—¡Señora Adriana! La voz de Greta, acompañada de unos golpes en la puerta, hicieron que Adhara se despertara. Los ojos de la joven se abrieron lentamente, mientras trataba de reconocer su entorno. Era la habitación de su hermana y… El horror se apoderó de su expresión cuando se dio cuenta de la presencia a su lado. Oliver la sostenía por la cintura mientras parecía dormir profundamente. ¿Cómo demonios es que…? Adhara pareció recordarlo todo de golpe y se alejó sin mucha delicadeza. —Esto no debió pasar —murmuró más para sí misma que para el hombre. —¿A qué te refieres? Oliver se sentó en la cama y la miró fijamente. —No se supone que debas dormir aquí. —¿Por qué no? Eres mi esposa. Un par de golpes más en la puerta, interrumpieron aquella discusión que aparentemente no iba a ninguna parte, como siempre. —Adelante —dijo Oliver y Adhara se sintió tentada a maldecir. Greta entró entonces, relegando su deseo de estrangularlo. La cara de la sirvienta parecía no ser capaz de
Eran las once de la mañana cuando Adhara recibió la noticia de que Oliver acababa de desmayarse en su oficina. Al inicio se quedó mirando a la secretaria sin expresión, perpleja, mientras las piezas de aquel rompecabezas comenzaban a unirse en su cabeza. De repente, lo recordó: el desayuno.—Oh, no —expresó temerosa de que pudiera morirse.Caminando por los pasillos que conducían a la oficina de Oliver, no dejaba de pensar en como pudo haber sido tan tonto. ¿Realmente era tan torpe como para comerse algo que sabía con antelación que estaba siendo envenenado o significaba esto que, simplemente, no lo sabía?Sin importar la respuesta era evidente que el hombre estaba en muy mal estado y Adhara lo confirmo al ver su cuerpo inerte y su rostro pálido, le recordó aquel día en el que Adriana se desplomó entre sus brazos.—¡Llamen una ambulancia! ¡Rápido!Por mucho que había jurado vengarse de Oliver, la realidad era que no era una asesina y no podía cargar en su consciencia con una muerte. N
De más estaba decir que se hizo un silencio tenso luego de la declaración del médico. Sin embargo, Irina saltó rápidamente: —¿Veneno? Imposible —se mostraba un poco ansiosa, aunque sabía disimularlo muy bien—. Debe haber sido alguna intoxicación o…—miró a Adhara como buscando acusarla de algo—. ¿Tienes algo que decir al respecto?—Digo que esto debe ser investigado —habló con firmeza, haciendo que, de alguna manera, Irina se tensara.—Buscaremos la causa en profundidad —tranquilizó el médico—. El señor Volkov está recibiendo ahora un lavado gástrico y lo siguiente que haremos será una eliminación del tóxico.—Gracias. Cuando el doctor hubo desaparecido, las dos mujeres volvieron a mirarse fijamente. Adhara entrecerró los ojos en dirección a Irina y ella alzó la barbilla y luego se giró ignorándola. Le llamó especialmente la atención verla hablando activamente con una de las enfermeras, parecía buscar algún tipo de información, estuvo a punto de involucrarse si no hubiera sido por l
—¡Una sonrisa! —ordenó una voz masculina con un ligero timbre afeminado—. ¡Bien! ¡Bien! —la felicitó—. Ahora una mirada voraz, atrevida. ¡Eso!El flash de la cámara cegó momentáneamente a Anastasia, quien se sentía harta de esta sección de fotos en particular. —¿Hemos terminado? —preguntó obstinada. —No, nada de eso, niña. ¡Ve a cambiarte, necesitamos empezar con la otra campaña! Los pasos de Anastasia se dirigieron hacia el vestuario de muy malhumor. Sus últimos días habían sido insoportables, no sabía qué había pasado por su cabeza cuando decidió mudarse a la mansión Volkov para luego ser echada sin cumplir ninguno de sus objetivos iniciales. La insistencia de su padre y de su suegra eran la causa de sus noches frías y solitarias. Cualquiera pensaría que Oliver se había mostrado feliz de tenerla de vuelta, pero nada estaba más lejos de la realidad. A pesar de que había acordado perdonarla, era como si realmente nunca hubiera podido olvidar su traición. Y como resultado: todo ha
