CAPÍTULO 4
Alrededor de diez hombres se metieron de imprevisto en el pasillo del subsuelo del hospital. Luz supuso que pudieron ingresar sin ser vistos por la cantidad de puntos ciegos que posee el edificio. Sólo en pasillos específicos hay cámaras y siempre se preguntó por qué no añadieron más.
Con el dolor que tenía y la agonía de su piel afiebrada, Mark se levantó de la cama con uno de sus dedos en los labios en señal de que ella haga silencio. Luz temblaba observando la puerta, preparándose mentalmente para la matanza que se aproximaba.
Si venían a asesinarla junto con él, podría despedirse de todo lo que había hecho bien hasta el momento. No se aferraba a la vida como años anteriores, no estaba bien anímicamente y lo único que deseaba en aquel momento es que si, la asesinaban, que no doliera en lo más mínimo.
Entonces la fuerte patada en la puerta fue lo que sobresaltó a ambos y la habitación se iluminó por la cantidad de linternas que la alumbraban. Luz no supo contar en total cuántos eran, pero sí pudo saber que eran cantidad. La joven pegó un grito en el cielo en cuanto alguien decidió apuntarla con ella y Mark, para su sorpresa, no tardó en ser su escudo humano y protegerla.
—Pero mira a quien tenemos como un super héroe—se burla uno de los hombres, quitándose el cubre rostro y deslizándolo hacia el inicio de su cabeza—. Es la primera vez que te veo proteger alguien más que a ti mismo.
El resto de los hombres se ríen ante el comentario de aquel sujeto repulsivo.
Mark protege a luz, adolorido y furioso por ver a los que tenia en frente. Todos tienen un arma en la mano y los están apuntando con ellas.
—Supe que ahora tienes unos papeles que me importar y que has asesinado a varios de mi grupo. Y eso no me gusta mucho que digamos, Linkdam.
El apellido de Mark era Linkdam. Otra cosa que Luz odió saber. No quería saber nada de él.
—Sólo hemos venido a darte un mensaje porque tenemos prohibido asesinarte, pedazo de m****a humana—el sujeto se le acerca y le respira en la cara.
Entonces uno de los hombres enemigos le pega un tiro en la pierna a Mark y este cae de rodillas al suelo. Luz pega un grito ensordecedor mientras el resto de los hombres saborean el sufrimiento de ambos. Y más observan descaradamente el cuerpo de ella, lanzándole besos y comentarios pervertidos.
Tras dar ese mensaje, los hombres se marchan y Luz vuelve a soltar la respiración. Está temblando. No tarda en socorrer a Mark, bajándose de la mesa.
Él está hecho una bolita en el suelo, sujetándose la herida con la mano deteniendo la hemorragia.
—Hijos de puta—gruñe—. Te juro que me las van a pagar, cada uno de ellos.
—Dios, estás sangrando muchísimo.
Luz enciende la luz de la habitación y cierra la puerta como puede. Observa que la bala quedó impactada contra la pared y que ha salido de su pierna, por lo que la considera una herida muy poco grave.
—Mark, por favor si te quieres un poco déjame llevarte a urgencias—le insiste ella, quitándose la bata blanca para presionar la herida—. Prometo resguardar tu seguridad y…
—A tu casa. Vamos a tu casa—le ordena él, insistiendo en levantarse.
—Pero…
—He dicho a tu casa, Martin—ordena él, más severo.
La chica empieza a sentirse enojada por como la trata. Sólo desea que esa pesadilla termine de una vez.
Fue un desafío o mejor denominado “una odisea” salir del hospital sin que nadie los vea. Luz pudo sentirse tranquila una vez que dejó a Mark en el asiento trasero de su coche y así, poder trasladarlo a su casa. En sí, estarían más tranquilos allí, pero, la chica estaba en modo sobrevivencia y sabia que tarde o temprano, él iba a descuidarse y así, podria escapar.
Tenia la esperanza de que mañana por la mañana, Mark se fuera y desapareciera también de su vida. Si eso no ocurría, no tendría otro remedio que correr hacia alguna estación de policía.
Luego de que eso sucediera, se ocuparía de desaparecer del mapa por un tiempo e intentaría trabajar en otro hospital o cualquier cosa que pudiera mantenerla a salvo de ese enorme hombre.
Nota el silencio que hay en el coche, mira a través del espejo retrovisor y observa que Mark se ha quedado dormido, acostado en el asiento trasero. Quizás esta su oportunidad de pegar un volantazo, pero cuando planea hacerlo, vuelve a mirar por el espejo retrovisor y Mark ha abierto los ojos y la está mirando.
