—Papá, no es momento —comienza a decir Lucca.
—No puedo creer que finalmente hayas encontrado a alguien —el hombre sonríe—. Ay, hijo. Te felicito. ¿Cómo es que no me lo dijiste?
—Es que no es así, yo...
—Papá, creo que mejor dejamos las preguntas para después —dice Jena con tranquilidad— ¿Crees que puedas dejarnos?
—¿Qué es más importante que saber que tendré un nieto? —Ismael sonríe—. No es momento de trabajar, ¿Por qué no me dices cuándo puedo conocerla?
—Podemos organizar una cena la próxima semana —Jena suspira—. Necesitamos irnos a resolver un asunto importante. ¿Nos vemos luego?
Jena mira a su hermano de manera seria para que realmente lo siguiera.
Ismael no entendía lo que estaba ocurriendo, pero en muchas oportunidades no lograba entender a sus hijos.
—¿Por qué m****a le dijiste a papá que nos reuniríamos? —le pregunta con enojo mientras se sube a su auto.
—Lucca, ¿Realmente tienes ganas de tener otro dolor de cabeza ahora mismo? Sabes lo que pasaría si papá se entera de lo que está pasando, no me jodas. Es mejor resolver un asunto a la vez, después vemos cómo m****a se lo vas a decir.
—¿Y a dónde me estás llevando?
—A la jodida clínica.
—La clínica está cerrada. Me lo acaba de decir.
—Entonces vamos a mi casa a hacer unas llamadas. Necesitamos resolver esto cuanto antes.
Samara no había dejado de llorar desde que Zyan se fue. Karla fue la única capaz de consolarla y mantenerse a su lado, la mujer estaba destrozada.
—Hace horas que se fue y no aparece, Karla. En este momento la policía debe estar buscándome, mi padre va a asesinarme —dice entre sollozos.
—Eso es lo que menos tiene que preocuparte ahora. ¿Qué es lo que piensas hacer?
—Quiere que aborte al bebé —dice mirándola—. No quiero hacerlo. Tengo poco más de dos meses, ¿Qué diablos le pasa?
—Estoy segura de que lo entenderá. Cuando se calme todo estará bien.
—No entiendes. Zyan no va a criar el hijo de alguien más y ese hombre va a querer buscarme. ¿Cómo hago para que él no termine por meterle un tiro?
—Nunca va a encontrarte si estás en la finca. Ya sabes cómo es él, luego se le pasará.
—Lo peor que le puedes hacer a Zyan es matarle el orgullo, y ahora mismo está hecho pedazos. No sé qué voy a hacer.
Samara lo conocía más que nadie, él simplemente no regresaría a decirle que todo estaría bien y buscaría una solución.
Zyan no era esa clase de hombre, ahora mismo tendría que estar repartiendo balas en medio de la ciudad.
Las luces de la disco alumbraba su rostro despreocupado.
Zyan se había olvidado de todo el asunto del bebé justo dos horas después de haberse largado.
En la clínica no encontró a nadie, y tampoco les dio una explicación a sus hombres de porqué quería llenar de plomazos el lugar.
Terminaron en la disco de la cual era dueño, necesitaba algunos tragos y también distracción. Ismael le trajo a un par de mujeres para olvidar lo que había ocurrido.
—¿Ya tienes que irte? —le pregunta la mujer mientras acariciaba su pecho—. Vamos, quédate.
—No puedo, cariño. Tengo que volver a mi casa —dice el hombre mientras se levanta de la cama—. Tengo que resolver unos cuántos problemas. Mi novia me está esperando.
—Ella ni siquiera va a saber que estás aquí —se queja— ¿Cuándo volveré a verte?
—Ya sabes, bebé. Solo puedo venir de vez en cuando, así que prepárate
A Zyan no le había dado ni una pizca de remordimiento correr hacia su consuelo en la disco.
Hayley siempre estaba dispuesta y él no tenía ganas de regresar a casa. Sin embargo, unas horas después, cuando revisó su celular, supo que era suficiente.
—¿Sabe que estoy aquí? —pregunta Zyan en cuanto sube a la camioneta.
—No, jefe. Llamó algunas veces, pero no le respondí.
—Bien. Es mejor que me largue. Vámonos.
Samara no solo tenía que lidiar con la idea de que tuviera un hijo de alguien más, sino que su prometido la había abandonado todo el día, sin importarle lo que tuviera que estar atravesando.
Karla estuvo con ella hasta que le tocó acatar órdenes de Ismael, él había querido que controlara la seguridad de la finca mientras se mantenía afuera.
Cerca de la medianoche es cuando él finalmente apareció. La camioneta se estacionó fuera y ella se colocó la bata para ver lo que ocurría.
