Capítulo 4

—Papá, no es momento —comienza a decir Lucca.

—No puedo creer que finalmente hayas encontrado a alguien —el hombre sonríe—. Ay, hijo. Te felicito. ¿Cómo es que no me lo dijiste?

—Es que no es así, yo...

—Papá, creo que mejor dejamos las preguntas para después —dice Jena con tranquilidad— ¿Crees que puedas dejarnos?

—¿Qué es más importante que saber que tendré un nieto? —Ismael sonríe—. No es momento de trabajar, ¿Por qué no me dices cuándo puedo conocerla?

—Podemos organizar una cena la próxima semana —Jena suspira—. Necesitamos irnos a resolver un asunto importante. ¿Nos vemos luego?

Jena mira a su hermano de manera seria para que realmente lo siguiera.

Ismael no entendía lo que estaba ocurriendo, pero en muchas oportunidades no lograba entender a sus hijos.

—¿Por qué m****a le dijiste a papá que nos reuniríamos? —le pregunta con enojo mientras se sube a su auto.

—Lucca, ¿Realmente tienes ganas de tener otro dolor de cabeza ahora mismo? Sabes lo que pasaría si papá se entera de lo que está pasando, no me jodas. Es mejor resolver un asunto a la vez, después vemos cómo m****a se lo vas a decir.

—¿Y a dónde me estás llevando?

—A la jodida clínica.

—La clínica está cerrada. Me lo acaba de decir.

—Entonces vamos a mi casa a hacer unas llamadas. Necesitamos resolver esto cuanto antes.

Samara no había dejado de llorar desde que Zyan se fue. Karla fue la única capaz de consolarla y mantenerse a su lado, la mujer estaba destrozada.

—Hace horas que se fue y no aparece, Karla. En este momento la policía debe estar buscándome, mi padre va a asesinarme —dice entre sollozos.

—Eso es lo que menos tiene que preocuparte ahora. ¿Qué es lo que piensas hacer?

—Quiere que aborte al bebé —dice mirándola—. No quiero hacerlo. Tengo poco más de dos meses, ¿Qué diablos le pasa?

—Estoy segura de que lo entenderá. Cuando se calme todo estará bien.

—No entiendes. Zyan no va a criar el hijo de alguien más y ese hombre va a querer buscarme. ¿Cómo hago para que él no termine por meterle un tiro?

—Nunca va a encontrarte si estás en la finca. Ya sabes cómo es él, luego se le pasará.

—Lo peor que le puedes hacer a Zyan es matarle el orgullo, y ahora mismo está hecho pedazos. No sé qué voy a hacer.

Samara lo conocía más que nadie, él simplemente no regresaría a decirle que todo estaría bien y buscaría una solución.

Zyan no era esa clase de hombre, ahora mismo tendría que estar repartiendo balas en medio de la ciudad.

Las luces de la disco alumbraba su rostro despreocupado.

Zyan se había olvidado de todo el asunto del bebé justo dos horas después de haberse largado.

En la clínica no encontró a nadie, y tampoco les dio una explicación a sus hombres de porqué quería llenar de plomazos el lugar.

Terminaron en la disco de la cual era dueño, necesitaba algunos tragos y también distracción. Ismael le trajo a un par de mujeres para olvidar lo que había ocurrido.

—¿Ya tienes que irte? —le pregunta la mujer mientras acariciaba su pecho—. Vamos, quédate.

—No puedo, cariño. Tengo que volver a mi casa —dice el hombre mientras se levanta de la cama—. Tengo que resolver unos cuántos problemas. Mi novia me está esperando.

—Ella ni siquiera va a saber que estás aquí —se queja— ¿Cuándo volveré a verte?

—Ya sabes, bebé. Solo puedo venir de vez en cuando, así que prepárate

A Zyan no le había dado ni una pizca de remordimiento correr hacia su consuelo en la disco.

Hayley siempre estaba dispuesta y él no tenía ganas de regresar a casa. Sin embargo, unas horas después, cuando revisó su celular, supo que era suficiente.

—¿Sabe que estoy aquí? —pregunta Zyan en cuanto sube a la camioneta.

—No, jefe. Llamó algunas veces, pero no le respondí.

—Bien. Es mejor que me largue. Vámonos.

Samara no solo tenía que lidiar con la idea de que tuviera un hijo de alguien más, sino que su prometido la había abandonado todo el día, sin importarle lo que tuviera que estar atravesando.

Karla estuvo con ella hasta que le tocó acatar órdenes de Ismael, él había querido que controlara la seguridad de la finca mientras se mantenía afuera.

Cerca de la medianoche es cuando él finalmente apareció. La camioneta se estacionó fuera y ella se colocó la bata para ver lo que ocurría.

Se encontró con que Ismael y Karla lo ayudaban a entrar a la casa, ambos intentaban que se sentara en el sillón de la sala.

—¿Qué haces aquí todavía? —escupe Zyan cuando la ve caminar hacia él.

—¿Cómo eres capaz de desaparecer todo el día? —responde enojada mientras los empleados comenzaban a salir de la casa.

—No, no, no. Muchachos, no se vayan —dice con la lengua trabada—. Ayuden a la señorita a llevarse sus cosas.

—¿Qué carajo estás diciendo, Zyan? —Samara frunce el ceño.

