Mi reflejo mostraba una elegancia impecable. Mi jornada en mi galería tenía que ser perfecta, solo así, no me juzgarían los demás, cada cliente no recordaría esa mancha. Mi humillación. Cada vez que miraba como las personas entraban a la galería, veía en sus ojos que habían escuchado la historia.
Incluso había salido en la televisión, recordaba como hablaron de mí por semanas. Fue un escándalo a nivel país y ahora, todos conocían mi rostro.
—Buenos días, señora Clara, hoy vendrán personas muy importantes. La agenda dicta que debe quedarse hasta el mediodía. —empezó a decir Sophie, mi secretaria.
—Oh, eso ya suena agotador. ¿Te refieres a los extranjeros? —pregunté con curiosidad.
—Exacto. —Sophie se encogió de hombros. —Los de Europa.
Eso develaba que sería una jornada bastante agotadora. Cuando venía gente muy sofisticada por lo general me ponía muy nerviosa. Todo debía salir exactamente perfecto, eran personas de otro país y debían llevarse una buena impresión de mi lugar.
Había escuchado sobre uno solo de los hombres que vendrían. Este era un caballero muy acaudalado, uno de los millonarios principales de su país. No se conocía mucho sobre él, era un hombre de perfil bajo. Para mi fortuna, como no eran de por aquí quizás no conocieran mi historia y no me sentiría juzgada.
Volví a retocar mi peinado y maquillaje para estar lista para cuando llegaran. No se hicieron esperar, siendo puntales y precisos en el horario. Lo vi llegar y no pude disimular la sorpresa. Jamás hubiera esperado a un hombre de semejante porte. Tenía los ojos almendrados y el cabello oscuro, parecía sacado de una revista de famosos. Su físico estaba trabajado, sus músculos se apreciaban a pesar de que llevaba una camisa puesta. Su mandíbula marcada y su mirada penetrante hicieron que me sonrojara cuando me observó detenidamente. Su belleza parecía ser de otro mundo.
—Clara. ¿No es así? —preguntó él, sin una sonrisa. Por lo cual, intuí que solo venía a mirar y no a hacer sociales.
—Sí, es un gusto conocerlo. —saludé con frialdad, para que la relación no creciera.
A pesar de que me sentía muy atraída por ese hombre tan misterioso, no dejaría que eso me motivara a romper la frialdad que construí con tanto esfuerzo. Me había jurado a mi misma que no volvería a confiar en ningún hombre, era una promesa que no iba a romper solo por ese sujeto tan atractivo. Su mirada era tan extraña, me daba la sensación de que ocultaba algo.
Paseó a mi lado buscando una escultura para comprar y llevar a uno de los estudios de música que poseía. Cuando escogió uno al fin, pagó y se quedó mirándome fijamente. Eso no tenía sentido para mí. ¿Acaso estaba jugando conmigo? ¿Se burlaba de mí o quizás escucho mi triste historia?
—Te ves más bonita que en la televisión. —dijo, con palabras algo toscas. Entrecerró los ojos con una seducción única.
Me sonrojé al instante, quedándome muda. No esperaba que supiera sobre lo sucedido con mi esposo y su amante. Era la etapa más dura de mi vida y ni siquiera podía tener un gramo de privacidad. Mi duelo fue público, ni siquiera mi familia se salvó de tener que dar entrevistas para contar lo sucedido.
—¿Te avergüenza? —preguntó él, enfocándome con su mirada. Parecía ver más allá de mi ropa y eso me erizó la piel.
—No, claro que no. —dije con convicción, no quería mostrarme como una paloma asustada. Subí la cabeza y respiré profundo. —Usted ya adquirió una obra, ahora le pediré que se retire porque tengo mucho trabajo hoy.
Mi enojo yacía en su falta de respeto. ¿Cómo se le ocurría mencionar mi bochorno en nuestro primer encuentro?
Pasado el mediodía iba a ir a mi estancia en el campo, la que compré con el dinero del juicio. Allí descansaba del trabajo y montaba a caballo, era de mis cosas favoritas. Él se quedó mirándome con una sonrisa dibujada en sus labios.
