Capitulo 1
Con el sonido de un disparo que resonó en todos los rincones de la mansión, las empleadas se levantaron sobresaltadas. Emma bajó rápidamente con su ropa manchada de sangre.—Mañana cuando despiertes, tu vida será un infierno Maite Ferri, te odio con toda mi alma, espero con ansias ver cómo el odio de Marcos caerá sobre ti, te odiará y aborrecerá -declaró mientras caminaba hacia el auto que había estacionado fuera de la hacienda. Antes de irse, vio llegar el auto de Marcos y respiró aliviada al darse cuenta de que él no la había encontrado.—Pronto serás mío Marcos Heredia, sólo mío.Marcos había salido de la mansión como todos los días para ir a trabajar. Sin embargo, su amigo Alfonso le había preparado una despedida de soltero esa noche.Pero Marcos no tenía ninguna intención de disfrutar. Tenía el ceño fruncido y se le notaba estresado. Su rostro mostraba amargura al ver a las mujeres bailando para él. Se sintió furioso y ni siquiera las siguió mirando. Desvió la mirada hacia cualquier otro lado.Por alguna razón, su corazón se sentía angustiado. Se levantó de su asiento y empujó a la mujer que bailaba frente a él, sin siquiera mirarla ni disculparse. Salió rápidamente del departamento.La mujer sintió rabia y vergüenza, pero en el fondo agradeció que el hombre se haya ido. Estuvo toda la noche amargada, ni siquiera les sonrió ni las miró.Al llegar a la mansión, Marcos escuchó los desesperados gritos de sus empleadas. Subió rápidamente las escaleras y al llegar a la habitación de Maite, encontró a un hombre desnudo en el suelo. Una ira se apoderó de él y caminó rápidamente hacia él. Las empleadas se quedaron paralizadas, sin saber qué hacer o decir. Habían escuchado el disparo y se habían cambiado rápidamente para llegar al lugar.Marcos se acercó y al ver que el hombre tenía una herida de bala en la espalda, le tomó el pulso. El hombre estaba muerto.—¿Qué diablos pasó aquí? —balbuceó alzando la mirada hacia la habitación. La puerta estaba abierta y se sintió destrozado al ver a Maite tendida en el suelo, completamente desnuda y con un arma en la mano. Varios pensamientos cruzaron por su mente y destrozaron su corazón. Estaba luchando entre Maite desnuda y el hombre muerto, y la pistola en la mano.Tragó saliva cuando vio que al lado de su amada estaba su abuela. —Abuela -gritó desesperado al verla herida.—¿Qué diablos pasó?Todas las empleadas se miraron las unas a las otras hasta que una de ellas habló nerviosamente:—No… No… No lo sé, señor.La ira invadió a Marcos y las fulminó con la mirada.—Cúbranla —gruñó Marcos y una empleada agarró una sábana y la tiró sobre el cuerpo desnudo de Maite.Mientras Marcos tomaba el débil pulso de su abuela, pidió angustiado:—Llamen a una ambulancia. Una de las empleadas agarró el teléfono y llamó al hospital.La ambulancia llegó lo más rápido posible. El pulso de Elisa estaba debilitándose y la angustia invadía a Marcos, quien con sus ojos oscuros recorría la habitación. Encontró un teléfono en el suelo y lo tomó nerviosamente. Era el teléfono de Maite y la pantalla estaba rota, aparentemente se había caído desde un lugar alto.En la primera pantalla encontró un video. Lo abrió temeroso y su corazón se encogió al ver las imágenes de aquel hombre tocando el cuerpo de su amada.Marcos tragó saliva y se desvaneció, sentándose al borde de la cama. Contuvo con gran esfuerzo las lágrimas que amenazaban con salir debido a la traición de Maite.Al verla desnuda en el frío suelo, la rabia lo cegó y con el corazón hecho pedazos, Marcos llamó a la policía.Cuando llegaron, rodearon al hombre tendido en el suelo. Recogieron el arma y el bastón con el que habían atacado a Elisa como evidencia. A Maite la llevaron a prisión estando inconsciente, aún bajo los efectos de la droga.Cuando la policía se llevó a Maite, Marcos se dirigió al hospital. Desde que se llevaron a su abuela, había entrado al quirófano y hasta las seis de la mañana aún no había salido.Los doctores estaban haciendo todo lo posible para salvarla y la operación iba bien. Elisa estaba teniendo un hermoso sueño, «en el cual su amado esposo la recibía con los brazos abiertos, y tras él, estaban su hijo y su nuera, los padres de Marcos, que habían fallecido hace años. Su nuera lloraba y Elisa secaba sus lágrimas.