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—Ella espera un hijo suyo, por eso se la llevó, no le hará daño, mamá, sabes el poder que tiene sobre este país, él moverá cielo, mar y tierra para sacarnos de aquí y no permitir que nos acerquemos a Maite. ¿Lo sabes verdad? Tú ya viviste esto con mi padre, y eso que él solo era la mano derecha del señor Marcos, solo imagina el poder que tiene Marcos Heredia siendo el hijo. —Tienes razón, pero haz algo para sacarla de ahí. —Lo haré, te lo juro mamá. Un par de meses pasó desde que Maite llegó a la hacienda Heredia. Pasaba sus días encerrada en su habitación, atendida de la mejor manera. De vez en cuando salía al patio, pero siempre vigilada por empleadas o los guardaespaldas de Marcos. Este evitó verla durante ese tiempo, solo le pidió a Alfonso que le realizara los chequeos. Cuando el doctor fue a revisarla, se quedó asombrado al ver el lugar donde la tenía. Pensó en regañar a Marcos porque esas no eran las condiciones adecuadas para una mujer embarazada. No obstante, al salir,
Al presenciar cómo Marcos golpeó a Maite, Ángel se abalanzó sobre él y le lanzó un puñetazo. Pero esto solo logró enfurecer aún más a Marcos, quien de inmediato le devolvió el golpe y le propinó un rodillazo que lo dejó sin aliento. La ira descontrolada que embargaba a Marcos se reflejaba en su mirada fúnebre, aterradora para todos los presentes. Una vez que Ángel se recuperó, continuó peleando con Marcos, no logrando lastimarlo ni en lo más mínimo. Cada segundo que pasaba, la ira de Marcos se intensificaba y con todo el odio que sentía, agarró al abogado y lo arrojó al suelo, golpeándolo sin descanso. Mientras acariciaba su mejilla herida, Maite observaba a ambos hombres pelear como animales salvajes. Con los dientes apretados, miró con desprecio al hombre que había ganado la pelea, al mismo tiempo que dejaba caer gruesas lágrimas. Después de terminar con Ángel, Marcos se acercó a ella y la agarró fuertemente del brazo. —Te odio con toda mi alma —gruñó. Si hace algunas semanas
—Volverá, te lo prometo. Ella nos aceptará en su vida y te querrá como cuando era una niña. Te juro que lograré que te ame —dijo Alex tratando de apaciguar el dolor de su madre mientras la abrazaba—. Maite no sabe lo que mi padre te hacía, estoy segura de que cuando le contemos nuestra verdad ella comprenderá. Alex tenía la esperanza de que cuando su hermana supiera la forma brutal en que su padre trataba a su madre, les daría una oportunidad. Pero se cuestionaba a sí mismo: ¿Cómo hacerle entender eso a Maite? Según lo que la anciana del cementerio le había contado, su hermana adoraba a su padre y jamás permitiría que hablaran mal de él. En la mansión Heredia, Emma se llenó de frustración por la actitud que mostró Marcos cuando ella le dijo que estaba embarazada. Él se volvió loco porque no quería tener un hijo, la llamó irresponsable y pensó que lo había hecho para atraparlo. Ahora que las pruebas le mostraron que el hijo de Maite no era suyo, se volvió aún más loco. Sintió tanto o
—¿Y quién te dijo que he venido a impedir que te cases con ella? Si quieres casarte, hazlo. Solo quería abrirte los ojos, pero ya veo que eres tan estúpido y ciego. Marcos hizo ademán de agarrarle el rostro, pero ella le chicoteó la mano. —No volverás a tocarme, infeliz. Lanzó la silla al suelo y salió, dejando a un Marcos sumamente rabioso. Emma sonrió mientras veía a Maite salir con su plan fracasado. Se sintió dichosa al ver el odio que Marcos había ejercido en Maite, era más fuerte de lo que ella imaginaba. Este último la miró con desdén. —Tu padre pagará por esto—. Siguió y se acomodó en la silla, la sonrisa de Emma se esfumó como espuma en el río. —Tengo una reunión importante —dijo Marcos. La mujer se acercó a él e intentó plasmarle un beso en los labios, no obstante, Marcos giró él rostro. Pese a que sabía que él no la quería, le dolía el rechazo que mostraba. Pasando gruesa saliva salió de la oficina y se marchó. Una vez que la mujer se retiró, Marcos se quedó perdid