Anastasia obedeció a Irina aún en contra de sus propios deseos. Desde luego que ella no quería estar en un lugar donde evidentemente no la querían, ¿pero cómo hacerle entender eso a esa mujer terca que estaba empeñada en la realización de este matrimonio?Simplemente no podía. Irina Volkov parecía compartir un rasgo muy característico con su padre, ambos tenían la misma obsesión: hacer que se casara con Oliver, repetirle que su valor radicaba únicamente en eso.«¿La presionarían aun sabiendo que estaba a punto de morir?», se preguntó de repente, concluyendo que, sin duda, sí, lo harían. De hecho, usarían su enfermedad para atrapar a Oliver en una red de lástima y eso no lo podía permitir. No era así como se imaginaba viviendo sus últimos años. No era al lado de Oliver donde quería que sus ojos fueran cerrados para siempre.Sin embargo, aquí estaba, en su habitación, luego de que Adriana se marchara.—Oliver —saludó al cruzar la puerta.El hombre la miró, pero no parecía nada feliz con
El sonido reverberó por un instante antes de que tomara el valor y se dispusiera a abrir. Con el corazón martillándole en los oídos, Adhara hizo girar el pomo de la puerta, para luego encontrarse con un pasillo vacío y en penumbra. «Eso no pudo haber sido su imaginación, ¿cierto?», se encontró preguntándose con temor. Había escuchado claramente la puerta siendo tocada con insistencia, eso quería decir que alguien lo había hecho, no un fantasma, una persona. ¿Pero quién? ¿Y por qué no le daba la cara ahora? —¿Quién está ahí? —preguntó tratando de mostrarse valiente. No hubo respuesta. Sintiendo un escalofrío y más paranoia que antes, regresó a la habitación y cerró la puerta con seguro, no conforme con esto movió algunos muebles para obstaculizar la entrada en caso de que alguien intentara cruzarla. Respiró profundamente y trato de regresar a donde estaba. El diario, el plan de Adriana para amarrar a Oliver. Realmente no podía reconocer esta versión de su hermana, la Adriana que c
La sensación de tensión se palpaba en el aire. No sabía cómo las cosas habían llegado a este nivel, pero sus padres discutían de una manera preocupante. Los gritos inundaban la casa y parecía que estaba a punto de ocurrir algo muy malo si no los detenía. Anastasia caminó a hurtadillas hacia donde se escuchaban los gritos, necesitando controlar la situación.—¡Deja de mentir, Giovanni! ¡Confiesa de una maldita vez que tienes una amante!—¿Y qué si la tengo? —la voz desapasionada de su padre, detuvo sus pasos.Giovanni Sidorov siempre había sido un hombre frío, pero en ocasiones parecía que no tenía corazón.—¡Maldito! —chilló su madre y luego se escucharon más gritos.Cuando Anastasia entro en escena, Dominika, su madre, estaba en el piso con el labio roto y sangre fluyendo del mismo. Su padre acababa de golpearla. Era la primera vez que presenciaba una cosa así y esperaba que fuera la última. Esto, bajo ninguna circunstancia, debía repetirse.—¿Qué le has hecho, padre?Corrió hacia el
Oliver fue dado de alta esa mañana. Su madre, Irina, estaba a su lado, cuidándolo con melosería. —Ten cuidado —indicaba la mujer, mientras se coloca de pie. —Ya estoy bien, mamá —trató de tranquilizarla. —No, no lo estás —contradijo ella con una mirada suave—. Estuviste al borde de la muerte y estoy… muy preocupada, cariño. Por favor, ¿prométeme que tendrás más cuidado la próxima vez? —¿Cuidado con qué? —preguntó sin saber muy bien a qué se refería. Hasta el momento las causas de su intoxicación eran inciertas. Había hecho un repaso de todo lo que había ingerido esa mañana y no lograba dar con la razón de su envenenamiento. —¡Con todo, Oliver! —lo regañó Irina, como si no se diera cuenta de lo obvio—. Sé que esa noche dormiste en la habitación de esa mujer, ¿Qué te asegura que no te hizo algo mientras dormías? ¿Quizás te inyecto algo? No puedes confiar en Adriana, siempre ha sido una oportunista y está demostrado que está loca. ¡Su psicóloga te lo dijo! —¡Basta, madre! Deja de ac