—No lo dejes solo —pronunciaba Mer—. Me lo prometiste.Elisa, desde las alturas, veía a su nieto triste.Cuando los padres de Marcos murieron, Elisa llegó al lugar del accidente y la única persona que encontró con vida fue su nuera, Mer, madre de Marcos.—Prométeme que lo cuidarás y no lo dejarás solo —fueron las últimas palabras de Elisa. Entre lágrimas, Elisa asintió y desde aquel día vivió para cuidar a su nieto. Marcos era lo único que le quedaba de su hijo, quien falleció junto a su esposa en aquel accidente de tránsito».Cuando la operación estaba por terminar, algo sucedió. Todos los doctores comenzaron a moverse más rápido. Elisa se estaba yendo y utilizaron la máquina para traerla de vuelta una y otra vez.La pantalla de la máquina mostraba una línea recta y un sonido que indicaba que la vida de Elisa se había ido. Alfonso agarró las planchas y aumentó la intensidad, empezó a golpear el corazón de Elisa para tratar de traerla de vuelta. Los demás observaban y movían sus cabezas en señal de que era inútil: Elisa se había ido.—Vamos Elisa —clamaba Alfonso—. No puedes irte, hazlo por Marcos.En la sala de espera, Marcos caminaba de un lado a otro. De repente, las puertas del quirófano se abrieron y salió Alfonso, empapado de sudor, se quedó parado sin moverse. Marcos se acercó lentamente y, con un nudo en la garganta, miró a los ojos a su amigo, el mejor doctor de la ciudad, y preguntó con una voz aguda y tenebrosa.—¿Está todo bien? ¿Verdad?Alfonso movió la cabeza y Marcos lo agarró del blanco overol con una mirada asesina y un dolor profundo en su corazón.—Dime que está bien. Dime que mi abuela se salvó —exclamó.En la última pregunta, sus ojos se llenaron de lágrimas amenazantes que estaban a punto de salir. Alfonso trató de calmarlo diciendo:—Elisa está bien, pero… —Hizo una pausa y tragó saliva.—Pero, ¿qué? —preguntó furioso Marcos.—Entró en estado de coma…Marcos llevó sus manos al rostro e inclinó la cabeza sintiendo un profundo dolor en el pecho. Con una voz débil, pronunció:—Es lo mismo que estar muerta —Las lágrimas rodaron por sus mejillas, esta vez no las detuvo, eran lágrimas por su abuela, la mujer que más lo había amado en la vida.—No… —dijo Alfonso—. Hay posibilidades de que despierte.—¿Despierte? —sonrió Marcos, con una sonrisa desesperanzada. Luego continuó—. ¿Cuándo? ¿Después de cinco, diez, veinte años?—Ten fe, Marcos. Elisa es muy fuerte, tarde o temprano despertará —trata de tranquilizarlo Alfonso.Después de eso, Marcos se dirigió a la celda donde estaba Maite, aún dormida.Se paró frente a ella, mirándola con desprecio. Ella se despertó aturdida, como si estuviera teniendo una pesadilla. Abrió los ojos con asombro y lo primero que vio fue el hermoso rostro de Marcos.Sonrió, pero él estaba tan furioso que se notaba en su mirada. Ella le tomó las manos con felicidad.—Llegó el día, amor —dijo Maite.Él se soltó bruscamente de su agarre y se alejó de la cama polvorienta donde estaba Maite. Ella la miró con asombro y, al sentarse, miró a su alrededor.—Marcos, ¿qué sucede? ¿Qué es este lugar? —Él volteó para verla y su rostro se tornó rojo de ira.Angustiada, Maite no sabía qué estaba sucediendo cuando Marcos decidió hablar.—¡Esto es una prisión! —exclamó él.Se preguntó qué hacía ella en la cárcel y cómo había llegado a ese lugar. Con una sonrisa y cerrando los ojos, dijo:—Esto es una broma, ¿verdad?