El hombre tenía una expresión serena, y sus labios apenas se entreabrieron, cuando dijo: —Primero guardaré el certificado de matrimonio.Mientras hablaba, el hombre tomó el certificado de matrimonio de las manos de la joven.Laura, un tanto distraída, observó cómo el hombre guardaba los dos certificados de matrimonio. Tragó saliva, con dificultad, y preguntó con indiferencia: —¿Te llamas Diego?Cuando había mirado el certificado de matrimonio, había visto el nombre de aquel sujeto, por lo que deseaba asegurarse si no había leído mal.El hombre le dedicó una mirada suave, asintió levemente a modo de respuesta.—Alejandro, primero lleva a la señora a casa —dijo Diego con una sonrisa.El rostro de Laura se sonrojó ligeramente al oír la palabra señora.Ella agitó la mano, reprimiendo las extrañas sensaciones que se despertaron en su corazón. —¿Mañana puedes acompañarme a una boda?—Por supuesto. —Diego levantó la comisura de los labios y asintió con la cabeza, mientras se subía ágilment
Desde pequeña, sus padres le habían pedido que le cediera sus muñecas de trapo a su hermana, porque a ella le gustaban. Decían que la salud de Sofía no era buena, por lo que, como hermana mayor, debía ceder más y cuidarla más.Ni siquiera había podido usar los vestidos que se había comprado, porque, como a su hermana le gustaban, había tenido que cedérselos.Incluso su hermana le había arrebatado las fotos autografiadas de su estrella favorita.Eso por no decir que también había hecho lo mismo con el hombre que había amado durante los últimos cinco años. Pensando en esto, Laura sintió que el corazón se le retorcía en el pecho. Las lágrimas pugnaban por brotar, pero ella hizo todo lo posible por reprimirlas.Ella levantó ligeramente las comisuras de los labios, esbozando una sonrisa amarga. —Papá, mamá, ¿cuándo empezaron Sofía y Carlos a estar juntos?—Fue en el año en que te fuiste a estudiar al extranjero. —El rostro de Elena se puso rígido, volteando la cabeza, avergonzada. Laura
Laura, ¿dónde vas tan tarde? —preguntó Elena, sin poder contenerse, al ver que su hija bajaba las escaleras.—No es asunto tuyo —respondió Laura, con indiferencia, lanzándole una fría mirada.Tras decir aquello, e ignorando la mirada de su madre, Laura salió de la vivienda.Elena estaba tan enfadada que su rostro se volvió pálido y no pudo evitar maldecir: —¡Cada día más desobediente!Laura no pudo evitar oírla, pero solo sacudió la cabeza. Al ver el lujoso automóvil deportivo estacionado frente a la puerta, se dirigió hacia él.Cuando Laura se acercó, Diego sonrió levemente, extendió sus elegantes dedos y abrió la puerta del auto.Laura, se sorprendió al verlo, pero aun así se subió. A continuación, cerró la puerta y el auto se puso en marcha a la velocidad de un rayo.En el asiento del copiloto, Laura miró al hombre que conducía con seriedad. No pudo evitar notar que era realmente guapo, del tipo que atraía todas las miradas. Además, emanaba una poderosa presencia y una elegancia
Diego miró la cara de sorpresa de Laura, un destello de luz pasó por sus ojos, y en voz baja le recordó: —Solo estoy tomándote de la mano, ahora eres mi esposa.Laura parpadeó y lo observó con precaución.—Pero no nos conocemos.Sin embargo, a Diego, las palabras de Laura no le importaron en lo más mínimo.—Nos familiarizaremos gradualmente —repuso con una sonrisa—. No te preocupes, te enamoraré, te haré disfrutar de las hermosas experiencias del amor. Eres la primera mujer por la que tomo la iniciativa de enamorar.Aunque él no sabía cómo enamorar a una mujer, ni sabía cómo se sentía estar enamorado, estaba dispuesto a, al menos, intentarlo. Laura no sabía por qué, pero, a pesar de que este hombre hablaba con orgullo, sus palabras sonaban cálidas a sus oídos.—¿Nunca has enamorado a una mujer?—Tú eres la primera y serás la última.Laura miró sorprendida a aquel hombre que, si así lo quería, podría cautivar a cualquier mujer, y no pudo evitar sonreír irónicamente. Hacía unos años, a
