— Te advertí que algo así podía suceder. Te dije que Valisari era un peligro, ¡y ahora he perdido a mi heredero!— Sandro miró a su padre, y Valiant vio una expresión tan fiera en su rostro, que por primera vez no vio a su hijo, sino a un hombre determinado— no me importa si te desepciono, pero creo que mi abuelo tenía la razón. Estas cosas no se pueden revolver con diplomacia. ¡Esto es algo que solo me pueden pagar con sangre!Con todo y que tenía un yeso en la otra mano, Sandro, haciendo un moviminto brusco con su mano buena, amartilló su revólver y se metió en el coche que lo esperaba.Mischa contemplaba la escena con las cejas levantadas, pero Valiant asintió.—Andando, tenemos que hacerle una visita a los Valisari— anunció Valiant, subiendo al segundo coche y Mischa se frotó las manos.— Genial. Ya estaba echando de menos una buena bronca.***Fuego razante, balazos por doquier, muertos, sangre, gasolina y un verdadero infierno llameante fue lo que dejaron tras su ataque a la ha
La crítica especializada estaba abrumada por la belleza de aquellas pinturas.Las buenas reseñas y los elogios catapultaron las espectativas de la galería, más de la mitad de los cuadros se vendieron en menos de una semana y a precios exorbitantes. La exposición " Musa" del nobel artista de la plástica Alessander Visconti, fue todo un excito.— Siempre supe que lo lograría— comentó Ivanna, meciendo su copa de champán entre sus dedos.— Sí, hay que reconocerlo. Tú hermano tiene talento.— Murmuró Michael , asombrado de ver la exquisita gama de color brillantes que componía un paisaje en el que los pechos de una mujer asemejaban altas montañas y su cabello parecía una cascada. La belleza de aquella obra, y de todas las que había visto, era alucinante.— Creo que compraré esta— anunció, señalando a la pintura que más había llamado su atención.Ivanna rodó los ojos y se acercó a él, coquetamente.— Escucha, darling, si quieres una mujer desnuda para adorne el lugar sobre la chimenea de es
Finalmente, Sander decidió conservar el enorme mural. Todas sus demás obras se vendieron, y por esa le ofrecieron un buen precio, pero él no quiso venderla.Bajo sus precisas ordenes y supervisión, los trabajadores de la hacienda montaron la obra en una de las paredes de su habitación y para celebrar su gran excito, él y Sandro decidieron llevar a Catalina a una especie de luna de miel y aniversario de bodas al mismo hotel y a la misma suite a la que habían ido después de la boda, hacía ya más de un año.—Feliz aniversario, preciosa— Murmuró Sander contra si cuello, después de hacerle el amor.— Feliz aniversario, pastelito— repitió Sandro, mordisqueando su mentón.Ella se limitó a suspirar y sonreír, sin decir ni pío, cayendo profundamente dormida.***— Bueno , debo decir que es una gran sorpresa para nosotros, Nonna ( abuela).— Sí, nos resulta extraño que vinieras de Rusia a visitarnos aquí en París. Y además, que incistieras en subir a nuestra suite.Sofía elevó una retadora ceja
–¿Lo puedo cargar? –preguntó Catalina, en cuanto la sumisa terminó de darle el biberón al bebé. Nadya asintió. — Por supuesto, Señora. Yo estoy aquí para ayudarle, pero el pequeño es suyo. Catalina sonrió, emocionada, tomando al bebé en brazos y meciéndolo en ellos. Mientras la miraba fijamente, Nadya se dio cuenta de que a la señora Visconti le brillaban los ojos por las lágrimas. –Hola, pequeñín, soy tu mamá.— Susurró Catalina, conmovida. El bebé engurruñó su diminuto rostro, removiéndose en sus brazos y liberando un enorme bostezo. –Es un bebé muy tranquilo, ¿no?–le dijo Catalina a Nadya. –Sí, es una criaturita muy feliz. Caty tomó aire varias veces y la sumisa pensó que estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para no dejarse llevar por el llanto. –No me lo puedo creer –sonrió Caty, mirando al diminuto bulto entre sus brazos–. Es tan hermoso, y tan delicado. A Caty le temblaron los labios. –Sí –contestó tragando saliva la sumisa–. Además, su cabello parece que será
