Narra Jeremiah: La capilla de San Pedro es una hermosa iglesia ubicada en el centro de la ciudad. Cuenta con pinturas de ángeles en los techos que atraen la atención de cientos de turistas semanalmente. También cuenta con hermosas ventanas acristaladas de muchos colores, así como un hermoso cuadro de la virgen María y su hijo. No he sido nunca religioso, sin embargo, solía frecuentar este lugar los domingos en la mañana con Gogo para escuchar la misa cuando era pequeño. Hoy hemos venido juntos, solo que esta vez, la misa será en su honor.Hoy el lugar está adornado por un montón de flores que perfuman todo el espacio y frente al altar, el féretro con el cuerpo de mi difunto abuelo, descansa con la tapa del ataúd debajo. Junto a él, hay una enorme foto en trípode de él de su último cumpleaños. Está a blanco y negro, vestido de un esmoquin blanco y una sonrisa que habla por mil años. En realidad, me siento muy conforme con su despedida porque así es justamente como quería recordarle, f
Narra Jeremiah: No sé cuántas veces he tenido que agradecer a los cientos de invitados que han venido a presentar sus respetos y condolencias, pero he perdido la cuenta hace más de una hora. Estoy cansado, los ojos hinchados me pesan por tanto llorar y lo único que quiero es irme a casa. Por suerte, la mayoría de los invitados han empezado a marcharse pasadas las nueve y cuando quedan a penas unos cuantos en la sala, me fijo que no he sabido nada de mi amada esposa desde hace rato. —¡Hey! ¿Cómo estás? —me pregunta Andy al acercárseme. Me encojo de hombros y tomo la bebida que me ofrece, mientras me encojo de hombros. ¿Qué puedo decir que no sepa ya? Más que un día de locos, ha sido una semana infernal. —Supongo que bien, todo se pondrá bien con el tiempo. —Así será, amigo —dice golpeándome el hombro con cariño. Intento sonreírle sin mucho éxito, entonces leo en sus ojos que tiene algo para decirme. —¿Qué pasa, Andy? —pregunto, dándole el último sorbo a mi bebida. Siento como
Narra Adriana: Un cosquilleo en la sien me despierta, e intento rascarme, todavía con los ojos cerrados, sin embargo, fallo en el intento, porque mi mano no responde a la orden que le ha dado mi cerebro. Trato de abrir los ojos, pero tampoco obedecen al primera, y cuando intento moverme, un malestar me sacude todo el cuerpo.—Hmm —un gemido de dolor sale de mi garganta y finalmente abro los ojos.Me doy cuenta de que mis manos están atadas y que un trozo de cinta adhesiva me tiene amordazada, lo que hace que no pueda moverme ni gritar. ¿Dónde estoy? Parpadeo un par de veces para aclarar mi turbia vista. A mi alrededor todo está a oscuras, pero si no me equivoca mi suposición, estoy en lo que parece ser un sótano o almacén, a juzgar por el espacio pequeño y la ventilación nula.Trato de recordar lo que pasó y cómo llegué aquí. A mi mente le cuesta rehacer las últimas escenas de mi vida. Recuerdo a mi esposo llorar ante el ataúd de su abuelo, recuerdo la misa, la recepción en la casa,
Narra Jeremiah: La paciencia nunca ha sido una de mis virtudes y hoy más que nunca, brilla por su ausencia. Me muevo impacientemente por el pasillo de la comisaría, esperando a que llamen mi nombre, mientras la incertidumbre crece dentro de mí a cada segundo. No creí que este día terminaría de esta manera. Por el contrario, me había hecho la idea que, luego de decirle adiós al hombre más importante de mi vida, iría a casa con mi esposa, a llorar su pérdida y a consolarme en sus brazos. Sin embargo, aquí estoy, a mitad de la noche, en una comisaría, presentando una denuncia de secuestro, porque el muy bastardo de Fernando Rodríguez, se le ocurrió la brillante idea de tomarla cautiva. ¡Qué mal nacido es ese sujeto! Con gusto le daría yo hasta el alma, si eso garantizara la seguridad de Adriana, pero estoy seguro de que no se pondrá en contacto conmigo todavía y que la cantidad de dinero que pedirá será absurdamente alta. —¿Por qué no te sientas, Jemmy? —pregunta Andy, quien no se ha