Se encontró con que Ismael y Karla lo ayudaban a entrar a la casa, ambos intentaban que se sentara en el sillón de la sala.
—¿Qué haces aquí todavía? —escupe Zyan cuando la ve caminar hacia él.
—¿Cómo eres capaz de desaparecer todo el día? —responde enojada mientras los empleados comenzaban a salir de la casa.
—No, no, no. Muchachos, no se vayan —dice con la lengua trabada—. Ayuden a la señorita a llevarse sus cosas.
—¿Qué carajo estás diciendo, Zyan? —Samara frunce el ceño.
—Vas a dormir en otra habitación, hasta que resolvamos todo esto —él suspira y la mira— ¿Sacaste una jodida cita con el doctor o no?
—¿Estás mal? —ella lo mira—. No puedo hacerlo, Zyan —ella intenta que cierre la boca, pero ni siquiera se percata de sus señas.
—¿Cómo que no vas a poder? ¿Qué te crees que va a suceder aquí? —él se ríe y niega con la cabeza—. ¡Yo no voy a criar al hijo de nadie!
—¡Zyan! —la mujer intenta que no hable más, los dos empleados estaban mirando la situación.
—¿No quieres deshacerte del bebé? ¡Entonces puedes irte al diablo! —grita—. ¡Parece que es lo único que te importa! ¿Qué hay de mí?
—Todo esto lo hice por ti —le dice con angustia—. Lo que estás haciendo ni siquiera es justo. ¿Qué culpa tengo de lo que está pasando? —las lágrimas comienzan a deslizarse mientras el hombre se pone de pie—. No me puedes hacer esto.
—Te di una opción y era que lo resolvieras. ¿Qué te hace pensar que podría seguir contigo? ¿Que lo haces por mí dices? —comienza a reírse—. Las cosas se hacen como las ordeno, parece que todavía no entendiste cómo funciona todo aquí.
—¿De qué me culpas? —ella traga saliva y cuando él se acerca mira su cuello marcado— ¿Qué carajo es lo que tienes en el cuello, Zyan? ¿Con quién estuviste?
—¡No intentes tirarme la mierd* encima! ¡Que eres tú la que tiene un hijo de otro!
—Hijo de puta —gruñe con enojo— ¿Esto es lo que me merezco? ¿Qué me trates como una mierd*? ¡Yo nunca te engañé! ¡Siempre hice todo por ti!
—Lo que hiciste es porque te encanta la vida que llevamos. ¿O me vas a decir que te divertías estando al lado de tu padre? —Zyan se ríe—. No seas hipócrita, todo lo hiciste para salvarte el trasero.
—Maldito bastardo.
Cuando Zyan sintió que su mejilla estaba ardiendo, era demasiado tarde para darse cuenta de que estaba a punto de caerse al suelo.
Ismael tuvo que ayudarlo mientras él gritaba en el suelo y Karla se mantenía en su lugar, a pesar de que quería salir corriendo detrás de Samara.
—¡Karla! —vuelve a gritar Zyan— ¡Quiero que se largue!
Eso había sido lo más humillante que tuvo que pasar en su vida, porque no solo había hecho partícipe de la escena a sus empleados, sino que la había acusado de todo lo que ella no había hecho.
Zyan la había engañado y por alguna razón entendió que tampoco había sido la primera vez.
Cuando Karla entró a su habitación, la vio cerrando las maletas. La mujer no había dejado de llorar, pero no iba a permitirse seguir en aquella casa.
—Lo escuché. No te preocupes que estoy a punto de largarme —le dice Samara mientras busca sus perfumes—. Cierra la puerta.
—Señora, tiene que tranquilizarse...
La mirada de Karla va hacia la mujer frente a ella, quién pone la clave en la caja de seguridad y comienza a sacar varios fajos de billetes.
Ella no dijo nada, simplemente dejó que lo pusiera en su maleta y la comienza a arrastrar por el suelo.
En este momento poco le importaba a Samara que todo el mundo la estuviera mirando mientras salía de la casa. A Zyan no lo cruzó de nuevo y lo único que quería era que alguien la sacara de allí.
—Déjeme llevarla —le dice Karla
—No quiero meterte en problemas, sabes cómo es. ¿Crees que alguien pueda llevarme? ¿O me puedes llamar un taxi?
—James está en su día libre. Sube, que te llevaré a algún sitio, confía en mí.
No le quedó otra opción que aceptar, sabía que no había manera de que un jodido taxi llegara hacia allí.
Ninguno de los empleados de Zyan la llevaría si sabía que al día siguiente amanecería con una bala entre las cejas. Karla era una excepción.
—No se lo diré —le asegura la mujer cuando ya están lejos de las tierras de su ex prometido
Samara gira su rostro y la mira, nublada por las lágrimas que estaba derramando.
