-Maite era un ángel, pura y tierna. Pasamos muchos momentos juntos, incluso yo y Albert — la anciana suspiró y continuó—. Era un hombre maravilloso. Alex se quedó admirado al escuchar a la anciana hablar de su padre. Era como si se estuvieran refiriendo a dos hombres totalmente diferentes, ya que el Albert que él recordaba era agresivo, frío, malvado y cruel, que golpeaba a su madre sin razón alguna, solo por su gusto. —¿Y usted? ¿Qué relación tenía con Albert? — preguntó. La anciana miró a Alex, quien no había dejado de observar la tumba desde que llegó, y se dijo a sí misma “debe ser el hijo de Albert”. —Soy Alex, un antiguo amigo suyo — señaló la tumba de su padre. La anciana sonrió con ternura. —Eres muy joven para ser amigo de Albert, además… ¿Alex no es Alexander en su nombre completo? — la anciana miró a Alex y se dijo—. Eres muy parecido a tu padre, no puedes ocultarlo, jovencito”. Alex sonrió y dijo: —No lo negaré, soy yo, el hijo de Albert — la anciana soltó una ris
—Un gusto conocerte, soy Alex Smith —dijo estirando la mano. Ella aceptó su saludo, pero las expresiones de aquel joven le recordaban demasiado a su padre. Aquella sonrisa, aquellos ojos, todo en él le recordaba a su padre. Maite lo miró con el ceño fruncido y Alex se percató de ello. Sabía que algo así sucedería, puesto que tenía mucho parecido con su padre. Sin restarle importancia, se acomodó en el asiento y, sin quitar la mirada de su hermana, preguntó— ¿Tengo algo en el rostro? —increpó con una media sonrisa. Maite también sonrió y respondió— No, no es eso. Solo que te pareces mucho a alguien que fue muy especial en mi vida. —¿Especial? —pronunció Alex en un susurro. Al sentir la tensión entre ambos, Ángel se aclaró la garganta para captar la atención de ambos. —Maite, necesito hablar contigo —dijo Alex con voz seria. Esto hizo que Maite volviera su mirada hacia él. Con el ceño fruncido, se preguntaba de qué tendrían que hablar, si apenas se conocían. ¿Cómo era posible que él
—Señorita, no se niegue, tenemos órdenes de no dejarla salir del país —dijeron los hombres mientras se llevaban a Maite. Ángel, al ver la situación, los detuvo. —¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué se la llevan? ¡Suelten a Maite ahora mismo! —exclamó Ángel, pero los hombres hicieron caso omiso y continuaron arrastrando a Maite. Ángel aceleró el paso y se puso frente a ellos, impidiéndoles avanzar. Uno de los hombres intentó golpearlo, pero Ángel lo esquivó. Para ayudar a Maite, tuvo que luchar contra ambos hombres y, una vez que los dejó en el suelo, tomó a Maite y la sacó rápidamente del aeropuerto. En cuestión de minutos, desaparecieron de la vista de los hombres. Mientras tanto, Marcos, furioso, estaba en su oficina viendo los videos en redes sociales, donde solo un hombre logró derribar a dos de los suyos. Observando con desprecio a la mujer por la que estaban peleando, apretó la mandíbula. Luego, miró al hombre que estaba peleando y se llenó de rabia, prometiendo que ese individu
Maite soltó una carcajada —¿Y cómo piensas evitarlo? Lo llevo en mi vientre, imbécil. Estará conmigo por ocho meses más y una vez que nazca, no te quedarás con mi hijo. Marcos sonrió de medio lado —¿Cómo piensas impedirlo? Si es mío, lo llevaré conmigo y nunca más volverás a verlo. Maite sentía ganas de lanzarse al hombre y asesinarlo, porque sabía que ese hombre era capaz de hacer cualquier cosa para quedarse con su hijo, pero para que eso sucediera, primero tenía que asesinarla. Por otra parte, en el hospital, cuando Emma despertó, una enfermera se encontraba ahí. Al ver a la mujer despierta, sintió tristeza. —¿Cómo está mi hijo? — Fue lo primero que preguntó. La enfermera no quiso ocultar nada, así que le dijo la verdad. —Lo lamento, pero perdiste tu bebé. No pudimos hacer nada—, un grito se escuchó desde el lejano cuarto de hospital. Emma apretó las sábanas y maldijo a Maite. Juró en sus adentros que un día se vengaría de ella, porque por su culpa había perdido a su hijo
