De más estaba decir que se hizo un silencio tenso luego de la declaración del médico. Sin embargo, Irina saltó rápidamente: —¿Veneno? Imposible —se mostraba un poco ansiosa, aunque sabía disimularlo muy bien—. Debe haber sido alguna intoxicación o…—miró a Adhara como buscando acusarla de algo—. ¿Tienes algo que decir al respecto?—Digo que esto debe ser investigado —habló con firmeza, haciendo que, de alguna manera, Irina se tensara.—Buscaremos la causa en profundidad —tranquilizó el médico—. El señor Volkov está recibiendo ahora un lavado gástrico y lo siguiente que haremos será una eliminación del tóxico.—Gracias. Cuando el doctor hubo desaparecido, las dos mujeres volvieron a mirarse fijamente. Adhara entrecerró los ojos en dirección a Irina y ella alzó la barbilla y luego se giró ignorándola. Le llamó especialmente la atención verla hablando activamente con una de las enfermeras, parecía buscar algún tipo de información, estuvo a punto de involucrarse si no hubiera sido por l
—¡Una sonrisa! —ordenó una voz masculina con un ligero timbre afeminado—. ¡Bien! ¡Bien! —la felicitó—. Ahora una mirada voraz, atrevida. ¡Eso!El flash de la cámara cegó momentáneamente a Anastasia, quien se sentía harta de esta sección de fotos en particular. —¿Hemos terminado? —preguntó obstinada. —No, nada de eso, niña. ¡Ve a cambiarte, necesitamos empezar con la otra campaña! Los pasos de Anastasia se dirigieron hacia el vestuario de muy malhumor. Sus últimos días habían sido insoportables, no sabía qué había pasado por su cabeza cuando decidió mudarse a la mansión Volkov para luego ser echada sin cumplir ninguno de sus objetivos iniciales. La insistencia de su padre y de su suegra eran la causa de sus noches frías y solitarias. Cualquiera pensaría que Oliver se había mostrado feliz de tenerla de vuelta, pero nada estaba más lejos de la realidad. A pesar de que había acordado perdonarla, era como si realmente nunca hubiera podido olvidar su traición. Y como resultado: todo ha
Anastasia obedeció a Irina aún en contra de sus propios deseos. Desde luego que ella no quería estar en un lugar donde evidentemente no la querían, ¿pero cómo hacerle entender eso a esa mujer terca que estaba empeñada en la realización de este matrimonio?Simplemente no podía. Irina Volkov parecía compartir un rasgo muy característico con su padre, ambos tenían la misma obsesión: hacer que se casara con Oliver, repetirle que su valor radicaba únicamente en eso.«¿La presionarían aun sabiendo que estaba a punto de morir?», se preguntó de repente, concluyendo que, sin duda, sí, lo harían. De hecho, usarían su enfermedad para atrapar a Oliver en una red de lástima y eso no lo podía permitir. No era así como se imaginaba viviendo sus últimos años. No era al lado de Oliver donde quería que sus ojos fueran cerrados para siempre.Sin embargo, aquí estaba, en su habitación, luego de que Adriana se marchara.—Oliver —saludó al cruzar la puerta.El hombre la miró, pero no parecía nada feliz con
El sonido reverberó por un instante antes de que tomara el valor y se dispusiera a abrir. Con el corazón martillándole en los oídos, Adhara hizo girar el pomo de la puerta, para luego encontrarse con un pasillo vacío y en penumbra. «Eso no pudo haber sido su imaginación, ¿cierto?», se encontró preguntándose con temor. Había escuchado claramente la puerta siendo tocada con insistencia, eso quería decir que alguien lo había hecho, no un fantasma, una persona. ¿Pero quién? ¿Y por qué no le daba la cara ahora? —¿Quién está ahí? —preguntó tratando de mostrarse valiente. No hubo respuesta. Sintiendo un escalofrío y más paranoia que antes, regresó a la habitación y cerró la puerta con seguro, no conforme con esto movió algunos muebles para obstaculizar la entrada en caso de que alguien intentara cruzarla. Respiró profundamente y trato de regresar a donde estaba. El diario, el plan de Adriana para amarrar a Oliver. Realmente no podía reconocer esta versión de su hermana, la Adriana que c