Narra Daniela: Subo el volumen de la televisión mientras salgo del baño del motel donde me estoy hospedando, al escuchar la voz femenina del noticiero de la tarde mencionar un nombre que me resulta demasiado familiar e inmediatamente mi intriga aumenta a cien por ciento. Se trata de la mosca muerta de Adriana Rodríguez. Resuelta y viene a ser que ha sido secuestrada por nada más y nada menos que su padre. ¡Vaya, vaya, vaya! No me esperaba tan buena noticia para alegrarme el día, sobretodo después de la mierda que se ha convertido mi vida gracias a Jeremiah Jonhson.“La señora Adriana Rodríguez, maestra de primaria procedente de México, quien contrajo nupcias recientemente con el codiciado soltero Jeremiah Johnson, ha sido secuestrada la noche de ayer desde la residencia del fallecido George Johnson, antiguo propietario de la cadena de supermercados Harris and Lou. Según las declaraciones de la policía el presunto secuestrados es su padre, Fernando Rodríguez, un reconocido criminal, b
Narra Jeremiah: Llego a la oficina y me encuentro a Teresa con un montón de papeles en su escritorio. Los dos teléfonos de su escritorio sonando, y un reporte en su ordenador que parece estar esperando por ella. Sin embargo, me mira con asombro, seguido de un gesto que claramente es reproche. Deja el teléfono a un lado y se levanta de la silla para encararme.—Jemmy, ¿Se puede saber que estás haciendo aquí?—Lo mismo que tú, Tere —le respondo en voz baja.Se me acerca y toma mi rostro entre los manos, acariciando mi barba. Prácticamente ha sido la única figura materna que he tenido en toda mi vida adulta y es tan cercana como si fuera mi abuela biológica, sin embargo, ella más que nadie sabe que haber perdido a mi abuelo es un golpe del que no me he recuperado. Él ha sido mi mentor y compañero de vida, por lo que su ausencia ha dejado un hueco imposible de llenar. Ahora, si a eso le sumo el desasosiego de haber perdido a mi esposa en mis narices y que esté a manos de un psicópata com
Narra Adriana: La comida que me ha traído Fernando no es más que un viejo emparedado de mantequilla de maní y jalea con un cartón pequeño de leche blanca. Viniendo de él, es todo un manjar si lo comparamos con las largas horas que me dejaba sin comer cuando mi madre por cosas de la vida, acertaba a dejarme bajo su cuidado. Sin embargo, para el hambre atroz que traía, ha sido tan delicioso como lo habría sido cola de langosta en salsa de mantequilla. He perdido la noción del tiempo, pero mi estómago sí sabe que tenía demasiado tiempo sin comer.Por suerte y tras mucho rogar, he logrado que me desate las manos y los pies para poder moverme libremente por el diminuto y mugriento espacio.—No te hagas la lista conmigo, Adriana, que te conozco. Si intentas cualquier locura te mataré a ti, a tu raquítica madre y al maldito de tu esposo. ¿Me has oído? —preguntó furioso.No hice más que asentir, al salirme con la mía. Sé que estoy jugándomelas todos con ese intento de que confíe en mí, pero
Narra Jeremiah: ¿Qué mal pude haber cometido como para que todas estas cosas malas me pasen a mí al mismo tiempo? Nunca he tenido la necesidad de victimizarme, ni siquiera cuando mis padres murieron y me quedé huérfano me sentí tan desamparado como ahora. Estoy al punto de creer que mis enemigos se han confabulado contra mí para acabarme y con Adriana desaparecida, mi abuelo fallecido y ahora la sucursal más importante de toda la cadena incendiada hasta los escombros, estoy a punto de desistir.Me dirijo al lugar de los hechos con el corazón latiendo desenfrenadamente en mi pecho, porque según me han contado los que han presenciado el hecho, el diagnóstico es bastante desalentador. Sin embargo, una cosa es llamarla al diablo y otra verlo venir. Ahora que frente a mí veo la enorme ola de humo negro extendiéndose hacia el cielo, mi aflicción crece de manera desmedida. Nunca, en todos los años que esta empresa ha servido a la comunidad ha habido un accidente como este, y me sorprende qu