La mañana está siendo eterna para la joven Willow, puesto que no ha logrado entregar ni un solo volante y el sitio no es muy concurrido. Se siente derrotada, y sus pies reclaman por un descanso. Ha estado un buen rato paseándose en la esquina del local del señor Hanks; su jefe. Un viejo cascarrabias que no le agrada nada ni nadie. La mayor parte del tiempo se la pasa encerrado en un pequeño despacho dentro de la tienda, un lugar repleto de antigüedades especializada en la venta de objetos pasados de moda. Pero que por alguna razón, su producto es normalmente suministrado por subastas, ventas del estado, búsquedas en los mercadillos, y esas cosas que no le interesa en lo más mínimo a la chica. Sin embargo los objetos son de gran valor para los adinerados que no saben en qué gastar su fortuna.La verdad es que si aún sigue trabajando en ese lugar, es porque no ha encontrado otro sitio mejor, y no podía darse el lujo de perderlo justo ahora, ya que tenía que pagar el alquiler dónde vive
—Recoje tus cosas y vete —ordena el señor mayor manteniendo la calma, una calma que descoloca a la chica—. Toma, allí tienes el pago de esta semana.Willow agarra el dinero entre sus manos y sale de la tienda sin importarle dejar su gabardina desgastada. Echa a andar por la acera desolada, pero un agarre en su brazo la detiene.—Willow.Voltea a verlo, y su odio hacia él incrementa aún más.—¿Qué quieres? —dice entre dientes.—Lo siento, todo esto ha sido mi culpa. Nunca fue mi intención que te echaran, de verdad discúlpame —emite Dylan preocupado.—Ya. ¿Y qué ganó yo con tus disculpas? Eso no me devolverá el trabajo, así que solo desaparece de mi vista, es lo mejor que sabes hacer, ¿No? —gesticula cada palabra con veneno—. Marcharte sin decir adiós.Se suelta bruscamente del agarre de su ex novio y le da la espalda retomando el camino.Dylan fue su mejor amigo, el único que se ofreció ayudarla cuando no tenía un techo donde dormir luego de haber sido echada del orfanato. Aunque al pr
La joven despierta sobresaltada al escuchar los golpes en la puerta, se incorpora de la cama y va hacia la sala mientras estruja sus ojos con pesadez. Al abrir, maldice mentalmente por estar en esas fachas y que el dueño del piso donde vive la repase con una mirada extraña, que la pone incómoda.—Dígame —dice la chica haciendo un esfuerzo sobrehumano para no cerrarle la puerta en la cara al viejo.—Vengo por el dinero, ya hoy es último de este mes —le recuerda el hombre de ojos quisquillosos.—Bueno, verá señor Farrell. Hoy me fue terrible en el trabajo, y me ha sido imposible conseguir el dinero. Pero le aseguro que si me da dos días más puedo pagarle lo que le debo —suplica la joven reteniendo el aire que tiene atorado en el pecho.—Dos días —recalca el dueño del piso—. De lo contrario deberás buscar otro sitio donde vivir.Willow suspira aliviada.—Vale, muchas gracias señor Farrell. Le prometo que tendrá su dinero —el hombre asiente y se marcha escaleras abajo.La chica cierra la
—¿Es que acaso no sabe conducir? ¡Agh! Mire nada más lo que ha hecho, por su culpa ahora estoy empapada, no puedo creerlo —lo mata con la mirada.—Lamento mucho lo ocurrido, no ha sido mi intención estropear su ropa. De verdad discúlpame —vuelve a decir y la joven bufa en repuesta.Cuando está a punto de volver a reclamar empieza a caer la lluvia. Willow no puede creer que justo en ese momento empiece a llover a cántaros. De verdad que este es un pésimo día. Dice la joven para si misma.—Ven, no te quedes allí, podrías pescar un resfriado, vamos —dice de pronto ese hombre mientras tira de su brazo sin permitir que pueda decir algo, todo pasa tan rápido y como la joven no quiere enfermar de pronto está en el interior de ese auto lujoso y con un desconocido a su lado que empieza a conducir.¿Y si me secuestra? Todo tipo de pensamientos turbios y molestos empiezan a aparecer en la mente de Willow, volviéndola un poco paranoica. Oh no, creo que estoy perdida. Piensa tiritando del frío.—N
