Capítulo5
Laura, ¿dónde vas tan tarde? —preguntó Elena, sin poder contenerse, al ver que su hija bajaba las escaleras.

—No es asunto tuyo —respondió Laura, con indiferencia, lanzándole una fría mirada.

Tras decir aquello, e ignorando la mirada de su madre, Laura salió de la vivienda.

Elena estaba tan enfadada que su rostro se volvió pálido y no pudo evitar maldecir:

—¡Cada día más desobediente!

Laura no pudo evitar oírla, pero solo sacudió la cabeza.

Al ver el lujoso automóvil deportivo estacionado frente a la puerta, se dirigió hacia él.

Cuando Laura se acercó, Diego sonrió levemente, extendió sus elegantes dedos y abrió la puerta del auto.

Laura, se sorprendió al verlo, pero aun así se subió. A continuación, cerró la puerta y el auto se puso en marcha a la velocidad de un rayo.

En el asiento del copiloto, Laura miró al hombre que conducía con seriedad. No pudo evitar notar que era realmente guapo, del tipo que atraía todas las miradas.

Además, emanaba una poderosa presencia y una elegancia que indicaban que no era una persona común.

«Espera un momento», pensó Laura, intrigada. «¿Dónde lo he visto antes?»

Sin embargo, no importaba cuánto lo intentara, era incapaz de recordar.

Diego miró a Laura con una sonrisa en los ojos y preguntó:

—¿Dónde te gustaría ir a cenar?

Su voz baja y melodiosa acarició el corazón de la joven como una pluma, y su pálido rostro se ruborizó.

Aunque había estado saliendo con Carlos durante cinco años, nunca había estado en el asiento del copiloto de su automóvil, ya que este siempre había sido el exclusivo de su buena hermana, Sofía

«Ja, ja, ¡qué gracioso!», pensó.

La chica, sumida en sus propios pensamientos, hizo que Diego se sintiera un poco apenado.

Justo en ese momento, el semáforo se puso en rojo. Diego se detuvo y le dio un golpecito en el hombro, asustándola y haciéndola encogerse en la esquina, mientras lo observaba con precaución.

Diego sintió la cautela de la chica y suspiró.

—¿A dónde quieres ir a comer? Te pregunté y no respondiste. No fue mi intención asustarte.

El rostro de Laura enrojeció y, un poco avergonzada, respondió:

—Tú decides, está bien.

En cuanto a la comida, no era muy exigente, siempre y cuando no fuera desagradable.

—Conozco un lugar donde la comida es deliciosa, te llevaré —repuso Diego con una sonrisa pícara.

—Por mí está bien, gracias.

Un dejo de amargura persistía en el corazón de Laura.

Había salido con Carlos durante cinco años, y siempre había sido ella quien lo había invitado a comer, mientras que él no lo había hecho ni una sola vez.

Hasta ahora, no se había dado cuenta de lo tonta que había sido.

Resultó ser que Carlos le había mostrado total desinterés desde hacía mucho tiempo. Sin embargo, ella lo había ignorado, convenciéndose de que Carlos era así de frío con todos. Pero, en realidad, toda su calidez siempre había estado destinada a Sofía.

El auto se detuvo frente a la entrada de Palacio del Lujo y, cuando bajó del coche, Laura no pudo evitar sorprenderse. Según tenía entendido, Palacio del Lujo siempre estaba lleno y requería de una reserva con anticipación. Normalmente, llegar así, sin previo aviso, significaría no encontrar una mesa disponible.

Laura miró al hombre que se dirigía hacia el interior con grandes zancadas y no pudo evitar preguntar:

—¿Vamos a comer aquí?

Diego giró la cabeza y se encontró con la expresión perpleja de la chica.

—¿Hay algún problema?

—Para este lugar, necesitas hacer una reserva con un día de antelación, de lo contrario, no habrá lugar —le advirtió Laura, tras suspirar.

Sin embargo, Diego solo sonrió pícaramente y volvió para tomar la mano de Laura.

Los ojos de la joven estaban llenos de sorpresa mientras observaba sus manos entrelazadas.

Mirando hacia abajo, preguntó nerviosa:

—¿Qué... qué estás haciendo?
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