Cuando Marcos salió de la habitación, encontró a Maite poniendo la cacerola en el velador. En cuanto Maite se giró, sus ojos se posaron en el cuerpo desnudo de Marcos, sus ojos recorrieron su abdomen musculoso y sus fuertes brazos que una vez la levantaron como una pluma durante el acto sexual. Recordando que en esa misma cama se entregaron a besos y que esas manos anchas la agarraban de las nalgas para llevarla al orgasmo, Maite soltó un suspiro y cerró los ojos, tratando de apartar esos pensamientos eróticos que ese hombre le provocaba. Marcos se acercó a ella y respiró cerca de su rostro, haciendo que la joven abriera los ojos. Cuando Maite abrió los ojos, se encontró a Marcos a pocos centímetros de ella, sus respiraciones chocaban entre sí. Los labios de Maite temblaron, al igual que todo su cuerpo. —¿Qué? ¿No puedes verme? —, preguntó Marcos levantando la barbilla de Maite, pero ella rápidamente apartó bruscamente su mano. —¡No me toques! Marcos frunció el ceño y la miró con
—Ella espera un hijo suyo, por eso se la llevó, no le hará daño, mamá, sabes el poder que tiene sobre este país, él moverá cielo, mar y tierra para sacarnos de aquí y no permitir que nos acerquemos a Maite. ¿Lo sabes verdad? Tú ya viviste esto con mi padre, y eso que él solo era la mano derecha del señor Marcos, solo imagina el poder que tiene Marcos Heredia siendo el hijo. —Tienes razón, pero haz algo para sacarla de ahí. —Lo haré, te lo juro mamá. Un par de meses pasó desde que Maite llegó a la hacienda Heredia. Pasaba sus días encerrada en su habitación, atendida de la mejor manera. De vez en cuando salía al patio, pero siempre vigilada por empleadas o los guardaespaldas de Marcos. Este evitó verla durante ese tiempo, solo le pidió a Alfonso que le realizara los chequeos. Cuando el doctor fue a revisarla, se quedó asombrado al ver el lugar donde la tenía. Pensó en regañar a Marcos porque esas no eran las condiciones adecuadas para una mujer embarazada. No obstante, al salir,
Al presenciar cómo Marcos golpeó a Maite, Ángel se abalanzó sobre él y le lanzó un puñetazo. Pero esto solo logró enfurecer aún más a Marcos, quien de inmediato le devolvió el golpe y le propinó un rodillazo que lo dejó sin aliento. La ira descontrolada que embargaba a Marcos se reflejaba en su mirada fúnebre, aterradora para todos los presentes. Una vez que Ángel se recuperó, continuó peleando con Marcos, no logrando lastimarlo ni en lo más mínimo. Cada segundo que pasaba, la ira de Marcos se intensificaba y con todo el odio que sentía, agarró al abogado y lo arrojó al suelo, golpeándolo sin descanso. Mientras acariciaba su mejilla herida, Maite observaba a ambos hombres pelear como animales salvajes. Con los dientes apretados, miró con desprecio al hombre que había ganado la pelea, al mismo tiempo que dejaba caer gruesas lágrimas. Después de terminar con Ángel, Marcos se acercó a ella y la agarró fuertemente del brazo. —Te odio con toda mi alma —gruñó. Si hace algunas semanas
—Volverá, te lo prometo. Ella nos aceptará en su vida y te querrá como cuando era una niña. Te juro que lograré que te ame —dijo Alex tratando de apaciguar el dolor de su madre mientras la abrazaba—. Maite no sabe lo que mi padre te hacía, estoy segura de que cuando le contemos nuestra verdad ella comprenderá. Alex tenía la esperanza de que cuando su hermana supiera la forma brutal en que su padre trataba a su madre, les daría una oportunidad. Pero se cuestionaba a sí mismo: ¿Cómo hacerle entender eso a Maite? Según lo que la anciana del cementerio le había contado, su hermana adoraba a su padre y jamás permitiría que hablaran mal de él. En la mansión Heredia, Emma se llenó de frustración por la actitud que mostró Marcos cuando ella le dijo que estaba embarazada. Él se volvió loco porque no quería tener un hijo, la llamó irresponsable y pensó que lo había hecho para atraparlo. Ahora que las pruebas le mostraron que el hijo de Maite no era suyo, se volvió aún más loco. Sintió tanto o