Volamos a Moscú y en lugar de estar en un hotel, nos quedamos en un apartamento por comodidad. Estaríamos casi dos semanas allí y desde el primer día tuve a Enzo dándo vueltas por la capital y por un montón de lugares que desde pequeña había querido visitar. En navidad, la capital era preciosa y había un montón de lugares navideños a los que ir. —No vas a patinar —me dijo cuando me pegué a la vaya de la pista de hielo. —De todas formas no sé hacerlo. Enzo me colocó mejor el gorro. Estábamos a menos seis gracos y me ajustó también la bufanda. Le cogí de la mano y le llevé a vuelta al mercado navideño que había en la plaza. Vendían figuritas y me sentí genial cuando pude hablar en mi idioma natal de nuevo, sabiendo comunicarme con facilidad y entender a todo el mundo. Pasamos por un puesto que regalaba chocolate caliente para las bajas temperaturas y la mujer robusta que parecía reacia al frío no sofreció dos vasos humeantes. Enzo me miró. —Son de regalo, se hace mucho para sob
Tory sí que hizo algo mucho más estadounidense y preparó un baby shower para revelar el género de su bebé. Nos invitaron y si de algo me di cuenta era de que no soportaba a ninguna de sus otras amistades; y mucho menos Enzo que se pasó las horas quejándose y bebiendo con Markus hasta que revelaron que tenían otra niña. Después de eso ya sólo hablábamos entre nosotras sobre que serían muy buenas amigas. Posiblemente las mejores. Ella dejó de trabajar por completo, Markus prácticamente le obligó a que fuera así porque estaba teniendo muchos problemas con el embarazo. Yo seguí trabajando hasta finales del séptimo mes cuando Enzo se puso muy pesado en que guardara reposo lo poco que me quedaba. Entré en vacaciones de primavera con la universidad y empezó a gustarme menos la carrera. Ya había terminado mi trabajo final del curso y pensé en entregarlo y mandarlo todo a la m****a porque después de tener a nuestra hija no volvería en mucho tiempo a clases presenciales; quería estar con ella,
Invitamos a Tory y a Markus para que conocieran a Aleshka y trajeron regalos que ya no cabían en su habitación y Enzo tuvo la idea de quitar otra de las habitaciones y poner el cuarto de juegos de la pequeñas. Enseguida se llenó con los regalos del personal de la casa y los de nuestros amigos. Y una mañana cuando ya hacía calor de verano y podía sentarme en la mesa del jardín para trabajar, me llamó mi madre. Enzo seguía durmiendo porque esa noche se despertó dos veces a cuidar de Aleshka y aún así ella estaba despierta cuando yo pasé a verla. Tenía un mes sólo y cada vez su cara era una mezcla más perfecta entre Enzo y yo. Estiré la mano y mecí su sillita apoyada sobre la mesa. Agitaba las manos y manoteaba un sonajero que le colgué del asa. —Hola —saludé cuando me llevé el teléfono a la oreja. —Hija. ¿Qué tal las cosas? —me preguntó. La escuché demasiado rara pero lo dejé correr. Estaba liada con mi siguiente trabajo periodístico por le cual ya me habían pagado y por el embar
No sé cómo le convencí ni cómo me convencí a mí misma de pasar cuatro días en San Petersburgo. Si bien es verdad de que nos quedábamos en una zona que jamás pisé, me lo conocía todo y sí que me hizo algo de ilusión volver allí. —Nos vemos junto al río pero tú sola. Si veo a Nicolai nos daremos la vuelta —le advertí. Pero llegamos primero y Enzo sacó a Aleshka del carrito sentándola en el muro frente al río. —Oye, ¿qué haces? —Tranquila, no le va a pasar nada —me aseguró. Eso ya lo sabía pero se me subió el corazón a la boca y me incliné a su lado apoyándole una mano en el estómago a nuestra pequeña. Unos patos pasaron volando hasta caer en el agua y ella agitó los brazos. —Es un pato —dije y señalé a unos pequeños—. Y sus patitos. Enzo y yo hablamos de darle una educación bilingüe y me vi un monton de tutoriales de cómo se hacía eso. Agitó las manos y se llevó los dedos a la boca con una sonrisa adorable sin dientes. Sonreí como una tonta y le di un beso en la mejilla re
