El día amaneció con un aire de incertidumbre, pero también con una extraña tranquilidad. Mi rutina de los últimos meses había adquirido un tinte diferente desde la confesión de Chasse. Cada interacción, cada cruce de miradas, parecía estar cargado de un significado que ambos entendíamos, aunque ninguno de los dos se atrevía a mencionar.Estaba sentada en mi escritorio, revisando una propuesta de marketing para una nueva línea de productos de la empresa, cuando Chasse apareció en la puerta. No tocó, simplemente se apoyó en el marco y me miró con esa mezcla de autoridad y calidez que tan bien sabía manejar.—Harmony, necesito que vengas a la reunión con el equipo de Nueva York. —Su voz era directa, pero había un deje de algo más, algo que solo yo podía captar.—Claro. Dame un minuto para terminar esto. —Asentí sin levantar la vista, intentando aparentar que mi corazón no había dado un salto al verlo.—Te espero en la sala de juntas. —Dicho eso, desapareció tan rápido como había llegado.
El amanecer trajo consigo un cielo gris que reflejaba el estado de mi mente. Había pasado toda la noche en vela, debatiéndome entre las palabras de Chasse y mi propia incapacidad para aceptar lo que sentía. Su confesión había sido como un terremoto, sacudiendo cada rincón de mi alma y dejando expuestas grietas que ni siquiera sabía que existían.Escape antes que despertara del apartamento y llegué temprano a la oficina, con la esperanza de organizar mis pensamientos antes de enfrentarme a él. Pero no importaba cuánto intentara concentrarme en los informes apilados sobre mi escritorio, su voz seguía resonando en mi cabeza."Esto... lo que tenemos... vale la pena."¿Cómo se suponía que debía reaccionar a eso? Había pasado tanto tiempo convenciéndome de que nuestra relación era puramente profesional, un arreglo práctico sin cabida para emociones. Pero ahora, todo parecía diferente. Él parecía diferente.—Buenos días, Harmony —dijo una voz detrás de mí, sacándome de mis pensamientos.Me gi
El sonido del agua corriendo en la cocina fue lo primero que escuché esa mañana. Me estiré en la cama, dejando que el suave aroma del café recién hecho me invadiera. Vivir con Chasse era una mezcla de caos y calma. Había momentos en los que nuestras personalidades chocaban como tormentas eléctricas, pero otros, como este, en los que todo parecía encajar perfectamente.Me levanté lentamente y me puse la bata. Al llegar al umbral de la cocina, me apoyé contra el marco de la puerta, observándolo. Chasse estaba de espaldas, vistiendo una camiseta gris ajustada que delineaba sus hombros fuertes. Movía la espátula con destreza, preparando algo que parecía un omelette.—¿Desde cuándo te volviste chef? —pregunté con una sonrisa. Chasse giró la cabeza, lanzándome una mirada rápida antes de volver su atención a la sartén.—Desde que descubrí que mi prometida no es fan de los desayunos en cama —respondió con tono burlón. Rodé los ojos, entrando a la cocina.—Los desayunos en cama son un desastre
Desperté antes que Chasse aquella mañana. Los primeros rayos del sol atravesaban las cortinas de la sala, iluminando nuestros cuerpos enredados sobre el sofá. Me quedé observándolo dormir, con su respiración pausada y la expresión relajada que rara vez mostraba cuando estaba despierto. Había algo tan pacífico en él en ese momento que casi podía olvidar todo lo que habíamos atravesado para llegar hasta aquí.Me moví con cuidado para no despertarlo, pero en cuanto intenté levantarme, su brazo me rodeó con más fuerza.—¿A dónde crees que vas? —murmuró, su voz ronca por el sueño.—Voy a preparar café. ¿Quieres uno? —sonreí, acariciando su cabello.—Solo si lo haces con amor. —Abrió un ojo y me miró con esa mezcla de ternura y picardía que hacía que mi corazón se acelerara.—No sé si mi amor incluye moler granos de café a las seis de la mañana. —Reí suavemente y logré escapar de su abrazo.Cuando regresé con las tazas, Chasse ya estaba completamente despierto, revisando algo en su teléfono
