El sitio era más bien, una pizzería y al estacionar mi auto allí, pude ver que allí no había muchos más automóviles. Parecía ser una zona bastante peligrosa y no quería pasar ni un minuto más de lo que fuera necesario, los nervios subían por mi cuerpo.
Estaba furiosa y entré de inmediato al lugar, casi azotando la puerta. Ese hombre pagaría muy caro el haberse tomado el atrevimiento de robarme. Mis obras eran muy importantes para mí. Cada una de esas esculturas tenía una parte de mi corazón y la había hecho con una gran dedicación. Jamás pensé que algo así me pasaría. Era la gota que rebalsaba el vaso, para el colmo, Lucio que apareció en el estacionamiento como si pudiera seguir en mi vida.
La mujer que atendía la pizzería llegó a mi lado.
—Sí, estoy para servirte. —dijo sonriente, tenía un delantal oscuro puesto y el cabello recogido. —Tenemos disponible toda la carta de pizzas y otras minutas.
—No quiero nada, por ahora, gracias. —contesté, tratando de ser un poco amable aun en esa situación, esa mujer no me había hecho nada y no merecía tragarse mi mal humor. Ante todo, debía conservar una pizca de sensatez.
—¿Nada? ¿Entonces por qué ha venido? —la mujer arrugó la frente en señal de desaprobación.
—Busco a Gerard, ese hombre es un ladrón. —la enfoqué con seriedad. —Llamaré a la policía si intenta ocultarlo. Tengo las pruebas de que me ha robado.
—No se de lo que está hablando, señorita. —dijo ella, horrorizada.
—Aquí se hospeda, estoy segura. —mentí, para ver si lograba pisar el palito y revelar alguna intención. —Por favor, estoy desesperada, este hombre me ha robado mucho dinero…
—Usted es Clara. —La mujer abrió los ojos como platos. —La mujer sangrienta y con cuernos. —ahogó una risa.
Eso me hizo sonrojar, ya había escuchado eso muchas veces, aunque quise ignorarlo siempre. Cada vez que entraba a mi computadora a navegar me aparecían las imágenes graciosas y la humillación regresaba. A veces tomaba un descanso de las redes y la televisión y no encendía ningún dispositivo, pero eso duraba muy poco, era como si no pudiera estar sin sabotearme.
“Sangrienta y con cuernos”. Esa m*****a pintura roja había generado tanta polémica. A todos les gustaba burlarse de las desgracias ajenas. A pesar de haber ganado un premio, me fastidiaba que lo recordaran siempre.
—Se confunde. —mentí, era una de las cosas que solía hacer cuando me reconocían en la calle. —Mi nombre es Lara.
—Bueno, si usted no es Clara, entonces se ha salvado. Porque aquí han pedido una pizza de muzzarella bajo ese nombre y no han pagado.
—¿Qué dice? —pregunté, con la sangre hirviendo.
—Lo que escucha, aquí han llamado pidiendo esa pizza triple, eso quiere decir que es familiar. —la mujer entrecerró los ojos. —Es usted Clara, estoy muy segura. La vi en la televisión muchas veces. Mis hijos han ido a su galería, a mi no me engaña. —arrugó la nariz. —Es usted una mujer muy rica, deje de ser tan tacaña.
—¿Tacaña, yo? ¿Qué está diciendo? —en ese momento quería gritar con toda mi fuerza, pero me contuve, era demasiada locura para un solo día.
—Sí, no quiere pagar el encargo. —dijo ella, con severidad.
Un muchacho salió de la cocina con una bandeja brillante. Allí, la pizza de muzzarella estaba lista para ser llevada a la mesa. La mujer arqueó una ceja.
—Está servida su comida, mujercita. —dijo, con un aire soberbio. —Si es que tiene la dignidad para pagar por lo que ha encargado.
Sus palabras me resultaron como balas en mi espalda. Tragué saliva y pensé, para mis adentros, que quizás lo mejor era retirarme de allí, olvidar este asunto entero y concentrarme en otra cosa. El muchacho sirvió la mesa para que me sentara.
Saqué mi billetera y pagué lo correspondiente, después de todo, yo no era ninguna tacaña y no quería que mi reputación se viera todavía más afectada con otro escándalo. Ya imaginaba a alguien grabándome para exponerme como la tacaña local.
Me senté en la mesa con una gran resignación y el mal humor latente. Pedí un refresco para acompañar la comida. Para mi buena fortuna, la pizza estaba deliciosa, la muzzarella que usaban debía ser muy buena. Era algo bueno entre tanto caos.
Dediqué ese tiempo a pensar si realmente quería seguir con esto. De inmediato en mis pensamientos se centró Lucio. Otra vez mi ex pareja, el quería volver conmigo y parecía dispuesto a empezar de nuevo. ¿Yo quería hacerlo? No lo sabía, solo el cielo sabía cuanto extrañaba la compañía por las mañanas y por las noches, cuando me iba a dormir sola y el frio parecía nunca desaparecer.
