella.

—Claudia, me gustaría presentarte de manera informal a mi director de

marketing y buen amigo Steven Bosco.

Claudia extendió la mano y saludó educadamente al señor Bosco, tratando de calmar sus nervios.

—¿Qué te ha parecido la presentación, Steven? —le preguntó Bruce, detratamdi de remediar su garrafal error al no prestar la más mínima atención a lo que estaba diciendo.

—Creo que es un concepto inusual. Es lo nuestro.ya que nos gustan las cosas comprometedoras.

Claudia sonrió, satisfecha por el comentario.

—Me alegro mucho  —estaba realmente feliz de que alguien le haya prestado la debida atención a su presentación.

Entonces ocurrió lo impensable, una enorme mano muy posesiva se sintió en la parte baja de su espalda, más baja de lo habitual. Era la mano de Bruce quien con una sonrisa se disculpó con Steven. 

—¿Puedo hablar contigo? a solas. 

—Emmm,  okey —claudia  no podía evitar sentirse Cómo si estaba haciendo algo malo muy malo. Aunque ella quería quedarse a su lado para seguir sintiendo su mano sobre su cintura, había unos límites  que no quería cruzar.

Después de caminar juntos varios metros más por el lugar, por fin ella 

se detuvo, deteniéndolo a él también y se puso justo frente a él.

Grave error.

Había quedado muy cerca de él y eso no era bueno. 

Carraspeó para bajar los nervios—¿todo bien? —

—Sí, todo perfecto

—¿Entonces por qué tanto misterio solo para hablar?

El comentario de ella le causó gracia a Bruce causando que este se riera. 

Mal muy mal, ese sonido era una verdadera delicia para ella, algo dentro de ella se movió de placer al escucharlo reir así. 

—Porque sí.

Claudia frunció el ceño, qué poco profesional se estaba comportando el hombre. Y eso la molestaba, ella estaba ahí por negocios no para coquetear, aunque no iba a negar que el hombre estaba como le daba la gana, si estuvieran en otras circunstancias pues… no, no era momento de pensar en pendejadas. 

—¿Por qué? Créame señor que esa no es una buena razón.

—esta bien te diré la verdad. —Cuando ella esperaba oír su excusa, se dibujó

una leve sonrisa en los labios de él y la desafió con sus ojos misteriosos. Él

inhaló bruscamente.—Tengo que llevarte a un sitio que no sea tan oscuro.

Ella frunció el ceño, no le agradaba para nada ese comentario, Pero por alguna razón estaba olvidando que eso era una reunión profesional y que su empresa no la había enviado hasta allá para jugar con ese tío.

—¿Por qué?

—Porque necesito un lugar con buena luz para ver mejor  tus hermosos ojos.

¿Qué diablos estaba pasando? Ella por dentro no cabía por la excitación y el deseo por ese hombre tan seguro y maravilloso que sin duda era demasiado

honesto para mentirle aunque la situación fuera tan inapropiada.

Pero se dió una buena cachetada mental al recordar todos esos artículos de prensa y fotos con mujeres diferentes.

Era un mujeriego de primera y si seguía pensando en estupideces sería la próxima en su lista. Y no quería eso ¿O si?.

Claudia Vidale no era como otras mujeres. No estaba preparada para caer rendida a los pies de cualquiera. 

De ninguna manera. 

Podía estar acostumbrado a que las mujeres le cayeran como confetis, pero ella no era una de esas mujeres.

No iba a negar que era guapísimo.

 Sin duda, era uno de los solteros más codiciados del país por su aspecto y su dinero. 

Pero eso no era lo suficientemente impresionante como para destruir su dignidad. 

Ella era mucha mujer para un mujeriego, así que ella no era una mujer fácil.

—¿Perdón? ¿Quieres llevarme a otro sitio para ver el color de mis ojos?

La severidad de su tono sólo parecía hacerle sonreír más.

—Me tiene intrigado, son oscuros pero tienen algo que llama la atención y realmente son hermosos. 

—esto no es nada profesional 

—lo se, y por eso te he preguntado qué haces esta noche, para que podamos

vernos de forma no profesional.

Claudia contuvo la  sonrisa. Es que a ver, era muy difícil mantenerse indiferente a él.

—¿Tienes cuando menos una idea de lo inapropiado que es esto?

—Sí.y para ser honesto, me importa una m****a cómo espera la gente que me comporte.

Okay, eso le gustaba.

Un rebelde.

Estaba enganchada.

—Nunca lo había visto así, y soy una persona a la que le encanta desafiar

las normas. 

Él debía de haber visto su expresión reacia porque su sonrisa se hizo más

amplia.

