Jefe obsesionado
Me desperté en el hospital de madrugada, casi cuando ya se hacía de día y lo primero en lo que pensé fue en el dinero que encima tendría que pagar por ello.

Tuve un desmayo común por estrés y ansiedad y la única recomendación médica aparte de relajarme un poco fue que me tomara unas pastillas porque, además, desarrollaba anemia, algo bastante común. Me dejaron un par de horas en inspección porque seguía muy pálida y estuve a punto de decirles que era por mi nacionalidad, pero sí, estába pálida y me resigné a mirar el techo mientras escuchaba parlotear a una mujer mayor que había tumbada en la cama al otro lado de la pequeña habitación.

—Te trajo un señor —me contó con ese tembleque de señora mayor—. Se fue por la noche muy tarde cuando te trajeron a la habitación, se parecía a mi difunto marido.

Encima me tocó escuchar los delirios de una mujer anciana. Había pasado toda la noche allí y me habían sacado sangre para unos análisis rápidos a los que esperé hasta las cuatro de la tar
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