—Vas a dormir en otra habitación, hasta que resolvamos todo esto —él suspira y la mira— ¿Sacaste una jodida cita con el doctor o no?

—¿Estás mal? —ella lo mira—. No puedo hacerlo, Zyan —ella intenta que cierre la boca, pero ni siquiera se percata de sus señas.

—¿Cómo que no vas a poder? ¿Qué te crees que va a suceder aquí? —él se ríe y niega con la cabeza—. ¡Yo no voy a criar al hijo de nadie!

—¡Zyan! —la mujer intenta que no hable más, los dos empleados estaban mirando la situación.

—¿No quieres deshacerte del bebé? ¡Entonces puedes irte al diablo! —grita—. ¡Parece que es lo único que te importa! ¿Qué hay de mí?

—Todo esto lo hice por ti —le dice con angustia—. Lo que estás haciendo ni siquiera es justo. ¿Qué culpa tengo de lo que está pasando? —las lágrimas comienzan a deslizarse mientras el hombre se pone de pie—. No me puedes hacer esto.

—Te di una opción y era que lo resolvieras. ¿Qué te hace pensar que podría seguir contigo? ¿Que lo haces por mí dices? —comienza a reírse—. Las cosas se hacen como las ordeno, parece que todavía no entendiste cómo funciona todo aquí.

—¿De qué me culpas? —ella traga saliva y cuando él se acerca mira su cuello marcado— ¿Qué carajo es lo que tienes en el cuello, Zyan? ¿Con quién estuviste?

—¡No intentes tirarme la mierd* encima! ¡Que eres tú la que tiene un hijo de otro!

—Hijo de puta —gruñe con enojo— ¿Esto es lo que me merezco? ¿Qué me trates como una mierd*? ¡Yo nunca te engañé! ¡Siempre hice todo por ti!

—Lo que hiciste es porque te encanta la vida que llevamos. ¿O me vas a decir que te divertías estando al lado de tu padre? —Zyan se ríe—. No seas hipócrita, todo lo hiciste para salvarte el trasero.

—Maldito bastardo.

Cuando Zyan sintió que su mejilla estaba ardiendo, era demasiado tarde para darse cuenta de que estaba a punto de caerse al suelo.

Ismael tuvo que ayudarlo mientras él gritaba en el suelo y Karla se mantenía en su lugar, a pesar de que quería salir corriendo detrás de Samara.

—¡Karla! —vuelve a gritar Zyan— ¡Quiero que se largue!

Eso había sido lo más humillante que tuvo que pasar en su vida, porque no solo había hecho partícipe de la escena a sus empleados, sino que la había acusado de todo lo que ella no había hecho.

Zyan la había engañado y por alguna razón entendió que tampoco había sido la primera vez.

Cuando Karla entró a su habitación, la vio cerrando las maletas. La mujer no había dejado de llorar, pero no iba a permitirse seguir en aquella casa.

—Lo escuché. No te preocupes que estoy a punto de largarme —le dice Samara mientras busca sus perfumes—. Cierra la puerta.

—Señora, tiene que tranquilizarse...

La mirada de Karla va hacia la mujer frente a ella, quién pone la clave en la caja de seguridad y comienza a sacar varios fajos de billetes.

Ella no dijo nada, simplemente dejó que lo pusiera en su maleta y la comienza a arrastrar por el suelo.

En este momento poco le importaba a Samara que todo el mundo la estuviera mirando mientras salía de la casa. A Zyan no lo cruzó de nuevo y lo único que quería era que alguien la sacara de allí.

—Déjeme llevarla —le dice Karla

—No quiero meterte en problemas, sabes cómo es. ¿Crees que alguien pueda llevarme? ¿O me puedes llamar un taxi?

—James está en su día libre. Sube, que te llevaré a algún sitio, confía en mí.

No le quedó otra opción que aceptar, sabía que no había manera de que un jodido taxi llegara hacia allí.

Ninguno de los empleados de Zyan la llevaría si sabía que al día siguiente amanecería con una bala entre las cejas. Karla era una excepción.

—No se lo diré —le asegura la mujer cuando ya están lejos de las tierras de su ex prometido

Samara gira su rostro y la mira, nublada por las lágrimas que estaba derramando.

No sabía qué responderle, nadie se había atrevido a contradecir a Zyan y el hecho que deseara que se vaya, no implicaba que uno de sus empleados la llevara.

—Perdóname. No quería que terminaras en medio de esto —ella suspira—. Solo necesito que me lleves a un hotel y luego pensaré qué hacer.

—Él va a encontrarte en un hotel. Sabes que mañana te buscará.

—Puede irse al infierno. Por la mañana estaré lejos —seca sus lágrimas por furia

Ni siquiera quería pensar en la posibilidad que la buscara al día siguiente.

Lo que había hecho Zyan ni siquiera se justificaba con el alcohol que traía encima o con el dolor que podía haberle causado lo ocurrido.

La echó de la casa como un perro, como si de verdad ella lo hubiera traicionado y si había algo en lo que Samara estaba segura era que no quería regresar allí.

Karla se lamentó por despedirse de ella, pero no tenía opción.

Samara pensó en que de cierta manera las cosas debían pasar así, porque si ella se atrevía a decir que había acordado reunirse con el hombre al otro día, entonces estaría perdida.

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