El rey Theodor preparando todo para su familia ¿como les irá en el reino humano? ¡Enterate en el proximo capitulooo!
El silencio que los cubría por un momento fue roto por la voz potente y clara de un guardia real, quien desenrolló un pergamino ornamentado y proclamó con solemnidad:—¡Bienvenida la princesa heredera Aelina, primera en su nombre y futura reina del reino libre humano de Vientalia, acompañada por el príncipe Valdimir del reino de los lobos de Kolgrim, esposo de la princesa, y Arik, duque de Nevarra de Kolgrim, sobrino del príncipe Valdimir!Un murmullo de asombro recorrió a los presentes. Erik, ahora conocido como Arik, sintió que el estómago le daba un vuelco al escuchar su nuevo título. Sus ojos color ámbar, inquietos, recorrieron la multitud hasta encontrar a su abuelo.Theodor, el Rey de Vientalia, se erguía en el centro del patio. Su figura imponente, envuelto en su atuendo real y con una corona de hierro y zafiros sobre sus cabellos plateados, irradiaba poder y sabiduría. Al cruzar su mirada con la de Erik, una sonrisa enigmática se dibujó en su rostro curtido por los años. Le gui
Celeste Starfall recorría los exuberantes jardines del palacio real de Vientalia junto al recién llegado Duque Arik. Mientras caminaban, podían sentir el aire impregnado con el dulce aroma de las flores primaverales, mientras el sol de las once la mañana bañaba con su cálida luz los senderos de grava blanca que serpenteaban entre los jardines meticulosamente cuidados. A pesar de la belleza que los rodeaba, la conversación entre los dos jóvenes avanzaba como un reloj de arena atascado: en palabras que caían pesadamente, una a una, con largos silencios entre cada frase.Durante gran parte del paseo, Celeste se había limitado a enumerar datos históricos sobre el palacio y sus jardines, detallando quiénes se encargaban de mantener cada sección y otras minucias que a Erik le parecían francamente insulsas. La joven de cabellos dorados como el trigo no parecía particularmente interesada en conocer más sobre su acompañante, pero Erik, movido por una curiosidad que no lograba disimular del todo
Y así, mientras continuaban su paseo por los hermosos senderos del jardín, charlando sobre temas más ligeros, Erik notó un movimiento a lo lejos. Dos jóvenes se acercaban a ellos con paso decidido. Eran dos muchachos que, al divisar a Celeste, agitaron sus manos en un saludo entusiasta y se dirigieron hacia donde estaban.La rubia, percibiendo la curiosidad en la mirada de Erik, se inclinó ligeramente hacia él y, en voz baja, se apresuró a explicar antes de que los recién llegados estuvieran al alcance del oído:—Ellos son Firiel y Garland —susurró Celeste con sus palabras apenas audibles sobre el suave murmullo de la brisa—. Son escuderos de la corte del Rey. Se convertirán en guardias reales cuando cumplan los 21 años. También poseen magia; son sanadores.Erik asintió, absorbiendo la información mientras su mente trabajaba a toda velocidad, conectando puntos invisibles para los demás. Sus pensamientos, llenos de revelaciones y conjeturas, se agolpaban en su consciencia:«El abuelo se
Erik sintió cómo la situación se le escapaba de las manos. Con cada palabra intercambiada, el abismo entre él y estos jóvenes parecía ensancharse. Una voz en su interior le advertía que, si continuaba por ese camino, no tardaría en ganarse enemigos gratuitos, complicando aún más su ya precaria situación.Respirando hondo, Erik intentó suavizar el ambiente con una respuesta que él consideró prudente:—En parte, esa también es mi ventaja... —admitió, eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Pero no quiero problemas. Si me disculpan, iré a ver qué hacen mi... tío y su esposa, la princesa Aelina.Con una reverencia rápida y algo torpe, Erik se dio la vuelta y se alejó a paso veloz, casi corriendo por los jardines del palacio. Detrás de él, dejaba un grupo de jóvenes confundidos y molestos.Celeste, con los brazos cruzados y una expresión de disgusto en su rostro habitualmente sereno, no pudo contener su frustración:—Ese duque Erik es un engreído que finge estar en las nubes... —murmuró, co