—¡No! —escupió Marcos, enfurecido. Maite abrió los ojos y tragó saliva, nunca lo había visto tan furioso y tembló al escuchar su grito.—¿Qué sucede? Marcos, ¿por qué te estás comportando así? —preguntó Maite, temerosa.Él sonrió con desagrado.—Eres una cínica, deja de hacerte la víctima —gritó enfurecido.Maite nunca había sido tratada de esa manera y, sintiendo miedo por la actitud de Marcos, no comprendía qué pasaba. ¿Por qué se comportaba así?Suspiró e intentó calmar su corazón que latía dolorosamente en su pecho.La mirada de Marcos la aterrorizaba y ella no encontraba respuestas sobre por qué estaba en prisión. Seguía pensando que todo era una broma.Reuniendo valor, preguntó:—¿Qué he hecho? Dímelo —él rió con desgana—. No comprendo, ¿qué significa esto? Supuestamente hoy es el día de nuestra boda, ¿no crees que deberíamos estar en la iglesia? ¿Qué hacemos aquí?Marcos tragó saliva y la miró con desprecio.—¿Nuestra boda? —rió nuevamente— ¿Vas a seguir fingiendo que no sabes lo que ha pasado? —hizo una pausa y sacó el celular de su bolsillo—. Te lo recordaré.Puso el celular frente a Maite, mostrando el video grabado. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Maite y sintió vergüenza por lo que veía.Su corazón se estremeció de dolor al darse cuenta de que el sueño o, mejor dicho, la pesadilla que había tenido la noche anterior era real. Estaba grabada en un video en el que ella tenía relaciones con otro hombre que no era su futuro esposo.—No, esto no puede ser verdad —dijo nerviosamente, llevando sus manos a la cabeza—. Yo nunca haría eso en mi sano juicio.—Ja… —se burló Marcos con desprecio—. Tal vez no en tu sano juicio, pero te emborrachaste hasta perder el control y te acostaste con otro hombre en mi casa como una zorra.—Marcos, no me ofendas —dijo Maite, con lágrimas en los ojos. Jamás, nadie la había tratado e insultado de esa manera, lo cual enfureció aún más a Marcos.—Cállate —gritó él fuertemente, haciendo una pausa—. No solo me engañaste con otro hombre, sino que cuando mi abuela te descubrió, la atacaste hasta dejarla en coma y luego asesinaste a tu amante.Aterrorizada por lo que acababa de escuchar, Maite se defendió.—¡Mientes! —gritó, invadida por el miedo y el terror—. Yo nunca lastimaría a Elisa, ni mucho menos mataría a alguien… Todo es mentira, o una broma —decía mientras llevaba sus manos a la cabeza y se despeinaba—. No tengo amante —gritó desesperada, esperando que Marcos le creyera.—No sigas mintiendo —dijo Marcos con amargura, apretando los puños y mordiéndose los labios—. Te encontré desnuda a ti y a él, el video muestra lo que has hecho. Eres tan p… —se tragó las demás letras y continuó— para grabar un video teniendo relaciones con otro. —Maite quería defenderse, pero la voz de Marcos era más fuerte—. Además, encontraron el arma en tu mano y tus huellas en el bastón con el que atacaste a mi abuela.Maite no podía asimilar lo que estaba escuchando y lloraba con desesperación, al mismo tiempo que reía con disgusto. Todo esto le parecía una broma de mal gusto.—No… No, no puede ser cierto —decía, llevando sus manos a la cabeza y frotándose la cara con fuerza. Parecía una loca desesperada, esperando que Marcos le dijera que todo era solo una m*****a broma.—Nunca te perdonaré por haber intentado matar a mi abuela. Tu padre debe estar retorciéndose en su tumba por lo que acabas de hacer —dijo él con furia.Lo que Maite nunca permitiría era que usaran el nombre de su padre para ofenderla, así que, furiosa, le gritó:—¡Deja a mi padre en paz! Él no tiene nada que ver con todo lo que me acusas.Capitulo 2 Maite reía con asombro y lloraba al mismo tiempo, no podía creer todo aquello. Sin embargo, un video comprobaba lo promiscua que era ella. Se rehusaba a creer lo que había pasado. “Te pudrirás en prisión, Maite. Te lo juro”, dijo Marcos mientras se dirigía hacia la salida. No podía soportar