—Es bueno que ya hayas ordenado. —la voz provenía de enfrente de mí.
Levanté la cabeza y lo vi ahí, con su cara arrogante y su aspecto de mafioso europeo sofisticado. Tenía una sonrisa casi malévola y me enfocaba con sus ojos penetrantes. Su cabello oscuro contrastó con su ligero bronceado.
—Así que vives aquí, debe haber algún lavado de dinero. —puse los ojos en blanco, estaba harta de su arrogancia. —No me sorprende de alguien como tú. ¿Has venido a confesar tus crímenes?
El sonrió y se relamió los labios con seducción. Estaba burlándose de mí, me hallaba segura de eso.
—No, claro que no. —contestó, con la misma sonrisa. —Tu me has regalado esa escultura. —guiñó un ojo. —Querías quedar bien conmigo, aunque es entendible.
—Eres un desgraciado. ¿Cómo se te ocurre inventar esta sarta de disparates? Me has robado y quiero el dinero de vuelta. —dije casi gritando.
El se sentó en la mesa del acompañante y tomó una rebanada de pizza.
—Lo que pasa es que estás loca por llamar mi atención, muñeca, por eso me has invitado a cenar aquí. Debiste decirlo y ya. —hizo una mueca seductora y luego llenó su copa hasta el borde
Aquello hizo que por poco y me diera un infarto. ¿A que estaba jugando?
Estaba hablándome y mirándome a los ojos con una intensidad inmanejable para mí. Su seducción era tan fuerte, su boca era perfecta y cargaba una soberbia casi mágica.—Creo que estás loco, Gerard, debiste decírmelo antes. —dije, con una seriedad de piedra. —Pensé que eras un millonario raro, pero no uno lunático.Él se echó a reír.—Clara, no me malinterpretes. —sonrió. —Quiero conocerte un poco más.—Ya me viste en televisión. —dije con cierto recelo, tenía la humillación todavía con un sabor amargo.—Eso no es conocerte en profundidad. He visto los apodos que te han puesto, las imágenes. Pero debo decir que he quedado intrigado contigo. —me miró profundamente. —Aunque intentan ridiculizarse, te ves fantástica en cualquiera de las tomas.—Bah, eso es puro palabrerío. —dije con desdén, tratando de cortarle ese rollo que se inventaba.Estaba coqueteando conmigo, aunque no quería admitirlo lo sabía y eso me ponía muy nerviosa. Me sonrojé sin siquiera darme cuenta.—No te aflijas. —dijo
—Otra vez, en serio. ¿Por qué no lo besaste, Clara? —preguntó mi hermana, al tiempo en el que tomaba de su vaso. La barra tenía una gran cantidad de bebidas para escoger.La había invitado a un bar cercano a su casa para que tomáramos algo, siempre me relajaba el poder charlar con ella.—Estás loca, yo no soy así, mira, casi me pone loca un abrazo. Estoy descontrolada. —me cubrí el rostro con las manos. —He estado sola por mucho tiempo…—No digas eso, él quería que pasara, por algo te coqueteaba así. Uf, tienes que seguir a ver qué ocurre. —dijo ella, sonriente.—No lo haré, mira, fue divertido, creo… No lo sé… Pero no me siento lista para volver a estar con alguien. —negué también con la cabeza.—Por amor de dios, eres una mujer joven. ¿Piensas quedarte toda tu vida sola? Deja que me avises ahora, así encuentro un buen obsequio de cumpleaños con baterías… —hizo una mueca y las dos estallamos de la risa.—Oye, no seas tan ofensiva. —dije, con un tono irónico. —No te he contado todo.E
Mi mensaje fue sencillo, no era tan valiente como para invitarlo a salir directamente.—¿Tienes tiempo libre? —pregunté, por el móvil, con la voz más relajada que pude hacer en ese momento.El corazón en realidad me estaba latiendo a mil, porque estaba actuando sin pensar, con un desenfreno que no era propio de mí. No comprendía porque me encontraba cambiando tanto mi manera de ser así tan de golpe.Era demasiado para mi vida de estar casi aislada, en especial de relaciones románticas. Pero necesitaba charlar con alguien, más que nada, porque si no caería en las garras de la nostalgia y volvería a extrañar mi vida de casada.Eso sería terrible, en especial luego de haber sufrido semejante engaño.—Hola Clara, paso por ti en una hora. —dijo la seductora voz de Gerard en el móvil, incluso me sonrojé a pesar de no estar viéndolo a los ojos en ese momento.Corté antes de que pudiera decir cualquier cosa y le envié mi ubicación para que pudiera venir sin problemas.Ay clara, ¿Qué se supone
