Capítulo 24

Narra Ainoa

Por la mañana debo volver, salí mucho más temprano porque igual que el día anterior, debía caminar. Llegando a la casa del cliente, meto la llave en la cerradura y cuando la voy a girar, alguien abre desde adentro.

—Oh, lo lamento —le digo a una joven que parece auxiliar de vuelo.

—Buenos días —saluda apenada y se aleja.

Ingreso a la casa sin saber que ocurre, pensé que no encontraría a nadie. Pero tras abrir, encuentro al cliente bajando las escaleras.

—Señor, buenos días.

El hombre me mira y sin responder sale de la casa. Supongo que me he convertido invisible para todo el mundo.

Hoy voy a continuar con el resto de la casa, hay tantas cosas que debo mover que presiento el dolor en mis brazos. Pero solo me quedan dos días y mucho lo que falta, así que manos a la obra, estiro mis dedos y abro mis brazos en un precalentamiento y voy directo a los muebles, centros de mesa y las otras cosas; paso por el rededor y bajo portarretratos y cuadros. Hay uno que es el más grande y e
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