(Clara)Nunca dejaba de sorprenderme este mundo criminal repleto de idas y vueltas. Tenía que acostumbrarme a que esto no era una vida normal. Creí que el lugar seguro a donde nos conducirían se trataba de un refugio. Por el contrario, regresamos a casa. Til se encerró en su cuarto, traumatizado por lo que había sucedido. Me sentía culpable al haber sugerido que fuéramos a esa cena.Zim estaba marchándose.—Voy a ayudarlos. Tengo el plan de respaldo intacto. Vamos a hacer lo que te dije. Déjame hablarte en privado, Clara. —dijo él, tomándome del brazo con cierta desesperación y llevándome a uno de los cuartos.Luna se alejó hacia sus aposentos.—¿Qué quieres decir? —le pregunté a Zim, algo atemorizada por lo que estaba sucediendo.—No confíes en Luna, mantén vigilada a Carla por tu cuenta hasta que venga Kimmu. Ya les he avisado, ellos no tardarán en llegar a la casa.No podía creer lo que estaba escuchando. ¿Luna no podía ser confiada o a que se refería? ¿Qué estaba pasando?—¿Qué es
Esta guerra estaba cambiando a cada minuto que transcurría. Ahora estábamos encerradas, sin nuestras armas, la vigilancia de afuera de la casa debía creer que estábamos escondiéndonos y nada más. Pero estábamos encerradas en este cuarto, no podrían escucharnos si nuestros gritos comenzaban a oírse. Pensé en tomar mi móvil ingenuamente, ellas se lo habían llevado.Ni siquiera podríamos avisarle a Koddel que habíamos caído en una trampa. Ellos debían estar peleando en este momento, entre disparos y sangre, para tomar todos los negocios de los Assento y así derrocarlos. Si eso funcionaba, estaríamos en una esperanza más alta. Aunque todo dependía de que los Assento no se enteraran de que Carla se encontraba libre. Porque si lo hacían, no temerían que perdiera la vida y estaríamos en problemas.—No te asustes, vamos a salir de esto. —le dije a Kimmu, abrazándola.Intenté ponerme de pie de a poco, estaba tan agotada por haber recibido ese veneno o sedante o lo que fuera que haya sido.Kimm
Debajo de sus pies solo había agua, una laguna casi infinita. Clara miraba a su esposo con los ojos perdidos, sin amor, cargados de esa decepción amarga. Mientras tanto, el tiempo seguía corriendo a altas velocidades y su corazón no aguantaba aquella revelación tan repentina.Una infidelidad imperdonable, el lo negaba. Esa rabia de saber que alguien en quien confiabas te ha mentido toda la vida.El esposo solo negaba con la cabeza, tratando de calmar la situación y a las personas que no podían contener el asombro. Era una situación vergonzosa y como siempre, Lucio intentaba mantener las apariencias para que no lo juzgaran, porque su reputación siempre era impecable. Clara, con su vestido de bordados violetas y azules, parecía una princesa encadenada, cubierta de esa pintura de color rojo intenso que manchaba su pulcritud. Ya no lloraba, no podía ni siquiera gritar de la rabia, esa infidelidad había llegado demasiado lejos.—¡Clara! —Escuchaba decir a sus multitudes, sus seguidores pre
El rojo de su cuerpo impactaba a todos a su alrededor, ahora con otro efecto deseado, algo planeado. Esta vez, el que generaba polémica era su vestido, caminando hacia el tribunal con la mirada certera. Cielo también estaba allí, con una falda gris y sus ojos verdes a juego, con la cabeza baja, esperando la sentencia.Lucio, al otro lado, con la mirada congelada, sin expresión alguna. Clara no le quitaba los ojos de encima, aún enamorada de ese hombre repleto de intrigas. No podía verlo sin querer arrepentirse, sin dar marcha atrás en el asunto y volver a sus brazos. No debía flaquear, seguir adelante era su único camino posible y al estar en boca de todos, se convirtió en una persona más fuerte de lo que alguna vez creyó poder ser. Lo amaba, sí, y también lo deseaba, no obstante, eso no borraría el engaño y la traición.La música que envolvía el lugar era desconcertante, allí nadie sabía lo que pasaría.Horas antes, su esposo, porque todavía no se habían divorciado, fue a su encuentr