Kyllian no se había podido negar a las insistente peticiones de su madre para que asistiera a una cena con ella. Así que no le quedó de otra que hacer espacio en su ajetreada agenda, para poder venir a la mansión dónde creció.Julia abre la puerta tras escuchar el timbre, al percatarse que es el hijo de Susanne le sonríe cordialmente.—¿Cómo estás? —pregunta Kyllian con amabilidad.—Muy bien señor.—Que bueno, ¿Está mi madre? —inquiere quitándose el abrigo que cuelga en el perchero.—No señor, se ha ido a una reunión en el orfanato —informa la mujer.—Oh, cierto. Gracias —le regala una sonrisa de boca cerrada y se dirige a las escaleras.Le urgía darse una ducha, en la mañana su secretaria había derramado café en su camisa, por lo que tenía todo el tórax pegajoso y oloroso a café. Cruza el pasillo que conduce a su recámara e ingresa a ella encontrando las luces encendidas. Sin embargo no le presta atención a eso, y comienza a desvestirse quedando en ropa interior. La joven Willow no s
Willow corre en la acera para no perder el autobús que está a punto de arrancar, pero logra llegar a tiempo y se sube en el transporte. Su despertador no ha sonado y se ha quedado dormida, solo espera no tener problemas por ello. Aunque con lo poco que ha conocido de la señora Susanne, seguro no dejará pasar esta falta de impuntualidad de su parte.Resopla mientras apoya la mejilla en su palma.Observa el paisaje por la ventanilla, el cielo está despejado y a diferencia de otros días, no hay indicios de lluvia. Las personas caminan despreocupados, en su propia burbuja alejados de la realidad del resto, y es que la mayoría de la gente no sentían el más mínimo interés en el bienestar ajeno. O bueno, así es como lo veía Willow, basado en su propia experiencia. Mucha veces se enfocaba en sus problemas y olvidaba que los demás también los tenían, que cada uno cargaba un peso sobre sus hombros el cual el resto del mundo no estaba enterado. Que detrás de esa sonrisa radiante se escondía el d
El día transcurrió rápido, luego de trabajar arduamente en la biblioteca de la casa, la joven tuvo que ir a comprar legumbres en el mercado, puesto que la señora Susanne se alimentaba saludablemente. Recorrió todo el vecindario en busca de las mejores legumbres, y ahora su pies le dolían reclamando por un descanso.Al llegar al piso donde vive, Willow se cruza con el dueño del edificio, que al verla la saluda sin dejar de mirarla. La joven se apresura a subir los pocos escalones que conducen a su hogar e ingresa al cálido interior. Oreo sale a su encuentro meneando su peluda cola, la chica lo carga entre sus brazos y acaricia su cabeza. Va hacia su habitación y se despoja de la ropa, le urge una ducha fría, así que entra al baño y relaja bajo el chorro de agua fría, masajea su cuero cabelludo aliviando el dolor de cabeza que palpita en sus sienes.Comienza a pensar en la oferta que le ha propuesto la señora Susanne, y de pronto no le parece tan descabellada la idea. Sí, quizás no es m
El sonido de la lluvia que impacta en la ventana, le resulta relajante a la joven Willow, que lleva rato despierta pero aún sigue acurrucada entre las sábanas. No obstante, su tranquila mañana es arruinada al oír el sonido de su móvil, a regañadientes se levanta y responde la llamada.—Dígame —dice con voz ronca mientras camina en el suelo frío.—Buen día querida, estoy aquí afuera en tu apartamento —la joven abre los ojos desmesuradamente—. Baja enseguida.—Pero...Queda hablando sola, pues Susanne ha finalizado la llamada. Willow suelta un gritito de frustración, aquella señora iba a sacarle canas verdes. No entendía que hacía allí tan temprano, y ¿Cómo sabía dónde vivía?Se pregunta frunciendo el entrecejo.Unos golpes en la puerta la sacan de su ensimismamiento. Agarra una camisa corta que deja a la vista su ombligo, y se coloca un pantalón rasgado, además de sus Vans negros. Se dirige a la cocina por un vaso de agua y luego de revisar su aspecto en el espejo, abre la puerta.Afue