—¿Quieres cenar hoy? —preguntó, como si nada hubiera sucedido.
Fruncí el ceño al instante.
—No, estoy ocupada. —contesté a secas, retirándome de allí a paso ligero.
Me quedé entre una de las paredes que dividía la galería de la entrada a los sanitarios. Tenía que observarlo, para ver el momento en el cual se dignara a marcharse. Su móvil comenzó a sonar y él se mostró muy incómodo.
—Llámame en unos segundos, no puedo responder ahora. —dijo, con la voz sumamente afligida.
Luego de esto, se marchó por la puerta principal sin volver la vista hacia atrás. Me pareció un poco raro que tuviera esa reacción, pero estaba aliviada de que se hubiera marchado.
—No lo soporto. —le dije a Sophie, al estar preparando mis cosas para ir a mi casa de campo.
—¿Al señor Gerard? —preguntó ella, desconcertada. —Pareció amable.
—Sí, es un tipo insoportable y también maleducado. —dije, liberando eso que tenía en el pecho. Tomé un sorbo de soda para aclarar mi garganta.
Dejando todo listo en el trabajo, siempre me retiraba a distenderme al campo. Mi jardín allí era tan extenso que podía pasar horas relajándome. Mi jardinero me ayudaba con todo lo que se necesitaba. Thomas se había vuelto muy cercano a mí, en especial después del escándalo y los juicios, porque necesité un amigo más que nunca.
Mientras me alistaba, volvieron a resonar las palabras de Cielo en mi cabeza. “Descuidada”, había dicho en el juicio. Ella dijo tantas veces que mi marido me había abandonado por descuidada, por dejar mi belleza de lado por mi carrera. Ahora me veía radiante en comparación, porque dedicaba el tiempo a amarme más a mi misma.
Cuando decidí darle la mitad del dinero, me sentí tan bien conmigo misma que eso me hizo dar un paso más adelante. Yo no quería que Lucio ganara y si las dos peleábamos hasta la muerte, el quedaría impune.
No lo había visto desde el juicio y había pasado mucho tiempo.
Busqué mi automóvil en el estacionamiento al cual siempre asistía. Su voz me interrumpió.
—Clara. —dijo Lucio, intentando mostrarse amable.
El no se veía para nada bien. Las ojeras decoraban su rostro, que estaba mucho más delgado y agudo. Estaba desmejorado, como si le hubieran pasado diez años. Di media vuelta para ignorarlo olímpicamente. No iba a darle el gusto de hablarme.
—Te ves radiante. —insistió, siguiéndome hasta mi auto. —No hemos hablado desde el malentendido…
Por favor, seguía negando las cosas como un cínico total. Malentendido, si, como no. Si el quería vivir engañado ese era su problema. Me tomó de la mano.
—Extraño la vida que teníamos juntos. —dijo, con una sinceridad aplastante. Me miró directamente a los ojos y estos brillaron.
Mi corazón empezó a latir muy rápido al sentir su piel. Los recuerdos me aplastaron el pecho, cada instante que vivimos juntos, la comodidad de nuestro hogar, la manera en que nuestra rutina me hacía sentir tan amada. El había sido un esposo perfecto para mí…
Pero todo era una cruel mentira.
Puse los ojos en blanco y lo empujé hacia atrás para apartarlo. Frialdad, me repetí a mi misma. Si caes en las garras del pasado, volverás a ser humillada. Era mi mantra, no dejar entrar a nadie a mi vida para no ser traicionada de nuevo. ¿Acaso quería volver a repetir la misma historia? Que todos se rieran de la pobre Clara, que había sido engañada por su esposo un millar de veces.
—¿Tú no me extrañas? —preguntó, antes de que pudiera subir a mi auto y escapar de su compañía.
