Erik comprendiendo poco a poco a la prometida que le sacó su abuelo del bolsillo, ¿será que entre ellos pueda suceder algo? ¡Enterate en los proximos capitulooos!
Y así, mientras continuaban su paseo por los hermosos senderos del jardín, charlando sobre temas más ligeros, Erik notó un movimiento a lo lejos. Dos jóvenes se acercaban a ellos con paso decidido. Eran dos muchachos que, al divisar a Celeste, agitaron sus manos en un saludo entusiasta y se dirigieron hacia donde estaban.La rubia, percibiendo la curiosidad en la mirada de Erik, se inclinó ligeramente hacia él y, en voz baja, se apresuró a explicar antes de que los recién llegados estuvieran al alcance del oído:—Ellos son Firiel y Garland —susurró Celeste con sus palabras apenas audibles sobre el suave murmullo de la brisa—. Son escuderos de la corte del Rey. Se convertirán en guardias reales cuando cumplan los 21 años. También poseen magia; son sanadores.Erik asintió, absorbiendo la información mientras su mente trabajaba a toda velocidad, conectando puntos invisibles para los demás. Sus pensamientos, llenos de revelaciones y conjeturas, se agolpaban en su consciencia:«El abuelo se
Erik sintió cómo la situación se le escapaba de las manos. Con cada palabra intercambiada, el abismo entre él y estos jóvenes parecía ensancharse. Una voz en su interior le advertía que, si continuaba por ese camino, no tardaría en ganarse enemigos gratuitos, complicando aún más su ya precaria situación.Respirando hondo, Erik intentó suavizar el ambiente con una respuesta que él consideró prudente:—En parte, esa también es mi ventaja... —admitió, eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Pero no quiero problemas. Si me disculpan, iré a ver qué hacen mi... tío y su esposa, la princesa Aelina.Con una reverencia rápida y algo torpe, Erik se dio la vuelta y se alejó a paso veloz, casi corriendo por los jardines del palacio. Detrás de él, dejaba un grupo de jóvenes confundidos y molestos.Celeste, con los brazos cruzados y una expresión de disgusto en su rostro habitualmente sereno, no pudo contener su frustración:—Ese duque Erik es un engreído que finge estar en las nubes... —murmuró, co
—Ya no hay necesidad de castigarte… —susurró Valdimir en el oído de Aelina mientras la penetraba con fuerza —¿entonces…—se detuvo para tomar aire —…porque te encanta que te aprisione? —murmuró antes de regresar a sus labios, besándolos mientras unía su lengua con la de ella para profundizar aún más el beso.En ese momento, en el limbo del tiempo detenido donde no existían las horas, los segundos ni minutos, con una de sus manos grandes, Valdimir sostenía con fuerza las dos muñecas de Aelina mientras los brazos de ella estaban sobre su cabeza y el Alfa, encima de su amada esposa, la aprisionaba con su enorme cuerpo embistiéndola con esa rudeza que Aelina le encantaba. Mientras él la penetraba, sujetaba con fuerza la cadera de Aelina con su mano libre para tener mayor control mientras le hacia el amor como si no hubiera un mañana, así era que a ellos les encantaba.Aelina, al borde del placer, con sus ojos embelesados veía el rostro de Valdimir, en ese instante, su expresión era una mezc
En ese preciso instante, en un salón abierto del palacio Real, Erik y Theodor se encontraban en medio de una sesión de entrenamiento con espadas. La conversación fluía entre ellos con la misma facilidad que sus movimientos, hasta que de repente, el mundo a su alrededor pareció cobrar vida nuevamente. Erik, percibiendo el cambio, se detuvo en medio de un movimiento y se dirigió a Theodor con una leve sonrisa que apenas ocultaba su curiosidad.—Abuelo, ya mis padres despertaron —comentó el joven con su tono casual contrastando con la agudeza de su mirada color ámbar.Theodor, quien había sido cuidadoso al no revelar los verdaderos motivos detrás de la pausa temporal entre su hija y su esposo, miró a Erik con una pizca de diversión y ternura. La inocencia de su nieto era tan evidente como conmovedora para él.—Erik, ¿crees que Valdimir y Aelina estaban... durmiendo? —preguntó, sondeando la percepción del joven sobre la situación.Erik, buscando un lugar para sentarse mientras sostenía su