un momento más con esa mujer. “No me dejes aquí”, gritó Maite desesperada, corriendo hacia él y aferrándose a su espalda. Lo apretó con fuerza mientras lágrimas rodaban por sus mejillas. Al sentir las manos temblorosas y las lágrimas mojando su espalda, el corazón de Marcos se estremeció. Maite lo debilitaba. Maite era solo una joven de veinte años, estaba sola en el mundo y él había prometido cuidar de ella. Pero no podía perdonar su engaño y el daño que le había causado a su abuela. Cerró los ojos y por un instante quiso abrazarla y decirle que todo estaría bien, que intentaría solucionarlo. Pero recordó que la persona en coma era su abuela, su única familia. ¿Cómo podría perdonar
Capitulo 3 —Pagarás por esto. Abre la puerta —dijo al oficial, agarrando a Maite y llevándola a un rincón en un espacio cerrado. Le arrancó el mono de prisionera y, lleno de deseos, Marcos la empujó contra la pared. —Suéltame—, suplicó ella con un dolor infinito en el pecho. No obstante, Marcos parecía no escuchar razones. Estaba cegado por el odio y la ira; deseaba cobrarle a Maite su traición y lo sucedido a su abuela. Que fuera a prisión no era suficiente, él quería verla llorar y suplicar, y aunque ella lo hizo, él no la escuchaba. Maite se encontraba esposada y utilizó las esposas para golpear el rostro de Marcos, lo cual solo lo enfureció más. Marcos la arrinconó contra la pared y ella se golpeó el rostro. Maite lloraba desgarradamente al ver lo que Marcos intentaba hacerle. —No, por favor… no lo hagas —suplicó—. Lo prometiste, prometiste que jamás me lastimarías. Eres un cobarde, olvidaste tu promesa. Aquellas palabras llegaron al corazón de Marcos, quien inmediatamente se
—En realidad no comprendo cómo me pudieron juzgar en este país sin tener un abogado que me defienda. —Así es en mi país —dijo Graciela— ¡Aquí la justicia solo sirve cuando hay dinero de por medio! Si eres pobre y no tienes a nadie, te aplastan como cucaracha, más si te metiste con un poderoso, como los Heredia. Pero estate tranquila, estoy segura de que en menos de lo que piensas saldrás de aquí —La mujer inhaló del tabaco y soltó el humo— Ya verás que la justicia llegará —Maite se quedó viendo a la mujer que hablaba con tanta seguridad, como si en realidad eso pudiera suceder. —¿Por qué lo dices? —cuestionó sin contener la curiosidad. —Por nada, solo pienso que, si eres inocente como dices, tarde o temprano saldrás. —Graciela Ramírez… tienes visita—, informó una guardia. De inmediato, Graciela se dirigió a la sala de visitas. Por otra parte, Emma se había quedado con la intriga de lo que su amiga había dicho. Si eso era cierto, no podía permitir que ese secreto llegara a oídos de
—Marcos, era mi primera vez, ¿comprendes? —, Marcos recordó haber visto la sangre en las sábanas —Lo sé—, dijo con disgusto —Créeme que te lo recompensaré—. Emma estaba completamente feliz y a punto de saltar de alegría cuando escuchó a Marcos hablar —Pero no pidas que me case contigo, porque eso nunca sucederá—, dijo Marcos, continuando su camino hacia su habitación. La mujer, que hasta hace un momento sonreía, se llenó de disgusto. Escuchar que Marcos nunca se casaría con ella hizo que se pusiera a pensar. Tenía que buscar otra manera de atarlo a ella, porque Marcos debía ser suyo. Ahora que Maite no estaba, tenía que asegurarse de que no se enamorara de otra. Marcos llegó a su habitación y lo primero que hizo fue darse una ducha. Minutos después salió y cuando estaba a punto de vestirse, Emma entró con una bata de dormir tan delgada que dejaba ver todo su cuerpo. Con sutileza, ella rozó los hombros de Marcos, quien se asustó al ser tocado. Levantó la mirada y se encontró con ell
