Mientras Caty despedía a sus alumnos al día siguiente, se sintió más miserable que nunca. Por doquier había niños y niñas riendo, padres sonrientes, alegría... Parecía que todo el mundo tenía a alguien esperándolo. Como siempre, ella no tenía a nadie. Los ojos se le llenaron de lágrimas y tuvo que parpadear varias veces para impedir que le cayeran por las mejillas. Nunca le había molestado ver a los padres recoger a sus hijos a la salida de la escuela. Supuso, que su embarazo simplemente la estaba poniendo sentimental. Recogió su bolso. Regresaba de su licencia por enfermedad y se enfrentaba a las primeras noches sola, sin que uno de los gemelos estuviera abrazándola en la cama. Contuvo las lágrimas como pudo y salió al parqueo. No tenía el menor deseo de conducir, así que se montó en el coche con su escolta,se acomodó en el asiento trasero del vehículo y rezó para que el conductor no fuera muy hablador. No creía poder hablar con nadie sin echarse a llorar. Lo único que quería hace
Sentado a la pequeña mesa de la cocina, Sandro se rebulló en la silla. Trataba de estirar los doloridos músculos de su espalda tras pasar la noche durmiendo en el sofá. A medianoche, ya había decidido que aquel maldito mueble debería ser considerado un instrumento de tortura. Los pies se le habían quedado dormidos y, además, el sofá cedía en el centro. Por ello, tenía la espalda como un acordeón. Sin embargo, por muy incómodo que hubiera estado, no se le había pasado por la cabeza marcharse en ningún momento. Primero, tenía que conseguir que ella lo escuchara. Si para conseguirlo tenía que dormir en aquel maldito sofá una semana, así sería. Después de que se hubiera explicado, si Catalina seguía queriendo que se marchara, encontraría fuerzas para hacerlo y, por mucho que le doliera, la dejaría marchar. Una carcajada irónica brotó de su pecho. Ni muerto la iba a dejar allí. Siempre habían métodos más enérgicos que aplicar en esos casos. Y no sería la primera vez en su familia que a
Sandro escuchó su chilleroa con una sonrisa de satisfacción en sus labios.« Su esposita estaba celosa.No, más que celosa. Estaba emputada a más no poder.»Se le llenaron los ojos de lágrimas y en su cara se reflejaron todas sus emociones, mientras la contemplaba como si estuviera viéndola por primera vez.Ella lo amaba. Un enorme alivio lo recorrió. Hasta ese momento había creído que ella sólo amaba a Sander y que de él disfrutaba el sexo, pero viéndola enrojecida de furia y descontrolada, comprendió que se moría de celos.— Mi hermano tiene razón, eres preciosa.— susurró, embobado.Ella solo se tensó más, dando unos cuantos pasos hacia atrás y mirándolo con desdén.— Lárgate de mi casa o no respondo de mí, Alessandro Visconti. — Oh, lo lamento no amor, pero no puedo complacerte. — ¡ Te dije que no me llames así!— bramó ella.—¿Cómo debería llamarte, hmm? ¿Mi vida, mi cielo, mi ...?En un visto y no visto, ella se abalanzó sobre él, intentando lastimarlo en serio.— ¡Te odio! ¡ T
Sander tenía la vista clavada en la ventana de la cocina. Viejo Gruñón estaba tumbado a sus pies. Junto a su mano había una taza de café humeante. Quizás fuera su alma de artista o su instinto, pero estando en Roma no había podido estarse tranquilo. Había tenido el presentimiento de que algo no iba del todo bien en casa y había tenido la razón. Su hermano había salido la noche anterior supuestamente a intentar recuperar a su mujer. Aún no había regresado y Sander perdía la paciencia. ¿Qué podía ser tan difícil? Solo tenía que meter a Catalina dentro de un coche y traerla de regreso, eso era todo. Él no le veía dificultad a la tarea por ningún lado. Deambulaba durante todo el día como un fantasma. Intentaba que el trabajo lo mantuviera ocupado, de modo que se concentraba en sus cuadros para la exposición. Pero había pasado la noche dando vueltas en la cama. Viejo Gruñón se sentó a su lado, con una expresión vacía en sus ojos amarillos, el perro parecía consciente de que Catali
