Narra Adriana:Jeremiah me ha pedido que me quede en la entrada mientras él se encarga de revisar la casa. Ha llamado al departamento de seguridad del edificio y entre el agente de turno y él, buscan por todas partes al posible intruso. He querido obedecerle, sin éxito, porque no pensaba quedarme en la puerta como una tonta esperando que el infiltrado llegara y me encontrara a su merced. Por eso, he ido a la cocina y, armándome de un cuchillo muy filoso, también he empezado a buscar por las habitaciones. No nos toma mucho tiempo ya que el apartamento, a pesar de ser muy espacioso, no tiene muchas habitaciones.Cuando estoy abriendo la última puerta del closet de la habitación de invitados, escucho un ruido detrás de mí y me giro, arma en mano, dispuesta a defenderme. Sin embargo, se trata de Jeremiah, quien me mira con mala cara.—Me encanta ver que puedo confiar en ti —comenta con sarcasmo y yo me encojo de hombros.No pienso discutir con él mi punto. Entiendo que su naturaleza mascu
Narra Fernando: Doy una calada a mi cigarrillo mientras camino por la calle distraído, silbando una canción de José José, mi favorito de toda la vida. Hoy estoy extremadamente de buen humor y eso se debe a que he encontrado el pozo del tesoro que todos sueñan tener. Durante toda mi vida he sido un hombre de trabajo. Nací y me crié en un rancho de México, donde todo lo que había era trabajo duro, cosa que no me gustó en lo absoluto. Había que labrar la tierra, trabajar con animales, cultivar nuestros propios alimentos y esforzarse mucho. Los días eran interminables, porque nos obligaban a despertarnos desde antes de que el sol saliera.Fue así como descubrí que no quería esa vida para mí. Le rogué a mi viejo padre que me dejara ir a la universidad, que me dejara estudiar para tener una mejor vida. Al principio se negó, porque era de los que consideraban el estudio para las mujeres: “Los hombres deben trabajar en el campo”, llegó a repetirme en más de una ocasión, pero fue tanta la ins
Narra Jeremiah: El domingo me despierta el sonido de la lluvia chocando contra la ventana. Afuera el cielo está súper gris, a pesar de que en el reloj de mi mesita son las seis y treinta. Ese clima es normal en esta temporada, sin embargo, lo de hoy se debe a una tormenta que han anunciado, según escuché en la emisora de radio. Quisiera decir que voy a dormir un poco más, pero no, yo soy de los que, una vez se despiertan, ya no logran volver a conciliar el sueño. A mi lado, Adriana duerme con los labios entreabiertos. No puedo evitar sonreír ante su imagen. Está desnuda, su pelo ondulado cae como una manta a su alrededor. El color de su piel teñido del bronceado la hace ver mucho más bella que de costumbre, y para colmo, la manta solo cubre una parte de su cuerpo dejando en evidencia un pecho firme, que me invita a besarlo y que despierta el deseo que siento por ella. Es increíble cómo, sin importar las veces que hagamos el amor, no me canso de ella. Anoche nos dormimos casi a las tr
Narra Jeremiah:Todavía no termino de creer lo que me han dicho en el hospital. Me he quedado en un estado de trance, que ni siquiera me ha permitido conducir o pensar con claridad. Por suerte, Adriana ha tomado el control y ha manejado hasta el centro de salud. Bien pudo hacerlo uno de los chicos de la escolta, pero todavía es muy nuevo para nosotros, y prefiero que nos den nuestro espacio, aunque nos sigan en el auto de atrás. No soy capaz de decir media palabra, la frase “tercer ataque” me resuena todavía como las vibraciones de una campana, mientras me esfuerzo por no echarme a llorar. Sé que todavía está conectado a las máquinas, pero eso es lo único que lo mantiene con vida, en vista de que su corazón ya ha dejado de responder. En el fondo, me alegro de no tener que enfrentar esto solo. Al menos Adriana está aquí conmigo y eso me permite no derrumbarme.—Jemmy, hemos llegado —anuncia acariciándome la pierna izquierda.Va al volante, y la lluvia ha menguado, ahora una fina lloviz