El sonido de la lluvia golpeando las ventanas me despertó antes de lo habitual. Al principio, no pude identificar qué me había sacado del sueño; solo sabía que había una sensación extraña en el ambiente, como si algo estuviera fuera de lugar. Giré la cabeza hacia Chasse, quien dormía profundamente a mi lado. Su rostro relajado contrastaba con la inquietud que me oprimía el pecho.Me levanté con cuidado para no despertarlo y me dirigí a la sala. Los rayos del amanecer aún no habían aparecido, y la casa estaba sumida en un silencio que me parecía demasiado ensordecedor. Me serví una taza de café y me senté junto a la ventana, observando cómo las gotas resbalaban por el cristal.Mis pensamientos comenzaron a divagar hacia todo lo que habíamos construido juntos. Desde ese momento incómodo en la oficina, cuando su propuesta de matrimonio por contrato había salido de la nada, hasta la conexión real que ahora compartíamos. Pero incluso con todo lo que habíamos avanzado, había días como este,
La mañana había comenzado tranquila, casi demasiado perfecta para ser verdad. El sol entraba a raudales por las ventanas del apartamento, bañando todo con una luz cálida que contrastaba con el frío aire de enero. Estaba en la cocina preparando el desayuno mientras Chasse hojeaba algunos documentos en la mesa del comedor. Desde que habíamos comenzado a vivir juntos, las rutinas cotidianas habían adquirido un nuevo significado. Todo parecía más estable, más sólido, aunque mi mente aún albergaba miedos que no me atrevía a verbalizar.—¿Café o té? —pregunté, girándome hacia él.—Café. Siempre café. —Sonrió, sin levantar la vista del documento que tenía en las manos.Le serví una taza y me senté frente a él con mi propio té. Lo observé en silencio por un momento. Estaba concentrado, con el ceño ligeramente fruncido y los labios apretados, como si aquello que leía lo incomodara.—¿Todo bien? —pregunté, rompiendo el silencio. Chasse levantó la mirada hacia mí y, por un instante, pareció deb
La tensión en el apartamento era palpable. Desde nuestra conversación de la noche anterior, Chasse y yo habíamos caído en un incómodo silencio. Aunque me había prometido que manejaría la situación, no podía dejar de pensar que me estaba ocultando algo importante. Ese mismo pensamiento me había robado el sueño, y mientras me levantaba esa mañana, sentí la carga de las dudas acumulándose como un peso en el pecho.Chasse no estaba. Había salido temprano a la oficina, según decía la nota que dejó en la encimera. La caligrafía apurada parecía reflejar su prisa. "Tengo que arreglar unas cosas en la empresa. Nos vemos en la cena. Cuídate, mi amor." Intenté que la dulzura de sus palabras calmara mi ansiedad, pero no lo lograron.Decidí salir a caminar para despejar mi mente. Las calles de la ciudad estaban llenas de vida: el bullicio del tráfico, el murmullo de las conversaciones, los olores de los puestos de café y comida rápida. Pero para mí, todo pasaba como un borrón. Mi mente seguía ancl
Desperté temprano aquella mañana con la sensación de que el día traería consigo respuestas, aunque no estaba segura de si serían las que deseaba escuchar. El recuerdo de la conversación con Chasse la noche anterior seguía fresco en mi mente. Habíamos decidido enfrentar juntos las sombras de su pasado, pero la incertidumbre aún pesaba sobre mi pecho.Él todavía dormía, su respiración profunda y pausada, como si el sueño fuera su única tregua de los problemas que nos rodeaban. Me quedé mirándolo un momento, tratando de reconciliar al hombre que ahora compartía mi vida con el desconocido que se revelaba en esas fotos y documentos. ¿Hasta qué punto había cambiado realmente?Decidí preparar café mientras ordenaba mis pensamientos. La cafetera silbó suavemente, llenando la cocina con un aroma cálido que contrastaba con la frialdad de mis dudas. Estaba sirviendo dos tazas cuando escuché sus pasos detrás de mí.—¿Dormiste bien? —preguntó con voz rasposa, apoyándose contra el marco de la puert