Siempre lo hacía, en especial por las noches, cuando esperaba un saludo, un beso, que me tapara con una manta. La vida en el matrimonio había sido maravillosa para mí y por esa razón, el golpe de la soledad era tan duro para acostumbrarme. Ese afecto, las muestras de cariño, lo extrañaba todo y al mismo tiempo, lo deseaba de nuevo.
—No, por supuesto que no. —respondí. Cerrando la puerta y arrancando rápidamente, antes de que mi corazón me traicionara.
Pude ver como se quedaba de pie frente a mi auto, quizás con la esperanza de que suavizara mi enojo y me detuviera. Tenía el rostro esperanzado e ingenuo, clavando mis ojos en mí y siguiéndome con la mirada. Tuve que hacer un esfuerzo descomunal para no caer en la tentación de detenerme y dejar que me convenciera de volver a intentarlo.
Porque en el fondo seguía sintiendo que algo nos unía. Llegué a la casa de campo y tomé una copa para suavizar la tensión que recorría mi cuerpo.
Estaba a punto de comenzar a almorzar cuando mi teléfono comenzó a sonar. Estaba buscando no estar de mal humor luego de lo ocurrido en la galería y después, lo que pasó con Lucio. Parecía que mi paciencia iba a colmarse en cualquier segundo.
—¿Hola? —pregunté, con la voz ronca.
—Señora Clara, disculpe por interrumpirla en su descanso. Debe venir urgentemente a la galería. —empezó a decir Sophie, con la desesperación creciente, era como si hubiera sucedido una desgracia.
Eso me desconcertó por completo.
—¿Qué? ¿Ha sucedido algo malo? —quise saber de inmediato.
—El hombre que compró la escultura. Gerard, el millonario… —tragó saliva, los nervios la acorralaban. —Su dinero ha sido retirado de nuestra cuenta. Como si fuera un reembolso. Pero la obra ya no está.
—¿Cómo? No comprendo nada de lo que dices. —dije, con un fastidio creciente. Eso no tenía sentido en lo absoluto.
—Que se ha robado la obra, la escultura. Nos han timado. —el sollozó fue evidente. —Nos han robado…
La obra era una de las más costosas de toda la galería. De igual modo no tenía sentido, el era un hombre millonario, no tenía la necesidad de robar nada. Sus cuentas debían tener muchísimo dinero como para hacer esta clase de artimañas.
—En el recibo figura una dirección de hotel. Pero he ido hacia allí y es un local de comidas rápidas. No tiene sentido, oh, santo cielo. —otro sollozo, el llanto le ganaba. —No puedo creerlo. No creí jamás que alguien pudiera hacer algo así. El dinero ha desaparecido de la cuenta de la galería…
—Espera Sophie, cálmate. —dije, buscando que se tranquilizara, parecía al borde de un colapso nervioso. —Yo me haré cargo, iré a buscar a ese desgraciado y lo haré pagar por intentar timarnos. —aseguré. —Envíame esa dirección, quizá has buscado en el sitio incorrecto.
Sophie mandó la ubicación y corroboré que allí no había una vivienda ni un hotel. Eso era de esperarse, el no vivía en este país y para el sería muy sencillo desaparecer, así como si nada.