El miedo que sentía Maite se disipó cuando Marcos le brindó sus brazos y empezó a mostrarle un afecto y cariño similar al de su padre. Pero los sentimientos eran diferentes, ese hombre la protegía, pero también despertaba en ella emociones nunca antes experimentadas. Cuando Maite cumplió diecinueve años, Marcos le pidió formalmente que fuera su novia. No tenía dudas, amaba a esa mujer con toda su alma y quería pasar el resto de su vida con ella. Al terminar el semestre, Marcos invitó a Maite a su país natal. Ella siempre había querido conocer ese pequeño país, pero su padre nunca se lo permitió. Ella jamás logró entender por qué su padre siempre se excusaba cuando ella quería acompañarlo en sus viajes. Siempre pensó que tal vez viajaba con alguna mujer que le gustaba, por eso no quería llevarla. Pero ahora no había nada que le impidiera ir al país de su amado Marcos. Con mucha emoción, Maite subió al avión sin saber que esas vacaciones se convertirían en su peor pesadilla. Apenas a
-Maite era un ángel, pura y tierna. Pasamos muchos momentos juntos, incluso yo y Albert — la anciana suspiró y continuó—. Era un hombre maravilloso. Alex se quedó admirado al escuchar a la anciana hablar de su padre. Era como si se estuvieran refiriendo a dos hombres totalmente diferentes, ya que el Albert que él recordaba era agresivo, frío, malvado y cruel, que golpeaba a su madre sin razón alguna, solo por su gusto. —¿Y usted? ¿Qué relación tenía con Albert? — preguntó. La anciana miró a Alex, quien no había dejado de observar la tumba desde que llegó, y se dijo a sí misma “debe ser el hijo de Albert”. —Soy Alex, un antiguo amigo suyo — señaló la tumba de su padre. La anciana sonrió con ternura. —Eres muy joven para ser amigo de Albert, además… ¿Alex no es Alexander en su nombre completo? — la anciana miró a Alex y se dijo—. Eres muy parecido a tu padre, no puedes ocultarlo, jovencito”. Alex sonrió y dijo: —No lo negaré, soy yo, el hijo de Albert — la anciana soltó una ris
—Un gusto conocerte, soy Alex Smith —dijo estirando la mano. Ella aceptó su saludo, pero las expresiones de aquel joven le recordaban demasiado a su padre. Aquella sonrisa, aquellos ojos, todo en él le recordaba a su padre. Maite lo miró con el ceño fruncido y Alex se percató de ello. Sabía que algo así sucedería, puesto que tenía mucho parecido con su padre. Sin restarle importancia, se acomodó en el asiento y, sin quitar la mirada de su hermana, preguntó— ¿Tengo algo en el rostro? —increpó con una media sonrisa. Maite también sonrió y respondió— No, no es eso. Solo que te pareces mucho a alguien que fue muy especial en mi vida. —¿Especial? —pronunció Alex en un susurro. Al sentir la tensión entre ambos, Ángel se aclaró la garganta para captar la atención de ambos. —Maite, necesito hablar contigo —dijo Alex con voz seria. Esto hizo que Maite volviera su mirada hacia él. Con el ceño fruncido, se preguntaba de qué tendrían que hablar, si apenas se conocían. ¿Cómo era posible que él
—Señorita, no se niegue, tenemos órdenes de no dejarla salir del país —dijeron los hombres mientras se llevaban a Maite. Ángel, al ver la situación, los detuvo. —¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué se la llevan? ¡Suelten a Maite ahora mismo! —exclamó Ángel, pero los hombres hicieron caso omiso y continuaron arrastrando a Maite. Ángel aceleró el paso y se puso frente a ellos, impidiéndoles avanzar. Uno de los hombres intentó golpearlo, pero Ángel lo esquivó. Para ayudar a Maite, tuvo que luchar contra ambos hombres y, una vez que los dejó en el suelo, tomó a Maite y la sacó rápidamente del aeropuerto. En cuestión de minutos, desaparecieron de la vista de los hombres. Mientras tanto, Marcos, furioso, estaba en su oficina viendo los videos en redes sociales, donde solo un hombre logró derribar a dos de los suyos. Observando con desprecio a la mujer por la que estaban peleando, apretó la mandíbula. Luego, miró al hombre que estaba peleando y se llenó de rabia, prometiendo que ese individu