Sucedió, que Catalina no tuvo ni que expresar su deseo de regresar a Italia. Sandro le comunicó que eso harían precisamente en cuanto terminó su entrevista con Sofía.— Una última cosa— había dicho la abuela, antes de marcharse— ¿Qué nombre le pondrán al bebé? Sandro arrugó el entrecejo, y luego respondió: — Alexis. Lo llamaremos Alexis, como nuestro abuelo. Aunque su nacimiento haya hecho tambalearse a la Mafya, el pequeño sigue siendo su bisnieto.Sofía sonrió levemente y luego asintió.— Manténganme informada de lo más mínimo que ocurra.— Así lo haremos Nonna.***Sandro subió las escaleras de la casona y entró en la habitación donde estaba Catalina, meciendo al bebé.–Hola, amore.Ella se giró hacia él con una sonrisa radiante.–Hola –le dijo, besando la cabecita de su hijo, en brazos–. Hola, pillín, ¿qué tal estás?–añadió haciéndole cosquillas en la tripita al niño.–Come como un troglodita –contestó Caty, mientras el bebé bostezaba–. ¿Dónde están los demás miembros de la f
Días después, llevaron al pequeño Alexis a consulta. El médico les aseguro que el pequeño gozaba de perfecta salud y les dio orientaciones para estimular su desarrollo psicomotor colocando objetos de colores brillantes en su campo visual.Caty salió con cuidado del coche y desató el cinturón del bebé. Lo tomó en brazos y frotó la nariz en su rostro suave como el terciopelo.–Hola, pillín. Mami está orgullosa. Te has portado de maravilla–susurró ella, sonriendo.Estaba admirada y encantada de que aquel niño fuera suyo. Después de pasar casi toda su vida sola, tenía a alguien a quien la unía un vínculo irrevocable, alguien que la querría y la aceptaría tal y como era, y al que ella podía querer sin reservas, sin miedo a ser abandonada. Estrechó al niño contra sí, cerró los ojos e inhaló su aroma infantil.Cuando Alexis apretó la nariz en la mejilla de ella, supo que la había reconocido, y la fuerza de aquel amor instintivo la abrumó hasta casi llenarle los ojos de lágrimas.En cuanto s
—¿Te molestaría si paso unas horas en mi habitación? — la interrogó Sander esa tarde— me han surgido ideas para una nueva exposición. Ella lo despidió con un movimiento de la mano. —Claro que no; nosotros estamos bien —miró al bebé— ¿ A que si, Alexis? A qué estamos bien... El niño dormido no contestó, por supuesto, pero Sander no habría podido lucir más sonriente y feliz, que justo en ese instante. —De acuerdo. Estoy arriba, si me necesitas dame un grito. Salió de la estancia y Caty respiró aliviada. Últimamente los gemelos parecían…nerviosos, sí. Se la pasaban andando en punta de pie por toda la casa, como si tuviesen temor de molestarla o al bebé. Cuando único no mostraban inseguridad era cuando llegaba la noche y se iban juntos a dormir. O a follar. De cierta manera, en las últimas semanas el sexo con ellos le parecía más rutinario. Debido que ella pasaba casi todo el día cuidando de Alexis ya no surgían enteré ellos esas sesiones de sexo espontáneo y atrevido, y si era hon
— Creo que comenzaré a preparar la cena –le dijo Katya varias horas después, mientras abría el refrigerador eligiendo ingredientes, y su coleta rubia se balanceaba con gracia —. Nunca habia visto uno de estos cargados con tantas especias. Caty, que seguía a Audrey, con la vista, arrugó el entrecejo. Le costaba entender por qué la mujer miraba el refrigerador como si fuese un aparato futurista y al contenido del mismo con abierta incredulidad. Al fin y al cabo, Rusua no estaba en el fin del mundo. Al final, se encogió de hombros. Cuando preparaba esa mañana los biberones de Alexis, había visto también que había verdura fresca allí. Sabía que una cocina bien surtida era algo raro y que encontrar otras especias que no fueran sal y pimienta en una casa seguramente indicaba la presencia de una mujer. Pero ella no iba de compras hacía siglos. Se sonrojó. Al pensar que las empleadas de la hacienda se estaban encargando de todo. Katya charlaba alegremente mientras preparaba el estof