Busqué una chaqueta y tomé las llaves de mi auto, partiría ahora mismo para encontrarlo antes de que tomara un vuelo y se escapara de mi alcance. Todavía tenía la imagen de su rostro en mi mente, era el hombre más atractivo que hubiera visto en toda mi vida
El sitio era más bien, una pizzería y al estacionar mi auto allí, pude ver que allí no había muchos más automóviles. Parecía ser una zona bastante peligrosa y no quería pasar ni un minuto más de lo que fuera necesario, los nervios subían por mi cuerpo.Estaba furiosa y entré de inmediato al lugar, casi azotando la puerta. Ese hombre pagaría muy caro el haberse tomado el atrevimiento de robarme. Mis obras eran muy importantes para mí. Cada una de esas esculturas tenía una parte de mi corazón y la había hecho con una gran dedicación. Jamás pensé que algo así me pasaría. Era la gota que rebalsaba el vaso, para el colmo, Lucio que apareció en el estacionamiento como si pudiera seguir en mi vida.La mujer que atendía la pizzería llegó a mi lado.—Sí, estoy para servirte. —dijo sonriente, tenía un delantal oscuro puesto y el cabello recogido. —Tenemos disponible toda la carta de pizzas y otras minutas.—No quiero nada, por ahora, gracias. —contesté, tratando de ser un poco amable aun en esa
Estaba hablándome y mirándome a los ojos con una intensidad inmanejable para mí. Su seducción era tan fuerte, su boca era perfecta y cargaba una soberbia casi mágica.—Creo que estás loco, Gerard, debiste decírmelo antes. —dije, con una seriedad de piedra. —Pensé que eras un millonario raro, pero no uno lunático.Él se echó a reír.—Clara, no me malinterpretes. —sonrió. —Quiero conocerte un poco más.—Ya me viste en televisión. —dije con cierto recelo, tenía la humillación todavía con un sabor amargo.—Eso no es conocerte en profundidad. He visto los apodos que te han puesto, las imágenes. Pero debo decir que he quedado intrigado contigo. —me miró profundamente. —Aunque intentan ridiculizarse, te ves fantástica en cualquiera de las tomas.—Bah, eso es puro palabrerío. —dije con desdén, tratando de cortarle ese rollo que se inventaba.Estaba coqueteando conmigo, aunque no quería admitirlo lo sabía y eso me ponía muy nerviosa. Me sonrojé sin siquiera darme cuenta.—No te aflijas. —dijo
—Otra vez, en serio. ¿Por qué no lo besaste, Clara? —preguntó mi hermana, al tiempo en el que tomaba de su vaso. La barra tenía una gran cantidad de bebidas para escoger.La había invitado a un bar cercano a su casa para que tomáramos algo, siempre me relajaba el poder charlar con ella.—Estás loca, yo no soy así, mira, casi me pone loca un abrazo. Estoy descontrolada. —me cubrí el rostro con las manos. —He estado sola por mucho tiempo…—No digas eso, él quería que pasara, por algo te coqueteaba así. Uf, tienes que seguir a ver qué ocurre. —dijo ella, sonriente.—No lo haré, mira, fue divertido, creo… No lo sé… Pero no me siento lista para volver a estar con alguien. —negué también con la cabeza.—Por amor de dios, eres una mujer joven. ¿Piensas quedarte toda tu vida sola? Deja que me avises ahora, así encuentro un buen obsequio de cumpleaños con baterías… —hizo una mueca y las dos estallamos de la risa.—Oye, no seas tan ofensiva. —dije, con un tono irónico. —No te he contado todo.E
Mi mensaje fue sencillo, no era tan valiente como para invitarlo a salir directamente.—¿Tienes tiempo libre? —pregunté, por el móvil, con la voz más relajada que pude hacer en ese momento.El corazón en realidad me estaba latiendo a mil, porque estaba actuando sin pensar, con un desenfreno que no era propio de mí. No comprendía porque me encontraba cambiando tanto mi manera de ser así tan de golpe.Era demasiado para mi vida de estar casi aislada, en especial de relaciones románticas. Pero necesitaba charlar con alguien, más que nada, porque si no caería en las garras de la nostalgia y volvería a extrañar mi vida de casada.Eso sería terrible, en especial luego de haber sufrido semejante engaño.—Hola Clara, paso por ti en una hora. —dijo la seductora voz de Gerard en el móvil, incluso me sonrojé a pesar de no estar viéndolo a los ojos en ese momento.Corté antes de que pudiera decir cualquier cosa y le envié mi ubicación para que pudiera venir sin problemas.Ay clara, ¿Qué se supone