La joven se sobresalta pero no dice nada, simplemente conduce hasta su casa.
—¿Cómo te sientes?
—¿En serio estás preguntando eso? —gruñe él—. Espero que tengas una buena cama porque incluso eso puede hacerme enojar.
—Dios, estoy haciendo todo por ti y tú lo único que haces es gritarme, tratarme mal y todo lo que se te venga en gano ¡¡¡¿por qué no agradeces que estoy entregando mi culo por ti pedazo de estúpido?!!! —estalla Luz, al borde de las lagrimas.
La joven le pega un manotazo al volante. Mark se la queda bien, reteniendo la risa.
—Incluso te ves linda cuando te enojas.
—¡¡Púdrete psicópata de m****a!! —chilla ella.
Llegan a la casa de ella. Son las tres de la madrugada. Las calles desoladas y húmedas por la lluvia, son la calma que él necesita para saber que ahora, quizás, por ahora, estarán a salvo en la casa de ella.
No es una casa grande, es simple. Le gusta las pequeñas flores que ha plantado con el fin de hacerla más amigable. Mientras ella lo ayuda a subir las escaleras de la entrada, Mark observa con asco las grandes manchas de sangre que hay en la madera del suelo.
—Deberás limpiar eso—le recuerda él.
—Sólo cállate—susurra ella, intentando sujetarlo mientras intenta abrir la puerta a la vez.
En cuanto ingresan, lo ayuda a sentarse en el sofa y Mark respira, cerrando los ojos echando la cabeza hacia atrás, sin soltar su arma.
El mafioso observa la sala. Es acogedora. Hay cuadros de su gato, alguno que otra visita algún país y ella, sonriendo junto varias amigas. Pero no nota alguna foto familiar junto a sus padres o algo. La decoración de la sala no es moderna, es más bien, vintage. Es todo lo contrario a su mansión.
Luz cierra las cortinas para evitar que alguien los vea desde afuera. Bosteza, muerta de sueño.
—¿A dónde vas? —le pregunta Mark, alarmado tomando el arma, al ver que pretende dirigirse a alguna parte de la casa.
—¿Al menos me permites hacerme un café? Creo que ya van casi dos días que estoy despierta—le pide ella, agotada.
Mark lo duda un instante pero asiente con la cabeza.
—Si no regresas en dos minutos iré a buscarte, Luz.
—En dos minutos no puedo hacerme un café.
—Pero si te da tiempo a llamar a la policía.
—No voy a llamar a la policía ¡quiero un puto café! —le grita ella.
—¡Cállate o van a oírnos!
La chica le patea el sofá y se dirige a la cocina.
Mark se mantiene alerta. Oye cada sonido. Ha abierto una pequeña puerta que supone que es de un mueble, busca lo que parece una tetera. Luego, escucha como enciende la hornalla. Se oye el sonido de dos tazas chocándose.
—¿Yo también puedo tomar café? —le pregunta Mark.
—Me tientas a que te envenene—le advierte ella, irónica.
Mark esboza una sonrisa. Esa chica es un completo enigma, incluso se ha vuelto divertido hacerla enojar.
Mientras el agua calienta, Luz vuelve a la sala con su gato en brazos. Es naranja y de ojos color caramelo. Es grande y gordo. Es el mismo que el de los retratos colgados en las paredes.
—Voy a darle de comer—le muestra al gato para que vea que no miente y vuelve a dirigirse a la cocina.
Mark oye como le habla con dulzura y pone los ojos en blanco tras oír como le cuenta que ha sido secuestrada por Shrek y que debe portarse bien.
Luz apaga la hornalla y prepara un café para ella y un té para Mark.
Tras volver, él nota que ha vuelto con una bandeja en donde están las dos tazas y algunas galletas.
A Mark se le hace agua a la boca.
—Las galletas son para mí. Tú puedes morirte de hambre—le reprende ella, dejando la bandeja en la mesa ratona frente a los sofas.
—Necesito que me cure la pierna—le recuerda él, mostrándole la herida presionada por la bata de la doctora.
—No hasta escuchar una palabra amable de tu parte.
Recordemos que Mark sólo tiene la bata del hospital, por lo que Luz observa que tiene frío por la tela que sólo lleva puesta.
Le alcanza una cobija y lo arropa. Aquel gesto lo descoloca un poco. Mark le sujeta la muñeca, intentando que lo escuche
—De verdad, cúrame, Luz. Me duele—le suplica en voz baja, mirándola directamente a los ojos.