La sensación de tensión se palpaba en el aire. No sabía cómo las cosas habían llegado a este nivel, pero sus padres discutían de una manera preocupante. Los gritos inundaban la casa y parecía que estaba a punto de ocurrir algo muy malo si no los detenía. Anastasia caminó a hurtadillas hacia donde se escuchaban los gritos, necesitando controlar la situación.—¡Deja de mentir, Giovanni! ¡Confiesa de una maldita vez que tienes una amante!—¿Y qué si la tengo? —la voz desapasionada de su padre, detuvo sus pasos.Giovanni Sidorov siempre había sido un hombre frío, pero en ocasiones parecía que no tenía corazón.—¡Maldito! —chilló su madre y luego se escucharon más gritos.Cuando Anastasia entro en escena, Dominika, su madre, estaba en el piso con el labio roto y sangre fluyendo del mismo. Su padre acababa de golpearla. Era la primera vez que presenciaba una cosa así y esperaba que fuera la última. Esto, bajo ninguna circunstancia, debía repetirse.—¿Qué le has hecho, padre?Corrió hacia el
Oliver fue dado de alta esa mañana. Su madre, Irina, estaba a su lado, cuidándolo con melosería. —Ten cuidado —indicaba la mujer, mientras se coloca de pie. —Ya estoy bien, mamá —trató de tranquilizarla. —No, no lo estás —contradijo ella con una mirada suave—. Estuviste al borde de la muerte y estoy… muy preocupada, cariño. Por favor, ¿prométeme que tendrás más cuidado la próxima vez? —¿Cuidado con qué? —preguntó sin saber muy bien a qué se refería. Hasta el momento las causas de su intoxicación eran inciertas. Había hecho un repaso de todo lo que había ingerido esa mañana y no lograba dar con la razón de su envenenamiento. —¡Con todo, Oliver! —lo regañó Irina, como si no se diera cuenta de lo obvio—. Sé que esa noche dormiste en la habitación de esa mujer, ¿Qué te asegura que no te hizo algo mientras dormías? ¿Quizás te inyecto algo? No puedes confiar en Adriana, siempre ha sido una oportunista y está demostrado que está loca. ¡Su psicóloga te lo dijo! —¡Basta, madre! Deja de ac
Mientras más luchaba, más rudo se volvía Oliver. A Adhara le bastaron un par de minutos de forcejeo para darse cuenta de que la lucha no era la salida a su situación actual.El cuerpo de la mujer quedó completamente inmóvil, mientras su mirada se perdía en el techo. Se había transformado en la mejor imitación de una estatua.Oliver pareció percatarse de esto, porque se echó hacia atrás y la miró con ojo crítico, nada contento.—Si lo que quieres es violarme. Adelante —su voz era fría y sin emociones.—No soy un violador —se ofendió el hombre, alejándose.—Eso no era lo que parecía hace un minuto.—Basta, Adriana. Estoy muy molesto.La mujer guardó silencio, mientras lo veía poco a poco regresar a sus sentidos.—¿Y por qué se supone que deberías estarlo?—Te dije que no me agrada Esteban cerca de ti, sin embargo, lo primero que me encuentro es a ustedes dos en una situación muy comprometedora.—Todo está en tu cabeza.—No, no lo está. Sé lo que vi. Hay algo entre ustedes.—¡No, no lo h
El sonido de la marcha nupcial, acompañado de los pétalos de rosas que le lanzaban al pasar, hicieron de aquellos minutos los más felices en la vida de Adriana Miller. Lamentablemente, el sueño duró demasiado poco, ya que luego de dar el tan anhelado “sí” en el altar, el príncipe se convirtió en ogro y su nueva familia se transformó en los demonios de su infierno personal. —Lindo vestido —se acercó su suegra a darle la felicitación o eso era lo que, ilusamente, Adriana pensó—. Sería una lástima que se ensucie de vino—y así, sin más, vertió el líquido rojo en la delicada tela de su vestido de novia, mientras ella en compañía de Anastasia Sidorov se carcajeaban de risa. Adriana jadeó, horrorizada. No podía creer que acabaran de arruinar su vestido en un día tan especial como ese. Pero su suegra, no conforme con esto, agrego macabramente: —Mi hijo se casó contigo por un berrinche —aseguró—. Pronto recapacitará y te pedirá el divorcio. Mientras tanto, mira a Anastasia—la señaló orgul