Marcos se acercó y, rodeándola por la cintura, expresó: —Llevas un hijo mío en tu vientre, no permitiré que nazca fuera del matrimonio. Un Heredia nunca será un bastardo. Si quieres permanecer al menos los primeros días junto a él, debes casarte conmigo. De lo contrario, una vez que nazca, te alejaré de su vida y de la mía para siempre—. Emma perdió la razón, desesperada por la situación en la que se encontraba. Estaba siendo humillada a nivel nacional, su amado Marcos la estaba dejando de lado para casarse con Maite. Cuando ella aceptó casarse, el corazón de Emma se rompió. Sus ojos vertieron ríos de lágrimas, y un nudo en su garganta le impedía respirar con normalidad. Por un momento, deseó agarrar un arma y dispararle a Maite en la cabeza hasta que dejara de respirar. Pero hacer eso delante de Marcos y los invitados sería lanzarse a un abismo llamado prisión, y ella no quería terminar en ese lugar. Ese día, Marcos y Maite se unieron en matrimonio y destrozaron el corazón de Emma
Marcos salió de la habitación, bajó al despacho y con una empleada envió a llamar a Emma. Cuando ella supo que Marcos la esperaba en el despacho, bajó a toda prisa. De la misma forma, abrió la puerta y emocionada se adentró en el lugar. Antes de que llegara a él, Marcos levantó la mano en señal de que se detuviera. —Ves ese cheque sobre la mesa —, Emma bajó la mirada — Tómalo y vete, hay suficiente dinero como para que tengas una vida digna en París. —¡No quiero irme! —, Marcos apretó los dientes. Era la primera vez que esa mujer se atrevía a levantar la voz delante de él — Quiero quedarme a tu lado —, se fue acercando al tiempo que dejaba rodar varias lágrimas — Marcos, no me eches de tu vida, ¡por favor! No me importa ser tu amante —, ¿¡Qué!? ¿¡Amante!? ¿Pero qué rayos le pasaba a esa mujer? Se preguntó mientras la veía acercarse — Si tu propósito es vengarte de Maite, yo… yo puedo ayudarte, yo me convierto en tu amante. —Pero ¿¡qué diablos te pasa!? —, se giró dejando su espalda
Se le acercó tanto que Maite se vio obligada a retroceder. Quería escapar de la proximidad de ese hombre, sin embargo, él le rodeó la cintura y la atrajo hacia su cuerpo. Pasando gruesa saliva y con la respiración detenida, solicitó. —Suéltame —Una media sonrisa se formó en las comisuras de él. Podía sentir el cuerpo de ella temblar, y no era por el miedo que él le causaba, sino por el descontrol que le provocaba con solo tocarla. — ¿Estás segura de que quieres que te suelte? —lamió los labios—. Tu cuerpo parece pedirme otra cosa —La respiración de Maite se hizo pesada, no solo porque él la inmovilizaba, sino también por la mirada penetrante y lo cerca que tenía el rostro al suyo —Mira, podemos consumar el matrimonio ahora mismo —le empujó con ambas manos desde el pecho, pero él era más fuerte. Posó su mano libre sobre la cabeza de ella y la acercó aún más. Estrelló sus labios con los de ella, profundizando un beso vigoroso y ardiente. La soltó cuando ella casi se quedaba sin aliento
—No estamos para bromas, Marcos. —¿Me ves bromeando? —, le lanzó una mirada desdeñosa —La mitad de los plátanos se distribuirá por todo el país, la otra parte la enviaremos a Europa al precio mínimo. —Pero ¿qué estás diciendo? —Lo que escuchaste—, todos movieron la cabeza en señal de negación. —Nos arruinarás con esa solución, en el país no lograremos distribuirlo, los campesinos siembran para abastecer los mercados locales, nosotros sembramos para exportarlo a un precio justo—, Marcos rodó los ojos —Nos estás llevando a la quiebra. —¿Y qué sugieres, genio?, dame tus ideas. —Mi idea es que vayas a disculparte con el señor Smith —, Marcos empezó a reír, la sala de juntas se llenó de risas que nunca antes habían escuchado, los empleados afuera se sorprendieron al escuchar reír así a su jefe. —¿Es el señor Marcos quien se ríe? —, preguntaron algunos curiosos —Pensábamos que esta reunión sería terrible y que todos lograrían hacer sentir mal al jefe. —Nadie hace sentir mal al jefe,