Mi reflejo mostraba una elegancia impecable. Mi jornada en mi galería tenía que ser perfecta, solo así, no me juzgarían los demás, cada cliente no recordaría esa mancha. Mi humillación. Cada vez que miraba como las personas entraban a la galería, veía en sus ojos que habían escuchado la historia.Incluso había salido en la televisión, recordaba como hablaron de mí por semanas. Fue un escándalo a nivel país y ahora, todos conocían mi rostro.—Buenos días, señora Clara, hoy vendrán personas muy importantes. La agenda dicta que debe quedarse hasta el mediodía. —empezó a decir Sophie, mi secretaria.—Oh, eso ya suena agotador. ¿Te refieres a los extranjeros? —pregunté con curiosidad.—Exacto. —Sophie se encogió de hombros. —Los de Europa.Eso develaba que sería una jornada bastante agotadora. Cuando venía gente muy sofisticada por lo general me ponía muy nerviosa. Todo debía salir exactamente perfecto, eran personas de otro país y debían llevarse una buena impresión de mi lugar.Había esc
El sitio era más bien, una pizzería y al estacionar mi auto allí, pude ver que allí no había muchos más automóviles. Parecía ser una zona bastante peligrosa y no quería pasar ni un minuto más de lo que fuera necesario, los nervios subían por mi cuerpo.Estaba furiosa y entré de inmediato al lugar, casi azotando la puerta. Ese hombre pagaría muy caro el haberse tomado el atrevimiento de robarme. Mis obras eran muy importantes para mí. Cada una de esas esculturas tenía una parte de mi corazón y la había hecho con una gran dedicación. Jamás pensé que algo así me pasaría. Era la gota que rebalsaba el vaso, para el colmo, Lucio que apareció en el estacionamiento como si pudiera seguir en mi vida.La mujer que atendía la pizzería llegó a mi lado.—Sí, estoy para servirte. —dijo sonriente, tenía un delantal oscuro puesto y el cabello recogido. —Tenemos disponible toda la carta de pizzas y otras minutas.—No quiero nada, por ahora, gracias. —contesté, tratando de ser un poco amable aun en esa
Estaba hablándome y mirándome a los ojos con una intensidad inmanejable para mí. Su seducción era tan fuerte, su boca era perfecta y cargaba una soberbia casi mágica.—Creo que estás loco, Gerard, debiste decírmelo antes. —dije, con una seriedad de piedra. —Pensé que eras un millonario raro, pero no uno lunático.Él se echó a reír.—Clara, no me malinterpretes. —sonrió. —Quiero conocerte un poco más.—Ya me viste en televisión. —dije con cierto recelo, tenía la humillación todavía con un sabor amargo.—Eso no es conocerte en profundidad. He visto los apodos que te han puesto, las imágenes. Pero debo decir que he quedado intrigado contigo. —me miró profundamente. —Aunque intentan ridiculizarse, te ves fantástica en cualquiera de las tomas.—Bah, eso es puro palabrerío. —dije con desdén, tratando de cortarle ese rollo que se inventaba.Estaba coqueteando conmigo, aunque no quería admitirlo lo sabía y eso me ponía muy nerviosa. Me sonrojé sin siquiera darme cuenta.—No te aflijas. —dijo
—Otra vez, en serio. ¿Por qué no lo besaste, Clara? —preguntó mi hermana, al tiempo en el que tomaba de su vaso. La barra tenía una gran cantidad de bebidas para escoger.La había invitado a un bar cercano a su casa para que tomáramos algo, siempre me relajaba el poder charlar con ella.—Estás loca, yo no soy así, mira, casi me pone loca un abrazo. Estoy descontrolada. —me cubrí el rostro con las manos. —He estado sola por mucho tiempo…—No digas eso, él quería que pasara, por algo te coqueteaba así. Uf, tienes que seguir a ver qué ocurre. —dijo ella, sonriente.—No lo haré, mira, fue divertido, creo… No lo sé… Pero no me siento lista para volver a estar con alguien. —negué también con la cabeza.—Por amor de dios, eres una mujer joven. ¿Piensas quedarte toda tu vida sola? Deja que me avises ahora, así encuentro un buen obsequio de cumpleaños con baterías… —hizo una mueca y las dos estallamos de la risa.—Oye, no seas tan ofensiva. —dije, con un tono irónico. —No te he contado todo.E