Catalina despertó, el sol bañaba la habitación. Disfrutó la firmeza perfecta del colchón y las suaves sábanas de algodón. Incluso la almohada tenía la elevación perfecta para cabeza. Suspiró satisfecha, inhalando el suave aroma a eucalipto y lavanda que impregnaba la habitación. Si, había echado de menos la hacienda. Era cierto que se había convertido en su hogar. Poco a poco, se fue desperezando. Y de pronto pensó en que llegaría tarde al trabajo, pero entonces recordó que estaba de licencia de maternidad. Acarició su ya notable vientre de cuatro meses, y sonrió. El día de hoy irían a un chequeo de rutina. Elle se vistió sin dejar de respirar hondo y salió al pasillo. Siguió el sonido de voces y encontró a las empleadas hablando en la cocina. –Buenos días –dijo ella. Anna y Helena la saludaron alegremente –¿Durmió bien, señora? –dijo Anna–. ¿Le preparo el desayuno? ¿Huevos con patatas y beicon? Caty contuvo una arcada. –Un té y unas tostada, por favor. Mi estado aún se
— Felicidades señor Visconti, su esposa espera un varón.La noticia que impartió el médico no pareció sorprender a ninguno de los tres.Sandro asintió, con la mirada fija en la pantalla del equipo de ultrasonido. Su hijo se movía rítmicamente allí, su diminuto corazón latía tan apresuradamente que le resultaba incomprensible.Catalina se mordió el labio inferior, quería volver a llorar. Era la quinta vez que estaba al borde de las lágrimas desde que habían salido de casa. Parecía una fuente descompuesta.Solo Sander sonrió, tomando la mano de ella y dándole ánimos.— Perfecto, ya sabemos de qué color pintar la habitación del pequeño — anunció Sander, ganándose un codazo en las costillas por parte de su hermano.***Salieron al parqueo, Catalina comenzó a no sentirse bien. Sentía náuseas y no logro regresar a la clínica. Terminó vomitando justo allí, sobre los rosales de la entrada. Sander recibió una llamada telefónica justo en ese momento, decidió no contestar porque vio que era la
— Te advertí que algo así podía suceder. Te dije que Valisari era un peligro, ¡y ahora he perdido a mi heredero!— Sandro miró a su padre, y Valiant vio una expresión tan fiera en su rostro, que por primera vez no vio a su hijo, sino a un hombre determinado— no me importa si te desepciono, pero creo que mi abuelo tenía la razón. Estas cosas no se pueden revolver con diplomacia. ¡Esto es algo que solo me pueden pagar con sangre!Con todo y que tenía un yeso en la otra mano, Sandro, haciendo un moviminto brusco con su mano buena, amartilló su revólver y se metió en el coche que lo esperaba.Mischa contemplaba la escena con las cejas levantadas, pero Valiant asintió.—Andando, tenemos que hacerle una visita a los Valisari— anunció Valiant, subiendo al segundo coche y Mischa se frotó las manos.— Genial. Ya estaba echando de menos una buena bronca.***Fuego razante, balazos por doquier, muertos, sangre, gasolina y un verdadero infierno llameante fue lo que dejaron tras su ataque a la ha
La crítica especializada estaba abrumada por la belleza de aquellas pinturas.Las buenas reseñas y los elogios catapultaron las espectativas de la galería, más de la mitad de los cuadros se vendieron en menos de una semana y a precios exorbitantes. La exposición " Musa" del nobel artista de la plástica Alessander Visconti, fue todo un excito.— Siempre supe que lo lograría— comentó Ivanna, meciendo su copa de champán entre sus dedos.— Sí, hay que reconocerlo. Tú hermano tiene talento.— Murmuró Michael , asombrado de ver la exquisita gama de color brillantes que componía un paisaje en el que los pechos de una mujer asemejaban altas montañas y su cabello parecía una cascada. La belleza de aquella obra, y de todas las que había visto, era alucinante.— Creo que compraré esta— anunció, señalando a la pintura que más había llamado su atención.Ivanna rodó los ojos y se acercó a él, coquetamente.— Escucha, darling, si quieres una mujer desnuda para adorne el lugar sobre la chimenea de es