No sabía qué responderle, nadie se había atrevido a contradecir a Zyan y el hecho que deseara que se vaya, no implicaba que uno de sus empleados la llevara.
—Perdóname. No quería que terminaras en medio de esto —ella suspira—. Solo necesito que me lleves a un hotel y luego pensaré qué hacer.
—Él va a encontrarte en un hotel. Sabes que mañana te buscará.
—Puede irse al infierno. Por la mañana estaré lejos —seca sus lágrimas por furia
Ni siquiera quería pensar en la posibilidad que la buscara al día siguiente.
Lo que había hecho Zyan ni siquiera se justificaba con el alcohol que traía encima o con el dolor que podía haberle causado lo ocurrido.
La echó de la casa como un perro, como si de verdad ella lo hubiera traicionado y si había algo en lo que Samara estaba segura era que no quería regresar allí.
Karla se lamentó por despedirse de ella, pero no tenía opción.
Samara pensó en que de cierta manera las cosas debían pasar así, porque si ella se atrevía a decir que había acordado reunirse con el hombre al otro día, entonces estaría perdida.
Lucca entraba a la oficina de su hermana mientras se desabrochaba el traje. Estaba increíblemente nervioso, no tenía idea de lo que iba a ocurrir en unas horas. La única solución que les dio el dueño de la clínica fue que podían reunirse para acordar lo que querían hacer con todo ello, aunque estaba claro que no se salvarían de la demanda que la familia Birdwhistle le iba a poner.—¿Tienes el contrato listo? —Lucca se sienta frente a ella mientras la mujer se quita los anteojos.—Lo tengo listo, pero quiero que sepas que esto es una locura —el hombre hace una mueca—. Esa mujer no aceptará lo que quieres pedirle.—¿Es una locura que quiera tener a mi hijo? —frunce el ceño.—No. La locura es que quieras quitarle cualquier derecho, Lucca. ¿No te has puesto a pensar que quizás ella no quería tener?—Lo quería tener con alguien más o quizás es una mujer que también iba a alquilar su vientre. Estoy seguro de que tanto ella como yo, no planeó que nos emparejáramos en primer lugar.—Ese bebé
Tres meses habían pasado desde aquella reunión tan desafortunada. Samara entendió que lo mejor que podía hacer era valerse por su cuenta, sin importarle Zyan ni mucho menos aquel hombre que quería reclamar a su bebé como si se tratara de un bolso costoso. Ella pudo conseguir un departamento pequeño donde quizás le alcanzaría por unos meses para pagar la renta mientras intentaba pensar en un plan.No podía buscar trabajo, la mayoría de las personas no buscaban a una embarazada para luego tener que hacerse cargo, ni tampoco se sentía demasiado bien para estar todo el día fuera. Por un momento Samara pensó en buscar a su padre, pero al recordar que él no quería tener noticias de ella desde hace tiempo, desistió a la idea.—Buenos días, señorita —saluda el hombre con una sonrisa— ¿Qué está buscando?—Buenos días —ella aclara su garganta y lo mira—. Necesito ver computadoras. ¿Podría orientarme en los precios?—Por supuesto que sí, sígame. ¿La necesita para algo en específico?—Soy diseñad
El pánico se apoderó de ella y Samara ni siquiera sabía cómo explicarle la situación. Lo único que tenía claro es que tenía que largarse de allí, Zyan no la podía encontrar.—¿Quiénes son esos hombres? ¿Qué es lo que ocurre? —Lucca frunce el ceño ante su nerviosismo—Tenemos que irnos, no puede verme —la mujer toma su computadora y la maleta que tiene sobre la cama, metiendo todo lo que podía dentro—¿Puedes decirme lo que está ocurriendo?—Es mi ex prometido. Si no quieres terminar con un tiro en la cabeza, entonces vete de aquí.—¿Qué mierda?Lucca vuelve a fijarse por la ventana y nota que el hombre comienza a caminar hacia la entrada. No entendía por qué tanta agresividad, ni porqué el susto de Samara al verlo, pero tenía que hacerle caso en un momento como este y sacarla. Después podía pensar en lo que vendría.—No puedes llevarla. Solo va a atrasarte y créeme que no hay mucho tiempo —le dice él mientras le quita la maleta de sus manos—Tengo toda mi ropa, está todo allí —insiste
