Capítulo 377
Hace un momento, Diego se negaba a abrir los ojos o hablar, pero cuando le apretó la muñeca, lo hizo con una fuerza sorprendente.

Incluso cuando llegó el médico de la familia, Diego no quiso abrir los ojos y permaneció acurrucado en la manta.

Laura, al escuchar a Diego hablar con ese tono que rara vez usaba, sintió una calidez en lo más profundo de su corazón. Apretó la mano de Diego y lo consoló suavemente.

—Diego, no me voy— dijo Laura, metiendo cuidadosamente su mano debajo de la manta. —Estás resfriado, no te muevas mucho, ¿de acuerdo? Voy a prepararte la medicina para el resfriado y regresaré enseguida, será rápido.

Diego no se dejó convencer y siguió agarrando su mano, negándose a soltarla: —¿Puedes no irte? No tengo fiebre, no quiero tomar medicina.

Su voz se volvió más quejumbrosa.

—Diego, ¿por qué no quieres tomar la medicina?

—Simplemente no quiero— respondió Diego, como un niño haciendo un berrinche.

—Si tomas la medicina, no seguirás teniendo fiebre ni tos, por fav
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