Luz no desea tenerle piedad, pero en cuanto los ojos azules de Mark la miran, su corazón flojea, traicionero.
Alguien toca la puerta.
CAPÍTULO 5Antes de que Luz pudiera abrir la puerta, varios hombres vestidos de negro y con armas en sus manos forzaron la entrada y la inmovilizaron en el suelo.Mark se levantó de golpe, dando vuelta la mesa ratona de luz con las tazas y las galletas sin querer. Luz, agotada y saturada por la situación, lloró en el suelo, temiendo por su vida.El líder de la banda, Timothy va directo hacia Mark a socorrerlo. Por lo que ve Luz, el hombre es un tipo alto, musculoso de cabello canoso muy corto y tiene tatuajes en todo el rostro para cubrir lo que parecen arrugas y cicatrices. Tiene la piel bronceada.—Suéltenla. Ella no hizo nada—le ordena Mark, dirigiéndose hacia donde está Luz pero Timothy le pone una mano en el pecho, negándoselo.—Muchacho ¿estás bien? Hace horas te llevo buscando—le confiesa él, procurando que esté bien, observando cada herida.—¡¡Dios, suéltenme!! —grita luz, mientras uno de los hombres de Timothy tiene clavada su rodilla en la espalda de ella y sus muñecas unida
CAPÍTULO 6La protagonista femenina escuchó el sonido de pasos y la puerta abriéndose.Luz lo único que hizo fue ponerse de pie, alertada, con sus manos aferrándose a los barrotes de aquella asquerosa y oscura celda. Cuando la puerta se abre, deja entrar una intensa luz que ilumina parte del sitio. Se ve deslumbrada.Pensando que era aquel mafioso, le recriminó por ser un desagradecido y tratar a sus salvadores de forma tan grosera.—Eres un hijo de la mierda misma, deberías pudrirte en un pozo y que tu cuerpo se lo coman los gusanos—le dice Luz, con la poca fuerza que tiene.—Wow, cuanto rencor guardas en tu pequeño cuerpo.Hasta que el tío Mark no habló, ella se dio cuenta de que había recriminado a la persona equivocada. Se sintió algo avergonzada, pero aquel sentimiento le duró muy poco porque todos eran igual de peligrosos que aquel mafioso de mierda.El tio de Mark se acercó poco a poco pero sólo a una distancia determinada. Observó a Luz, con cierta curiosidad. No era la gran c
CAPÍTULO 7Luz supo que aquella seria su única salida.Mark lamentó no dejarla ir si no llevaban a cabo ese trato.Ambos no deseaban aquel destino, pero la vida de ella había dado un giro tan inesperado que ahora estaba en manos de un hombre desconocido, oscuro que le daba miedo.—Intenté ayudarte—susurró Luz, dejándose caer sentada al suelo y observando sus manos con tristeza—. Hice todo lo que estuvo a mi alcance para que estuvieras seguro y así me pagas.—No tuve opción—se lamentó él.—Nadie la tiene, cuando en realidad sí lo hay.—En este caso no la hubo, doctora Martin.Luz le dijo que necesitaba tiempo para pensarlo. Le pidió a Mark que le devolviera el celular, y él pidió a alguien que lo hiciera inmediatamente. Uno de sus hombres apareció y le dio el celular tras recibir esa orden.—Necesito que te vayas; es una llamada personal—le pidió ella.Mark se le rio en la cara.—No voy a arriesgarme a que llames a la policía.—¿Cómo demonios esperas a que llame si ni siquiera sé dónde
Capítulo 8Luz sale de la celda con las manos esposadas como si fuese un criminal. Las llaves de esta cuelgan en el morral de la cintura de Mark, quien la lleva sujetándola del brazo a una de las oficinas que hay en el último piso del edificio.Le han vendado los ojos, por lo que no puede ver con claridad a dónde va. Sólo puede visualizar sus zapatos que pisan baldosas blancas inmaculadas que reflejan la luz del techo.No oye nada, ni siquiera murmullos. El sitio está en silencio.Todavía no puede creer que va a casarse con él. Con el mafioso que la secuestró. Dios, esto deberá hablarlo con algún psicólogo porque claramente va a dejarle secuelas.A menos que termine muerta.Luz temía por su vida. Y no porque ahora le tuviera miedo a la muerte, sino que, iba a estar junto a ese hombre sabe Dios hasta cuándo.Mark, mientras tanto, caminaba con cuidado para que ella no se lastimara al caminar. Esos zapatos eran tan altos ¿cómo las mujeres lograban andar por la vida con ellos? Se prometió
