Capitulo 1Con el sonido de un disparo que resonó en todos los rincones de la mansión, las empleadas se levantaron sobresaltadas. Emma bajó rápidamente con su ropa manchada de sangre.—Mañana cuando despiertes, tu vida será un infierno Maite Ferri, te odio con toda mi alma, espero con ansias ver cómo el odio de Marcos caerá sobre ti, te odiará y aborrecerá -declaró mientras caminaba hacia el auto que había estacionado fuera de la hacienda. Antes de irse, vio llegar el auto de Marcos y respiró aliviada al darse cuenta de que él no la había encontrado.—Pronto serás mío Marcos Heredia, sólo mío.Marcos había salido de la mansión como todos los días para ir a trabajar. Sin embargo, su amigo Alfonso le había preparado una despedida de soltero esa noche.Pero Marcos no tenía ninguna intención de disfrutar. Tenía el ceño fruncido y se le notaba estresado. Su rostro mostraba amargura al ver a las mujeres bailando para él. Se sintió furioso y ni siquiera las siguió mirando. Desvió la mirada ha
Capitulo 2 Maite reía con asombro y lloraba al mismo tiempo, no podía creer todo aquello. Sin embargo, un video comprobaba lo promiscua que era ella. Se rehusaba a creer lo que había pasado. “Te pudrirás en prisión, Maite. Te lo juro”, dijo Marcos mientras se dirigía hacia la salida. No podía soportar un momento más con esa mujer. “No me dejes aquí”, gritó Maite desesperada, corriendo hacia él y aferrándose a su espalda. Lo apretó con fuerza mientras lágrimas rodaban por sus mejillas. Al sentir las manos temblorosas y las lágrimas mojando su espalda, el corazón de Marcos se estremeció. Maite lo debilitaba. Maite era solo una joven de veinte años, estaba sola en el mundo y él había prometido cuidar de ella. Pero no podía perdonar su engaño y el daño que le había causado a su abuela. Cerró los ojos y por un instante quiso abrazarla y decirle que todo estaría bien, que intentaría solucionarlo. Pero recordó que la persona en coma era su abuela, su única familia. ¿Cómo podría perdonar
Capitulo 3 —Pagarás por esto. Abre la puerta —dijo al oficial, agarrando a Maite y llevándola a un rincón en un espacio cerrado. Le arrancó el mono de prisionera y, lleno de deseos, Marcos la empujó contra la pared. —Suéltame—, suplicó ella con un dolor infinito en el pecho. No obstante, Marcos parecía no escuchar razones. Estaba cegado por el odio y la ira; deseaba cobrarle a Maite su traición y lo sucedido a su abuela. Que fuera a prisión no era suficiente, él quería verla llorar y suplicar, y aunque ella lo hizo, él no la escuchaba. Maite se encontraba esposada y utilizó las esposas para golpear el rostro de Marcos, lo cual solo lo enfureció más. Marcos la arrinconó contra la pared y ella se golpeó el rostro. Maite lloraba desgarradamente al ver lo que Marcos intentaba hacerle. —No, por favor… no lo hagas —suplicó—. Lo prometiste, prometiste que jamás me lastimarías. Eres un cobarde, olvidaste tu promesa. Aquellas palabras llegaron al corazón de Marcos, quien inmediatamente se
—En realidad no comprendo cómo me pudieron juzgar en este país sin tener un abogado que me defienda. —Así es en mi país —dijo Graciela— ¡Aquí la justicia solo sirve cuando hay dinero de por medio! Si eres pobre y no tienes a nadie, te aplastan como cucaracha, más si te metiste con un poderoso, como los Heredia. Pero estate tranquila, estoy segura de que en menos de lo que piensas saldrás de aquí —La mujer inhaló del tabaco y soltó el humo— Ya verás que la justicia llegará —Maite se quedó viendo a la mujer que hablaba con tanta seguridad, como si en realidad eso pudiera suceder. —¿Por qué lo dices? —cuestionó sin contener la curiosidad. —Por nada, solo pienso que, si eres inocente como dices, tarde o temprano saldrás. —Graciela Ramírez… tienes visita—, informó una guardia. De inmediato, Graciela se dirigió a la sala de visitas. Por otra parte, Emma se había quedado con la intriga de lo que su amiga había dicho. Si eso era cierto, no podía permitir que ese secreto llegara a oídos de