Desperté al otro día, completamente exhausta luego de mi ajetreada noche. Mi camisón era suave y lo primero que vi, fue a Gerard a mi lado, sin camisa y aferrado a mi envolviéndome con sus amplios brazos. Fue una noche de disfrute pleno y no lo olvidaría nunca, el poseía una fuerza tremenda y sabía exactamente qué hacer para tenerme por siempre a sus pies.—Buenos días, Clara. —dijo, al tiempo en que me besaba la frente y acariciaba mi piel con lentitud, para hacer que me estremeciera. Tenía esa capacidad.—Buen día. —contesté somnolienta y lo abracé, sentir ese calor me elevaba hacia las estrellas. Esa calma era invaluable. —Oh, olvidé el trabajo, santo cielo. —dije al tiempo en que me levantaba de un salto estrepitoso.El negó con la cabeza, tomando una de mis manos.—No volverás a esa galería a trabajar hoy. —su voz volvió a tornarse severa. —Te advertí que serías mía y eso es lo que pasó. —sonrió. —Te llevaré conmigo, necesito una esposa con urgencia.—Pensé que te referías a unas
Cuando mi hermana se fue, esta vez, no me encontré sola dentro de mi propia casa y eso fue muy relajante. Incluso pude dormir un poco y con una calma gratificante. Tenía ese día para pensar en lo que haría, si me marcharía o me quedaría en casa.El sonido del golpe en la ventana, para dar paso a los vidrios rotos contra el suelo. El estrepito se hizo grande. Salí corriendo para ver con mis propios ojos lo que estaba ocurriendo. El miedo creció más cuando escuché los pasos acercándose hacia mí. Pensé de inmediato en un ladrón o un pervertido que se infiltró para robar lo que pudiera.—¡Maldita! —gritaba ella, con el martillo entre sus manos, destrozando mi juego de té, mi aparador de vidrio y otra de mis jarras de flores.No atiné ni siquiera a decir palabra alguna. Ella comenzó a perseguirme con eso entre sus manos para lastimarme. Corrí hacía mi cuarto para cerrar con llave para impedir que entrara, pero no llegaba a tiempo antes de que me empezara a pisar los talones.—No corras mal
El lapso que siguió me heló la sangre, no olvidaría nunca lo que sucedió en ese momento, cuando Cielo cayó sobre mi intentando cortar mi rostro con esa navaja afilada. No llegó a cortarme la cara porque detuve su mano, pero si llegó a mi hombro y rasgó la piel haciendo que sangrara. Intenté inmovilizarla, pero ella tenía mucha fuerza y su furia parecía hacer que pudiera resistir todavía más. Busqué empujarla a un lado inútilmente, Cielo estaba cada vez más dispuesta a hacer cualquier cosa, lanzaba golpes que podían incluso apuñalarme sin piedad. En el suelo, las dos luchábamos la una con la otra para ver quien sobrevivía, mientras él fuego comenzaba a propagarse.La sirena de la policía hizo que se quitara de encima de mí y rodara hacia un lado, con movimientos torpes en un intento por ponerse de pie. Sujeté sus pantalones para que no pudiera irse, quería que la policía la atrapara de inmediato. Ella me asestó una patada de lo más dolorosa, que me apartó de golpe y me tiró al suelo.L
—¿Cómo supiste que estaba en problemas? —le pregunté a Gerard, con una confusión creciente. —¿Acaso me estás siguiendo? —fruncí el ceño, desconfiando.Él sonrió con su correspondiente aire misterioso y me ignoró por completo. Volví a insistir antes de que creyera que todo estaba en orden.—Lo vi en la televisión. Estás nuevamente en cada canal. Vaya, debe ser agotador ser tan famosa. —dijo en un tono suspicaz, me gustaba cuando intentaba provocarme y hacerme enfadar.No respondí, el hecho de saber que de nuevo estaba en la televisión me hizo revolver el estómago.—Te llevaré a tomar algo, un café, lo que quieras. Has pasado por un momento difícil. —dijo, con un tono más amable y no tan amenazante como el que estaba teniendo.Por momentos creía que me quería como su sumisa y que esto era una trampa para llevarme a una mansión como esas de las cuales se leen en libros o se ven en películas. Lo inspeccioné con la mirada, era una mezcla entre la caballerosidad y el poder, se veía imponent
(Narra Thomas)—Tu hermano ha llamado hace unos pocos segundos. —dijo mi madre, con su voz ronca de haber dormido poco, sufría de un insomnio terrible, las ojeras bajo sus ojos lo demostraban.—¿Qué ha dicho? ¿Se cansó de su viaje absurdo? —pregunté con ironía, claro que Koddel podía no volver en años si quisiera, así era él, nadie nunca lo cuestionaba.—Vendrá con su prometida. —ella sonrió con una alegría enorme, casi saltando de la felicidad. —¡Tendremos al fin una boda!Mi hermano mellizo Koddel siempre había sido el futuro de la familia. Mi madre siempre quiso que se casara para así convertirse en abuela. Para ella, necesitábamos mantener las apariencias frente a todo, era lo más vital en nuestra familia. Yo lo entendía, él siempre fue el más listo.—¿La tendrá como a una de sus sumisas? —pregunté con un sarcasmo afilado.Por poco mi madre me asesta un bofetón en el rostro, ella no toleraría tal insulto hacia su hijo. Lo sobreprotegía y consentía desde que tengo memoria. Desde qu