Con el paso de las horas, la fiesta de bienvenida en honor a la princesa Aelina y su esposo, el príncipe lobo Valdimir, alcanzaba su punto más alto. El gran salón del palacio real rebosaba de vida y esplendor, transformado en un escenario digno de las más grandiosas celebraciones. Las paredes, revestidas de tapices dorados y cortinajes de las mejores telas del reino, reflejaban la luz de cientos de velas que danzaban al ritmo de la música.Los acordes melodiosos de una orquesta de instrumentos de cuerda y viento se entrelazaban con el murmullo animado de las conversaciones y las risas de los invitados. Parejas ataviadas con sus mejores galas giraban grácilmente por la pista de baile, creando un caleidoscopio de colores y movimiento. El aroma de exquisitos manjares y vinos selectos impregnaba el ambiente, mientras sirvientes circulaban entre los presentes ofreciendo bandejas repletas de delicias culinarias.En una mesa prominente, cercana al trono real, se encontraban los homenajeados —
En ese instante, Erik permanecía sentado, observando el ir y venir de los invitados con una mirada distante. Sus padres, Valdimir y Aelina, continuaban ahí, mirándolo con una preocupación evidente en sus rostros.—Padre, madre, no se preocupen por mí —dijo finalmente Erik, esbozando una sonrisa tímida que no alcanzó a iluminar sus ojos—. Vayan a divertirse. Créanme, aquí estoy bien. Además, dentro de un rato participaré en las peleas amistosas. Tendré tiempo de sobra para hablar con todos los jóvenes que son contemporáneos conmigo.Valdimir y Aelina intercambiaron una mirada llena de significado. La preocupación por su hijo era muy obvia, pero respetaron su deseo de quedarse solo. Con un último vistazo hacia Erik, se dirigieron hacia la pista de baile y así, mientras caminaban entre la multitud elegantemente vestida, Aelina se acercó a su esposo sintiendo como su voz apenas se podía escuchar por encima de la música clásica.—Jamás pensé que tendría un hijo tan tímido —confesó Aelina co
Celeste, con un gesto casi instintivo, asintió ante la propuesta del duque de Arik de que la acompañara. La joven, consciente de su responsabilidad como anfitriona y guía en el palacio para el joven lobo, no dudó en ofrecer su ayuda para encontrar un uniforme adecuado. Aclarando su voz con un suave carraspeo, la rubia respondió con amabilidad:—Por supuesto, duque Arik, será un placer ayudarte —afirmó la muchacha mientras se adentraba en el área de vestuario.Erik, respetuoso, le cedió el paso y se mantuvo a una distancia prudente mientras Celeste avanzaba con paso seguro hacia los imponentes armarios que se extendían a lo largo de una de las paredes. La familiaridad con la que la muchacha se movía en aquel espacio era evidente; cada paso denotaba su conocimiento del lugar.El vestuario era una estancia amplia y elegante, iluminada por majestuosas lámparas de cristal que pendían del alto techo, proyectando una luz cálida sobre cada rincón. Las paredes, revestidas de madera noble, alber
Celeste, al ver que evidentemente él no iba a revelar más información, suspiró resignada y le dijo:—No uses tus zapatos, usa estas botas... —indicó, buscando el calzado que correspondía al uniforme.Mientras Erik se cambiaba, Celeste no podía dejar de pensar en lo que acababa de ver. Las cicatrices en el cuerpo del joven duque contaban una historia muy diferente a la que él le había relatado. Cada marca parecía susurrar secretos de un pasado lleno de peligros y sufrimiento, tan distante de la vida tranquila que supuestamente había llevado en el ducado de Navarra.La joven observó al duque con nuevos ojos, preguntándose qué otras verdades él ocultaba detrás de su fachada de noble. Las cicatrices hablaban de batallas, de dolor, de supervivencia. No eran las marcas de alguien que había crecido en la comodidad y seguridad de un palacio ducal.Erik, por su parte, se sentía incómodo bajo la mirada inquisitiva de Celeste. Sabía que había cometido un error al exponerse de esa manera, pero no