—Está bien, come, son todos platos característicos de este lugar —dijo Diego, sonriendo mientras le servía a Laura. Tomó un poco de cada plato y, a continuación, agregó, riendo—: Pruébalo.Laura estaba sorprendida. Después de tantos años, esta era la primera vez que alguien le servía. Bajó la cabeza, tomó los cubiertos y dio un bocado. La pesada sensación en su corazón se alivió de inmediato.La comida era realmente deliciosa, lo que hizo que Laura, que normalmente no tenía apetito, comenzara a disfrutar de la comida.Viendo a la mujer frente a él comer con apetito, Diego se relajó y comenzó a hacer lo mismo con gracia. Intentó adaptarse al ritmo de la joven, por lo que ambos dejaron los cubiertos a la vez, al finalizar.—He terminado, ¿y tú? —preguntó Diego con una sonrisa, ofreciéndole una servilleta.Laura se ruborizó, tomó la servilleta y forzó una sonrisa. —Sí, también he terminado.—Muy bien, entonces, vamos a casa —dijo Diego casualmente.Laura vaciló por un momento y finalmen
—¡Ah, sí! —se limitó a responder María, visiblemente sorprendida.Mientras tanto, Laura examinaba la habitación desconocida. Todo lo que veía era completamente gris: las paredes, el suelo, e incluso la cama eran de esa tonalidad. Aunque la habitación era simple y elegante, también tenía un toque de lujo.Laura suspiró aliviada, se puso las pantuflas y se dirigió al baño. Una vez allí, observó que aquel pequeño cuarto estaba decorada en los mismos colores que la habitación: suelo gris y bañera blanca. En definitiva, nada sorprendente. Después de llenar la bañera con agua caliente, se sumergió en ella, lo cual le proporcionó un poco de calidez a su cansado cuerpo.Suspiró de nuevo, recostándose en la bañera con los ojos cerrados. No salió de la bañera, hasta que no sintió que el agua se había enfriado. Se puso de pie y se colocó el albornoz que había dejado a un lado, colgado de un costoso perchero.El albornoz era bastante grande, por lo que, a pesar de su metro sesenta y ocho de a
—Tranquila, solo fue un abrazo.Laura, nerviosa, intentó explicarse, pero se dio cuenta de que el hombre la miraba con una sonrisa en el rostro, lo que hizo que su corazón latiera más rápido. Su rostro se volvió tan rojo como una manzana madura, tentadoramente mordible.—¿Por qué estás aquí? —preguntó.—Este es mi cuarto, ¿por qué no estaría aquí? —respondió Diego, ampliando su sonrisa.El rostro de Laura se enrojeció aún más, mientras lo observaba directo a sus irresistibles ojos. Si aquel era su cuarto, entonces la bata que llevaba puesta… Al pensar en esto, Laura sintió vergüenza y deseó que se la tragara la piedra.Se levantó apresuradamente y exclamó con cierta irritación: —¡Suéltame!Diego soltó una risita mientras la liberaba de su agarre, mirando sus propias manos como si la suavidad de antes todavía estuviera presente en ellas.Tenía muchas ganas de abrazarla de nuevo, pero sabía que eso la asustaría, así que decidió dejarlo pasar. Después de todo, ya era su esposa, tarde
Después de que Laura asintiera, Diego le entregó los dos sacos de ropa con una sonrisa en el rostro: —Toma esta ropa. Puedes dormir en la habitación al lado. Mañana Alejandro te traerá más.Laura quiso negarse, alegando que no era necesario, sin embargo, al ver la determinación en sus ojos, por lo que simplemente asintió y se llevó la ropa a la habitación contigua.Después de que Laura dejó la habitación, Diego sacó su teléfono y llamó a Alejandro, con una mirada fría y distante en sus ojos. —Alejandro, retira la inversión en la exposición de ropa de la familia Fernández.—Oh, señor, invertimos en eso anoche. ¿Retirar la inversión ahora no será demasiado...?—¿Quieres que lo repita? —Su voz sonó fría como el hielo, mientras sus ojos se entrecerraron peligrosamente.Alejandro, sosteniendo el teléfono, empezó a sudar frío y repuso: —Está bien, señor, lo solucionaré de inmediato.Con el teléfono en la mano, los ojos de Diego ardían de ira. Si alguien se atrevía a herir a su mujer, ¡él