CAPÍTULO 9Luz observa como todo sucede lo que está pasando. No tardó en soltar a Nick luego de aquel abrazo que Mark se había abalanzado sobre él para retenerlo en el suelo con ambas manos contra su espalda. Gracias a Dios era otra entrada en el hospital en la que no había nadie como para llamar la atención.—¡Mark, suéltalo! —gritó Luz—¡Es mi compañero de trabajo!—¡Agg, Dios! ¡¿Qué te sucede?! —le grita Nick, tratando de levantar la cabeza y así poder mirarlo, pero Mark tiene una rodilla en la espalda de él y está sujetándole las manos con fuerza.—¿Compañero?—¡Sí, suéltalo, Dios! —grita Luz, intentando quitárselo de encima empujándolo.Mark duda un instante y tras confiar en su palabra, se levanta él primero y ayuda a levantar al cirujano después. Todo el uniforme de él se ve sucio por el suelo del exterior.—Lo siento, fue puro protocolo—se disculpó Mark con el compañero de ella, seriamente.Nick no le dijo nada, sólo se lo quedó viendo con mala cara. Nick volvió toda la atenció
CAPÍTULO 10Fue tan grande el golpe anímico que sufrió Luz en menos de veinticuatro horas, que Mark la llevó a una de las habitaciones vacías del hospital y la obligó a que se acostara para que pudiera dormir un poco. La joven no pudo evitarlo y el sueño le ganó y no tardó en quedarse dormida.Luz estaba destrozada por perder aquel paciente. Era tan solo un pequeño de nueve años que tenia toda una vida por delante. Luchó hasta el final. Nick se ocupó de notificar a la familia.Mientras Luz dormía, Mark veló aquel sueño cerrando las cortinas y cerrando la puerta con cerrojo para que nadie los molestara. Arropó a Luz con aquellas sabanas blancas pesadas y una pequeña manta color pastel que tenia las iniciales del nombre del hospital.Sabia que no era lo correcto hacerlo, pero Mark se acostó a su lado, en el pequeño espacio que ella había dejado y la miró mientras dormía. Se sintió extraño ver lo parecida que era a su madre de joven. Creyó estar volviéndose loco, pero no podía dejar de c
CAPÍTULO 11.—Deja que esta vez voy a conducir yo. Tú estás demasiado irritante—le dijo Luz, subiendo a la camioneta de Mark.Mark no dejaba de mirarla por el simple hecho de que se estaba comportando como se debía y no había visto ningún indicio de que iba a escapar.—Vas a manejar directo al edificio—le dice él.Una vez dentro, Luz enciende el auto.—¿O qué?—O tendré que matarte—escupe Mark, sin una pizca de gracia.Sabia que hablaba en serio, por lo que Luz no le quedó otra que obedecer. Quizás Mark podría tener el atractivo que, a todas hacia suspirar, pero para ella, él era un sociópata de mierda.La joven empezó a conducir siguiendo las indicaciones de él.En el camino, Mark le preguntó a Luz sobre su familia. Aunque había investigado y lo tenía claro, seguía queriendo escuchar a que ella se lo dijera.—No creo que deba contarte eso—se negó ella mientras conducía.—Deberías.—¿Vas a sacarme información con tu arma? —ella suspira, sabiendo que él le diría que sí—. Soy huérfana,
CAPÌTULO 12LUZ MARTIN.No sabia si era por mi estado de falta de sueño o qué, pero saber que había pasado de una pequeña casita que tenia lo justo y necesario para vivir, cálida y reconfortante, a un castillo (para mis ojos lo eran) que tenia un parque tan inmenso y hermoso, me hacia alucinar un poco donde realmente estaba.Pero, me hubiese gustado que todo esto surgiera de otra forma, porque literalmente estaba allí en contra de mi voluntad. Las esposas en mis muñecas me lo recordaban a cada momento.Estaba asustada, no sabia de lo que aquel hombre era capaz de hacerme. Hasta el momento no se intentó propasar conmigo, lo único que hizo fue hacerme un fuerte daño psicológico, causando un nuevo trauma en mi vida.Ni siquiera sabia donde quedaba el sitio.Mi gato, ansioso, quería salir del bolso para inspeccionar el sitio. Ni siquiera sabia si era seguro para él. No creía que aquel hombre viviera solo en un sitio tan grande.Según él, era de su madre, pero no sabia si creerle. Todo en