Samara se encontraba en un estado de negación. No por el hecho del matrimonio, sino porque sabía que por más dinero que Lucca tuviera, no podía protegerla de alguien sin escrúpulos.Cuando Zyan se entere de que ahora ella en teoría se había casado con alguien más, lo asociaría a que era una relación de mucho antes. Lo tomaría como un engaño, y sin dudas, cuestionaría el asunto de la clínica de fertilización con respecto al bebé. Ese hombre no se tomaba las traiciones de buena manera, no es como que lo olvidara y ya.—¿Tienes claro quién es él? —ella frunce el ceño—. Nunca sucederá. No hay manera de que puedas poner dinero para protección.—En todo caso, sin casamiento o no, estás en peligro. Tienes a mi bebé en tu vientre, tengo que encontrar la manera de protegerte. Sin embargo, con el matrimonio, serás alguien público, todos sabrán que eres mi esposa, puedo darte otra clase de protección. Sabes que esto no es lo mejor para ninguno de los dos, pero quizás sea nuestra única opción.—¿
Sabía que su hermana tenía razón, pero Lucca no podía permitirse que se descubriera la farsa de su matrimonio. Tenía que renunciar a las mujeres por el momento, y ciertamente, era lo que más le estaba costando dejar. Más allá de eso, ni siquiera se había cuestionado por qué diablos tenía aquel instinto protector por aquella mujer que apenas conocía. Se preguntaba si el hecho de ver la manera en la que su ex prometido había ido a buscarla le había removido algo en su interior, pero no tenía respuesta alguna. Otro punto en cuestión era mantenerse lejos de ella. La mujer era condenadamente caliente, le había atraído desde el momento en que la vio en la empresa y no sabía si sería capaz de mantener sus manos lejos. Le iba a ser fiel por más de siete meses a una mujer que ni siquiera quería mirarlo, eso era hasta gracioso. —Por favor, Jena. No sumes más problemas a mi cabeza ahora mismo —le responde mientras frota su rostro—. Puedo lidiar con ello. Solo necesito saber si has podido sacar
Pov Samara Ciertamente, el viaje estaba siendo un fastidio. La hermana de Lucca nos había recogido unas horas más tarde, por lo que tuvimos que ir hasta el aeropuerto privado para tomar un vuelo. Allí es cuando conocí a su esposo, Vinicius. Él era un hombre agradable, parecía divertido con la situación de enviarme a la jaula de los lobos. No conocía a su familia, pero suponía que eran los típicos ricos inconformistas, que evaluarían hasta el jabón que uso para ducharme. Lo que odié toda mi vida. —Solo intenta no dar tantos detalles de nuestra relación —me dice Lucca —No pasará mucho tiempo para que tu madre piense que me embaracé por tu fortuna —hago una mueca y lo miro —No tienes que preocuparte por lo que piense el resto. No va a ser la primera ni la última persona que lo piense, se supone que nuestra relación fue rápida. —¿Realmente crees que esto funcionará? —Si, solo intenta tener otra clase de conversación. Mi padre preguntará, pero solo decimos lo que ensayamos —él da un
Pov Lucca Mis padres se habían casado en Hawái, en un romántico encuentro junto a la playa. Esa era la razón por la que cada año íbamos al mismo lugar, querían festejar su amor y mi padre le compró un complejo en la isla para que todo sea mucho más privado. Mi madre odiaba la prensa. En realidad, no tenía temor de la opinión de mis padres sobre mi repentino matrimonio y el bebé en camino, pero me incomodaba por ella. Apenas estábamos saliendo de una situación complicada para que mi madre esté cuestionando cada paso que hemos dado. Y no solo eran ellos, toda la familia estaba allí. Tíos, primos y abuelos, la familia completa. Mi hermana me sugirió que lo mejor sería llegar tomados de la mano, que Samara esté caminando a diez pasos de mí no era muy bien visto, y se lo comuniqué cuando bajamos de la camioneta. Tuvimos el efecto esperado, y cuando mi madre vino a saludarme, se quedó mirando a mi esposa con el ceño fruncido. —¿Quién es ella? —Mamá... —¡No puedo creerlo! —mi padre g
Pov SamaraLa madre de Lucca no me daba buena espina. No porque fuera mala, porque en realidad ni siquiera la conozco, pero sé que me dará más de un dolor de cabeza por la forma en la que me miró apenas llegué.Su padre era una persona cálida, tomó bien el hecho de que estábamos casados y también sobre los bebés. Eso era algo que me daba tranquilidad, tenía un problema menos con el que lidiar, pero su madre no parecía feliz y yo apenas le había dirigido la palabra.Comencé a pensar que lo mejor sería relajarme un poco, han sido días de mucho estrés por todo lo ocurrido, desde aquel llamado de la clínica todo se había vuelto al revés.El lugar era un jodido hotel de lujo, tenía muchas habitaciones y un salón principal. Supuse que también había una cocina, pero la verdad es que no lo recorrí lo suficiente. Llegué a la conclusión de que su familia estaba bañada en dinero, y era algo lógico, después de ver la mansión en donde vivía Lucca.—¿Cómo van tus primeros minutos en Hawái?Apenas s