No teníamos prisa pero Enzo quería casarse con algo prisa porque yo dentro de poco tendría que entregar mi cambio de visado, y si me casaba con él eso se solucionaría y no quería problemas conmigo y con migración. Sabíamos que iba a ser algo pequeño, cómo mucho queríamos invitar a Markus y a Tory por que eran nuestros amigos y Enzo fue a su boda cuando se casaron. Pero yo veía que uba boda cómo las que miramos para sólo nosotros era un desperdicio. Y entonces la idea me vino una noche mientras jugábamos al billar y una película corría en la televisión de la sala de juegos. —¿Y si lo hacemos en Las Vegas? —señalé la película—. Tiene que ser divertido. —Eso es un cuchitril barato. —¿Y qué más da que sea barato? Al final casarse es un papel firmado.. Enzo me miró desde el otro lado de la mesa apoyado en el taco. —¿Quieres casarte en Las Vegas? —Si tú no quieres, no. —Entonces nos vamos a Las Vegas. Pero esperamos a las vacaciones de navidad porque yo empecé mi último año
Las Vegas estuvieron bien, pero no había nada a cómo estar los tres juntos, sobre todo en nuestras primeras navidades juntos con Aleshka gateando de un lado a otro y entre regalos.Mi graduación y final de carrera dio justo dos días antes del cumpleaños número uno de nuestra hija y tenía pensado ir sólo a por el diploma y el título; pero Enzo fue, estaba de pie con nuestra hija en brazos detrás de todas las sillas y viéndome subir a la tarima y completando esa etapa de mi vida.—Enhorabuena —me dijo el rector de la UCLA y me sacudió la mano.—Gracias.Intenté no pasar vergüenza al caerme con los tacones bajando de la tarima, y por suerte no lo hic
—¡Mamá! ¡Papá! Enzo me miró, sudado y desnudo sobre mi y vi la duda entre si contestar o fingir que no estábamos y seguir con lo nuestro. —¡Están llamando fuera! Se acabó allí. Enzo se echó de mala gana a mi lado y recogió su ropa del suelo. Se levantó los calzoncillos, su erección se notaba demasiado y me mordí los labios. —No me mires así porque me duele la polla. Me tiró la lencería al lado y cuando me levanté de la cama y se me cayó la sábana, se tocó la polla sobre la ropa. Yo también quería terminar lo que empezamos y más cuando era sexo de cumpleaños, de su treinta y cinco cumpleaños. En lugar de ponerme la lencería cogí su camiseta del suelo y
Trabajar y estudiar. Esa era mi vida. Salía de la universidad y corría a mi pequeño apartamento para comer algo y cambiarme antes de aparecer por la empresa y sentarme tras el mostrador de la última planta. Allí arriba sólo estaba mi mostrador y un despacho amplio y único, el de Enzo, mi jefe, el jefe de todos. Parecía el jefe del mundo, creía que podía controlarlo porque tenía un temperamento y un caracter lleno de seguridad que conquistaba lo que quisiera. Me pasaba las tardes organizándole la agenda, cogiendo sus llamadas y respondiendo a sus correos electrónicos profesionales. Jamás me interesé en las inversiones, lo mío era el periodismo aunque con el paso de los años me di cuenta de que no era realmente lo mío; sólo quería quejarme de las censuras de Rusia y yo ya no estaba allí. Me resignaba a termianr escribiendo columnas aburridas en periódicos que nadie leería, o a ser secretariade Enzo toda mi vida. El ascensor sonó al llegar a la planta y planté mi sonrisa, la que sie