—Ya no hay necesidad de castigarte… —susurró Valdimir en el oído de Aelina mientras la penetraba con fuerza —¿entonces…—se detuvo para tomar aire —…porque te encanta que te aprisione? —murmuró antes de regresar a sus labios, besándolos mientras unía su lengua con la de ella para profundizar aún más el beso.En ese momento, en el limbo del tiempo detenido donde no existían las horas, los segundos ni minutos, con una de sus manos grandes, Valdimir sostenía con fuerza las dos muñecas de Aelina mientras los brazos de ella estaban sobre su cabeza y el Alfa, encima de su amada esposa, la aprisionaba con su enorme cuerpo embistiéndola con esa rudeza que Aelina le encantaba. Mientras él la penetraba, sujetaba con fuerza la cadera de Aelina con su mano libre para tener mayor control mientras le hacia el amor como si no hubiera un mañana, así era que a ellos les encantaba.Aelina, al borde del placer, con sus ojos embelesados veía el rostro de Valdimir, en ese instante, su expresión era una mezc
En ese preciso instante, en un salón abierto del palacio Real, Erik y Theodor se encontraban en medio de una sesión de entrenamiento con espadas. La conversación fluía entre ellos con la misma facilidad que sus movimientos, hasta que de repente, el mundo a su alrededor pareció cobrar vida nuevamente. Erik, percibiendo el cambio, se detuvo en medio de un movimiento y se dirigió a Theodor con una leve sonrisa que apenas ocultaba su curiosidad.—Abuelo, ya mis padres despertaron —comentó el joven con su tono casual contrastando con la agudeza de su mirada color ámbar.Theodor, quien había sido cuidadoso al no revelar los verdaderos motivos detrás de la pausa temporal entre su hija y su esposo, miró a Erik con una pizca de diversión y ternura. La inocencia de su nieto era tan evidente como conmovedora para él.—Erik, ¿crees que Valdimir y Aelina estaban... durmiendo? —preguntó, sondeando la percepción del joven sobre la situación.Erik, buscando un lugar para sentarse mientras sostenía su
Con el paso de las horas, la fiesta de bienvenida en honor a la princesa Aelina y su esposo, el príncipe lobo Valdimir, alcanzaba su punto más alto. El gran salón del palacio real rebosaba de vida y esplendor, transformado en un escenario digno de las más grandiosas celebraciones. Las paredes, revestidas de tapices dorados y cortinajes de las mejores telas del reino, reflejaban la luz de cientos de velas que danzaban al ritmo de la música.Los acordes melodiosos de una orquesta de instrumentos de cuerda y viento se entrelazaban con el murmullo animado de las conversaciones y las risas de los invitados. Parejas ataviadas con sus mejores galas giraban grácilmente por la pista de baile, creando un caleidoscopio de colores y movimiento. El aroma de exquisitos manjares y vinos selectos impregnaba el ambiente, mientras sirvientes circulaban entre los presentes ofreciendo bandejas repletas de delicias culinarias.En una mesa prominente, cercana al trono real, se encontraban los homenajeados —
En ese instante, Erik permanecía sentado, observando el ir y venir de los invitados con una mirada distante. Sus padres, Valdimir y Aelina, continuaban ahí, mirándolo con una preocupación evidente en sus rostros.—Padre, madre, no se preocupen por mí —dijo finalmente Erik, esbozando una sonrisa tímida que no alcanzó a iluminar sus ojos—. Vayan a divertirse. Créanme, aquí estoy bien. Además, dentro de un rato participaré en las peleas amistosas. Tendré tiempo de sobra para hablar con todos los jóvenes que son contemporáneos conmigo.Valdimir y Aelina intercambiaron una mirada llena de significado. La preocupación por su hijo era muy obvia, pero respetaron su deseo de quedarse solo. Con un último vistazo hacia Erik, se dirigieron hacia la pista de baile y así, mientras caminaban entre la multitud elegantemente vestida, Aelina se acercó a su esposo sintiendo como su voz apenas se podía escuchar por encima de la música clásica.—Jamás pensé que tendría un hijo tan tímido —confesó Aelina co