—¿En serio? Sería muy divertido salir juntos, ¿no crees? ¿Qué haces esta

noche?

Ella se rió entre dientes.

—Me iré a la cama. Sola. Y temprano.

—Me gusta que te vayas sola. Pero No me gusta que te vayas temprano.

 Ella respiró profundamente y se urgió a decir algo, pero su lengua no cooperaba. 

Aunque lo hubiera hecho, su mente no era capaz de darle ninguna orden en poco tiempo. 

Porque la forma en la que él la

miraba era un espejo de todo lo que ella sentía.

 Lujuria intensa. 

Avidez. 

La química sexual entre ellos era palpable muy palpable 

—Si estás ocupada esta noche, ¿qué te parece mañana por la noche?

—Mmm, No sé mañana. —Ella sonrió lentamente mientras su cabeza le gritaba

que dijera que sí pero su parte racional le decía que no. Un NO muy grande 

Sin duda él estaba acostumbrado a que las mujeres le dijeran que sí sin dudar. 

Claudia estaba por rechazarlo cuando Bruce señaló con emoción.

—Oh, mira. Ese rincón está muy iluminado. Vamos ahí.

Su entusiasmo infantil y el infinito interés por descubrir el color de sus ojos la conquistaron. 

Ambos rieron. 

Bruce no parecía un hombre que se rindiera fácilmente. Por más que

ella intentara rechazarlo y aplacar su interés, parecía que eso no iba a suceder.

Esta noche no. No con ella.

—Entonces, ¿nos vamos?

—¡Claro! 

—Por fin.

Él se giró tan cerca que ella inhaló su perfume masculino. Le gustaba. 

Ella alzó la mirada hasta encontrarse con la de él y el corazón le subió a la garganta. 

Golpeada por su ardiente química sexual, ella tragó saliva cuando él se acercó aún más.

Él levantó las manos y deslizó los dedos lentamente sobre sus mejillas.

Claudia  no se movió, no lo alejó y se esforzó por que sus ojos no se

cerraran ante el delirante placer. 

—Son un poco… ¿Tienes lentillas?

En el momento más ardiente de su vida Claudia se echó a reír.

Él le soltó la cara y se rio en bajo.

—¿Porque usas lentillas?

—por qué son inusuales y no quería que la atención se la llevarán mis ojos sino la presentación. 

Él tragó y su sonrisa se desvaneció, quedando sustituida por una expresión de gran asombro.

—Sabes que los dos vamos a volver a viajar  ¿no? Estaré fuera

de tu oficina cada tarde preguntándote si estás libre para salir.

Claudia contuvo una sonrisa. ¿A qué iba eso?

—Eso estaría muy mal por tu parte, porque no puedo rechazarte si estamos compitiendo por tener a tu empresa como cliente.

Él agitó la cabeza.

—No quiero que quedes conmigo por el contrato. Quiero que quedes conmigo porque quieras quedar.

—Pues no se. Ya veremos. 

—Lo haremos. Por ahora… —Él deslizó los dedos por sus mejillas otra vez, y a ella se le entrecortó la respiración al intentar ocultar el hecho de que estaba desesperada por su contacto.

—Creo que estaba a punto de besarte.

Claudia abrió los ojos de par en par y se rio horrorizada.

 Que descarado 

—Me estás vacilando. ¿Cierto?

—No. —Pero él esperó a quince centímetros de ella, mirándole a los labios con ansia. De verdad quería besarla.

Sin pensar conscientemente, Claudia  bajó la mirada hacia su boca y el tiempo se detuvo. Se regañó mentalmente, porque él estaba acostumbrado a esto.  Él creía que podía  conseguir a quien quisiera.

Ella se inclinó hacia delante y giró la cabeza hacia un lado en el último momento, ofreciéndole la mejilla.

Él apretó los labios sobre su piel en el beso más dulce. Bruce asintió sonriendo mientras le soltaba la cara y se retiraba.

—¿Te apetece tomar algo?

—Creo… —Ella dio un paso a un lado con una sonrisa, pero era casi doloroso alejarse de él—. Voy a volver a mi hotel para descansar.

Él asintió y metió las manos en los bolsillos.

—Supongo que te veré pronto. 

—Tal vez —Ella se dio la vuelta y solo había dado dos pasos cuando se

mordió el labio inferior y apretó los ojos. Inspirando profundamente, se giró

en contra de su buen juicio, estaba loca muy loca —. ¿A qué hora me puedes recoger mañana?

Bruce sonrió como el gato de Alicia en el país de las maravillas sus ojos color miel le ardían mientras le mantenía la mirada.

—¿A las seis te parece bien?

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo