8. Nuestra habitación

Tarah tragó saliva sintiendo que su corazón latía cada vez más rápido ante la intimidante presencia de su esposo.

—¿Q-qué haces aquí? —preguntó con un hilo de voz sin apartar su mirada de Dimitry.

El hombre la recorría como si estuviera estudiando cada parte de su cuerpo.

Arqueó una ceja casi divertido por el tono que ella había utilizado y dio un paso más cerca de la cama. Enseguida Satarah contuvo el aliento.

Su cuerpo brillaba con las gotas de agua que se deslizaban por su piel maciza.

—¿Qué hago aquí? Es nuestra habitación de casados ¿Acaso lo olvidaste, Malyshka?

Su tono enronquecido provocó que el vello se erizara bajo su mirada aunque trató de fingir indiferencia por lo que él le hacía sentir.

—Ayer no dormiste aquí, así que puedes irte a donde quiera que estuvieras.

Giró la cabeza para que él no pudiera notar el rubor en sus mejillas pero al escuchar la risita divertida de Dimitry no pudo evitar girarse a verlo desconcertada con el ceño fruncido.

—¿Me extrañaste ayer?

—Ni en
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