4. Quítate el vestido

Después de robarse una botella de alcohol escondida en el jardín, Satarah no pudo evitar llorar sintiéndose miserable.

—Todo esto es tú culpa Dimitry, tenías que casarte con otra y romper el contrato con mi padre.

Ahora su madre la creía una traidora, todo el mundo la despreciaba y ella cada vez se sentía peor.

—¿De verdad? 

Ella dio un respingo y alzó la cara encontrándose con la mirada desdeñosa de su enemigo.

—Luces lamentable. ¿Tuviste que correr de nuestra fiesta de bodas para emborracharte? 

Satarah se levantó tambaleante y lo señaló con rabia.

—Tú siempre has sido un imbécil.

Él entornó los ojos y ella quiso acercarse para abofetearlo, sin embargo, pronto perdió el equilibrio y estuvo a punto de caer al suelo pero fue sostenida por Dimitry.

Torpemente Tarah alzó su mirada encontrándose con aquellos ojos fijos en ella.

—Suéltame.

—Apenas puedes mantenerte en pie.

—Puedo caminar.

Empujó sus hombros aunque ni siquiera logró moverlo un poco. Dimitry la ignoró tomándola en brazos estilo novia.

—Que apropiado, ¿hiciste esto solo para que cumpliera tu fantasía infantil de llevarte por el umbral?

Él se estaba burlando de ella como siempre lo hacía.

—¡Que te jodan, bastardo!

Dimitry arqueó una ceja.

—Prohibido el alcohol para ti. Te pone impertinente y grosera. No me sirve una esposa así.

—Rompe el contrato de matrimonio y déjame en libertad si no te gusta.

Ella dijo lo que pensaba y no se atrevía al estar sobria.

Dimitry se mostró irritado entrando a la habitación que iban a compartir.

—No funciona así.

La colocó sobre la cama.

—Date una ducha, apestas a alcohol.

—¿Y qué demonios te importa? No es como si fueras a dormir conmigo —gruñó ella.

—Ese es el problema, tú y yo sí dormiremos en la misma habitación. 

Una vez más Satarah abrió los ojos con espanto.

—¿Creíste que íbamos a tener habitaciones diferentes? Te creí más inteligente, Satarah. Soy el Pakhan, no seré humillado casándome con una mujer y durmiendo en otro lugar.

A duras penas se levantó de la cama aunque una vez más perdió el equilibrio, solo que esta vez él no pudo atraparla y se golpeó.

—Maldita sea.

—Tienes una boca muy sucia, estoy sorprendido.

Él intentó ayudar a levantarla, sin embargo, Satarah se apartó antes de que pudiera tocarla.

—¡No!

El hombre pareció irritado por su actitud.

—No tienes opción sobre esto y ciertamente no discutiré con una persona que probablemente mañana olvidará lo que dijo.

La tomó del brazo levantándola y casi la arrastró hasta el baño.

—Quítate el vestido.

—¡Eres un pervertido!

—Y tú muy irritante. Necesito que te desvistas para meterte a la ducha, no puedes dar un paso sin caerte.

Ella iba a protestar pero dejó salir un suspiro sabiendo que él tenía razón.

“De todas maneras no me mirará más de lo debido. No soy el tipo de Dimitry.”

—Ayúdame con el cierre.

Le dio la espalda al hombre. Dimitry se posicionó detrás de ella en silencio abriendo el cierre de su vestido y cuando lo bajó hasta su cadera sintió un suave roce en su espalda.

La yema de sus dedos provocaron un escalofrío en la piel de Satarah quién se congeló sin saber qué demonios había sucedido.

—Listo —murmuró él cerca de su oído erizándole la piel.

El corazón de Satarah comenzó a latir descontrolado bajo su pecho y su respiración se volvió trabajosa. Necesitaba alejarse de él.

Lentamente deslizó el vestido dejándolo caer al suelo sintiendo la mirada penetrante del hombre detrás de ella. Salió del vestido dando un paso hacia adelante.

—Maldito alcohol —gruñó frustrada al sentirse tambalear otra vez.

Una vez más Dimitry la sostuvo. La diferencia de ese momento es que ahora ella estaba más vulnerable. 

Él había envuelto su brazo musculoso alrededor de su cintura y tiró de ella hacia atrás ciñéndola a su pecho. Satarah pudo sentir la piel de su brazo contra la suya.

—Eso te enseñará a no actuar de manera imprudente.

Dimitry la alzó y Tarah tuvo que ahogar un gemido de sorpresa. Instintivamente echó un brazo hacia atrás aferrándose a su cuello.

—¡Ah! –gimió cuando él no tardó en abrir la llave dejando caer agua helada sobre ella—. ¡¿No pudiste calentarla un poco?!

—No.

—¡Está muy fría!

Él no respondió pero al verla más despierta cerró la llave y la envolvió en una toalla antes de volver a cargarla.

—Tenían razón. El matrimonio es una carga.

—Imbécil, llevamos casados apenas unas horas.

—Imagínate lo que tengo que soportar durante un año.

Tarah parpadeó atontada.

¿Acaso él se estaba burlando de ella?

“No. Dimitry primero se moriría antes de hacer una broma.”

Al salir del cuarto de baño la dejó sobre la cama y se volvió al closet mientras que Tarah lo observaba. Se sentía un poco mejor pero aún el alcohol estaba fluyendo en sus venas.

Por eso mientras detallaba a Dimitry notó como los músculos de su espalda se movían mientras buscaba ropa.

—No volveré a beber más. Estoy teniendo alucinaciones.

Unas alucinaciones que le hacían creer que Dimitry era un hombre muy sexy cuando ella realmente lo veía como un imbécil amargado.

—Sécate y vístete.

Su voz sonó como un gruñido después de que deslizó una mirada hastiada por el cuerpo de ella.

Satarah reconoció el gesto despectivo de Dimitry y recordó cuando lo odiaba. Pero aún así le dolía que la tratara de aquella forma.

—No vuelvas a hacer nada estúpido —le dijo mirándola como siempre lo hacía.

Inexpresivo.

Le lanzó un pijama y pronto se dio la vuelta saliendo de la habitación dejándola sumida en un silencio ensordecedor.

—Necesito mucha fuerza de voluntad para soportar este año.

Bajó la mirada hasta aquel pijama y se ruborizó notando lo revelador que era.

—¡Ni creas que me pondré esto, Dimitry Romanov!

Satarah lo arrojó al suelo y se levantó buscando su propia ropa.

*

—Buenos días señora Romanova, su desayuno está listo.

Incómoda en aquel nuevo entorno, Tarah saludó a la cocinera.

—¿Sabe dónde está Dimitry? 

A pesar de lo que había dicho su lado de la cama estaba intacto, lo que quería decir que su esposo no había dormido con ella. No sabía si sentirse aliviada o no.

—Yo… no lo sé señora.

Tarah notó como las dos empleadas detrás de la cocinera se miraban y todas parecían incómodas.

“¿Qué me estás ocultando, Dimitry?”

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