Desperté al otro día, completamente exhausta luego de mi ajetreada noche. Mi camisón era suave y lo primero que vi, fue a Gerard a mi lado, sin camisa y aferrado a mi envolviéndome con sus amplios brazos. Fue una noche de disfrute pleno y no lo olvidaría nunca, el poseía una fuerza tremenda y sabía exactamente qué hacer para tenerme por siempre a sus pies.—Buenos días, Clara. —dijo, al tiempo en que me besaba la frente y acariciaba mi piel con lentitud, para hacer que me estremeciera. Tenía esa capacidad.—Buen día. —contesté somnolienta y lo abracé, sentir ese calor me elevaba hacia las estrellas. Esa calma era invaluable. —Oh, olvidé el trabajo, santo cielo. —dije al tiempo en que me levantaba de un salto estrepitoso.El negó con la cabeza, tomando una de mis manos.—No volverás a esa galería a trabajar hoy. —su voz volvió a tornarse severa. —Te advertí que serías mía y eso es lo que pasó. —sonrió. —Te llevaré conmigo, necesito una esposa con urgencia.—Pensé que te referías a unas
Cuando mi hermana se fue, esta vez, no me encontré sola dentro de mi propia casa y eso fue muy relajante. Incluso pude dormir un poco y con una calma gratificante. Tenía ese día para pensar en lo que haría, si me marcharía o me quedaría en casa.El sonido del golpe en la ventana, para dar paso a los vidrios rotos contra el suelo. El estrepito se hizo grande. Salí corriendo para ver con mis propios ojos lo que estaba ocurriendo. El miedo creció más cuando escuché los pasos acercándose hacia mí. Pensé de inmediato en un ladrón o un pervertido que se infiltró para robar lo que pudiera.—¡Maldita! —gritaba ella, con el martillo entre sus manos, destrozando mi juego de té, mi aparador de vidrio y otra de mis jarras de flores.No atiné ni siquiera a decir palabra alguna. Ella comenzó a perseguirme con eso entre sus manos para lastimarme. Corrí hacía mi cuarto para cerrar con llave para impedir que entrara, pero no llegaba a tiempo antes de que me empezara a pisar los talones.—No corras mal
El lapso que siguió me heló la sangre, no olvidaría nunca lo que sucedió en ese momento, cuando Cielo cayó sobre mi intentando cortar mi rostro con esa navaja afilada. No llegó a cortarme la cara porque detuve su mano, pero si llegó a mi hombro y rasgó la piel haciendo que sangrara. Intenté inmovilizarla, pero ella tenía mucha fuerza y su furia parecía hacer que pudiera resistir todavía más. Busqué empujarla a un lado inútilmente, Cielo estaba cada vez más dispuesta a hacer cualquier cosa, lanzaba golpes que podían incluso apuñalarme sin piedad. En el suelo, las dos luchábamos la una con la otra para ver quien sobrevivía, mientras él fuego comenzaba a propagarse.La sirena de la policía hizo que se quitara de encima de mí y rodara hacia un lado, con movimientos torpes en un intento por ponerse de pie. Sujeté sus pantalones para que no pudiera irse, quería que la policía la atrapara de inmediato. Ella me asestó una patada de lo más dolorosa, que me apartó de golpe y me tiró al suelo.L
—¿Cómo supiste que estaba en problemas? —le pregunté a Gerard, con una confusión creciente. —¿Acaso me estás siguiendo? —fruncí el ceño, desconfiando.Él sonrió con su correspondiente aire misterioso y me ignoró por completo. Volví a insistir antes de que creyera que todo estaba en orden.—Lo vi en la televisión. Estás nuevamente en cada canal. Vaya, debe ser agotador ser tan famosa. —dijo en un tono suspicaz, me gustaba cuando intentaba provocarme y hacerme enfadar.No respondí, el hecho de saber que de nuevo estaba en la televisión me hizo revolver el estómago.—Te llevaré a tomar algo, un café, lo que quieras. Has pasado por un momento difícil. —dijo, con un tono más amable y no tan amenazante como el que estaba teniendo.Por momentos creía que me quería como su sumisa y que esto era una trampa para llevarme a una mansión como esas de las cuales se leen en libros o se ven en películas. Lo inspeccioné con la mirada, era una mezcla entre la caballerosidad y el poder, se veía imponent