Narra Adriana: En mi familia, como en mi reducido círculo social, siempre he sido yo la que he estado a cargo de las cosas. En la escuela fui yo la líder del grupo, en casa era yo quien llevaba las riendas, en parte, por la enfermedad de mi madre y en parte porque me salía natural ser la cabeza de los grupos. Ahora, desde que conocí a Jeremiah las cosas han sido diferentes. Él es mucho más controlador y dominante que yo, por eso, he cedido y aceptado que generalmente él tome las decisiones, aunque me las hagas saber. Sin embargo, en esta ocasión, el poder ha caído sobre mí, y a pesar del gran compromiso, me siento honrada de ayudar.En mi agenda llevo a cabo la lista de pendientes que faltan por solucionarse. El funeral es a las tres y aún no me han confirmado las personas del catering, lo que me tiene verdaderamente estresada. De por sí, la muerte del señor George nos ha dado duro a todos, pero creo que quien ha llevado la peor parte, ha sido Jeremiah. Ha estado muy callado desde ay
Narra Jeremiah: La capilla de San Pedro es una hermosa iglesia ubicada en el centro de la ciudad. Cuenta con pinturas de ángeles en los techos que atraen la atención de cientos de turistas semanalmente. También cuenta con hermosas ventanas acristaladas de muchos colores, así como un hermoso cuadro de la virgen María y su hijo. No he sido nunca religioso, sin embargo, solía frecuentar este lugar los domingos en la mañana con Gogo para escuchar la misa cuando era pequeño. Hoy hemos venido juntos, solo que esta vez, la misa será en su honor.Hoy el lugar está adornado por un montón de flores que perfuman todo el espacio y frente al altar, el féretro con el cuerpo de mi difunto abuelo, descansa con la tapa del ataúd debajo. Junto a él, hay una enorme foto en trípode de él de su último cumpleaños. Está a blanco y negro, vestido de un esmoquin blanco y una sonrisa que habla por mil años. En realidad, me siento muy conforme con su despedida porque así es justamente como quería recordarle, f
Narra Jeremiah: No sé cuántas veces he tenido que agradecer a los cientos de invitados que han venido a presentar sus respetos y condolencias, pero he perdido la cuenta hace más de una hora. Estoy cansado, los ojos hinchados me pesan por tanto llorar y lo único que quiero es irme a casa. Por suerte, la mayoría de los invitados han empezado a marcharse pasadas las nueve y cuando quedan a penas unos cuantos en la sala, me fijo que no he sabido nada de mi amada esposa desde hace rato. —¡Hey! ¿Cómo estás? —me pregunta Andy al acercárseme. Me encojo de hombros y tomo la bebida que me ofrece, mientras me encojo de hombros. ¿Qué puedo decir que no sepa ya? Más que un día de locos, ha sido una semana infernal. —Supongo que bien, todo se pondrá bien con el tiempo. —Así será, amigo —dice golpeándome el hombro con cariño. Intento sonreírle sin mucho éxito, entonces leo en sus ojos que tiene algo para decirme. —¿Qué pasa, Andy? —pregunto, dándole el último sorbo a mi bebida. Siento como
Narra Adriana: Un cosquilleo en la sien me despierta, e intento rascarme, todavía con los ojos cerrados, sin embargo, fallo en el intento, porque mi mano no responde a la orden que le ha dado mi cerebro. Trato de abrir los ojos, pero tampoco obedecen al primera, y cuando intento moverme, un malestar me sacude todo el cuerpo.—Hmm —un gemido de dolor sale de mi garganta y finalmente abro los ojos.Me doy cuenta de que mis manos están atadas y que un trozo de cinta adhesiva me tiene amordazada, lo que hace que no pueda moverme ni gritar. ¿Dónde estoy? Parpadeo un par de veces para aclarar mi turbia vista. A mi alrededor todo está a oscuras, pero si no me equivoca mi suposición, estoy en lo que parece ser un sótano o almacén, a juzgar por el espacio pequeño y la ventilación nula.Trato de recordar lo que pasó y cómo llegué aquí. A mi mente le cuesta rehacer las últimas escenas de mi vida. Recuerdo a mi esposo llorar ante el ataúd de su abuelo, recuerdo la misa, la recepción en la casa,