—Marcos, era mi primera vez, ¿comprendes? —, Marcos recordó haber visto la sangre en las sábanas —Lo sé—, dijo con disgusto —Créeme que te lo recompensaré—. Emma estaba completamente feliz y a punto de saltar de alegría cuando escuchó a Marcos hablar —Pero no pidas que me case contigo, porque eso nunca sucederá—, dijo Marcos, continuando su camino hacia su habitación. La mujer, que hasta hace un momento sonreía, se llenó de disgusto. Escuchar que Marcos nunca se casaría con ella hizo que se pusiera a pensar. Tenía que buscar otra manera de atarlo a ella, porque Marcos debía ser suyo. Ahora que Maite no estaba, tenía que asegurarse de que no se enamorara de otra. Marcos llegó a su habitación y lo primero que hizo fue darse una ducha. Minutos después salió y cuando estaba a punto de vestirse, Emma entró con una bata de dormir tan delgada que dejaba ver todo su cuerpo. Con sutileza, ella rozó los hombros de Marcos, quien se asustó al ser tocado. Levantó la mirada y se encontró con ell
El miedo que sentía Maite se disipó cuando Marcos le brindó sus brazos y empezó a mostrarle un afecto y cariño similar al de su padre. Pero los sentimientos eran diferentes, ese hombre la protegía, pero también despertaba en ella emociones nunca antes experimentadas. Cuando Maite cumplió diecinueve años, Marcos le pidió formalmente que fuera su novia. No tenía dudas, amaba a esa mujer con toda su alma y quería pasar el resto de su vida con ella. Al terminar el semestre, Marcos invitó a Maite a su país natal. Ella siempre había querido conocer ese pequeño país, pero su padre nunca se lo permitió. Ella jamás logró entender por qué su padre siempre se excusaba cuando ella quería acompañarlo en sus viajes. Siempre pensó que tal vez viajaba con alguna mujer que le gustaba, por eso no quería llevarla. Pero ahora no había nada que le impidiera ir al país de su amado Marcos. Con mucha emoción, Maite subió al avión sin saber que esas vacaciones se convertirían en su peor pesadilla. Apenas a
-Maite era un ángel, pura y tierna. Pasamos muchos momentos juntos, incluso yo y Albert — la anciana suspiró y continuó—. Era un hombre maravilloso. Alex se quedó admirado al escuchar a la anciana hablar de su padre. Era como si se estuvieran refiriendo a dos hombres totalmente diferentes, ya que el Albert que él recordaba era agresivo, frío, malvado y cruel, que golpeaba a su madre sin razón alguna, solo por su gusto. —¿Y usted? ¿Qué relación tenía con Albert? — preguntó. La anciana miró a Alex, quien no había dejado de observar la tumba desde que llegó, y se dijo a sí misma “debe ser el hijo de Albert”. —Soy Alex, un antiguo amigo suyo — señaló la tumba de su padre. La anciana sonrió con ternura. —Eres muy joven para ser amigo de Albert, además… ¿Alex no es Alexander en su nombre completo? — la anciana miró a Alex y se dijo—. Eres muy parecido a tu padre, no puedes ocultarlo, jovencito”. Alex sonrió y dijo: —No lo negaré, soy yo, el hijo de Albert — la anciana soltó una ris
—Un gusto conocerte, soy Alex Smith —dijo estirando la mano. Ella aceptó su saludo, pero las expresiones de aquel joven le recordaban demasiado a su padre. Aquella sonrisa, aquellos ojos, todo en él le recordaba a su padre. Maite lo miró con el ceño fruncido y Alex se percató de ello. Sabía que algo así sucedería, puesto que tenía mucho parecido con su padre. Sin restarle importancia, se acomodó en el asiento y, sin quitar la mirada de su hermana, preguntó— ¿Tengo algo en el rostro? —increpó con una media sonrisa. Maite también sonrió y respondió— No, no es eso. Solo que te pareces mucho a alguien que fue muy especial en mi vida. —¿Especial? —pronunció Alex en un susurro. Al sentir la tensión entre ambos, Ángel se aclaró la garganta para captar la atención de ambos. —Maite, necesito hablar contigo —dijo Alex con voz seria. Esto hizo que Maite volviera su mirada hacia él. Con el ceño fruncido, se preguntaba de qué tendrían que hablar, si apenas se conocían. ¿Cómo era posible que él