Mucho después de que Leandro se hubiera marchado, Julieta seguía impactada.Las lágrimas se habían congelado en su rostro y su corazón se sentía como si hubiera muerto.Cuando ella salió de la cárcel, no estaba segura de si Leandro le iba a enviar de vuelta.¿Cómo podía recuperar la mansión antigua de la familia Rosales?No pudo investigar la muerte de sus padres, no pudo salvar a don Camilo, tampoco tenía forma de encontrarse con su hermano.Julieta se mordió la lengua hasta hacerla sangrar en un intento de suicidio. Parpadeó y se sentó en la cama. Miró su barriga. Ahora ya ni siquiera podía morir, después de todo, había una vida dentro de ella.Entonces se preguntó: —¿Qué puedo hacer?De repente sonó la alarma de su celular, lo que la sobresaltó. Era un recordatorio del calendario que decía [Aniversario de la muerte de mamá]Su corazón se agitó violentamente, extendió la mano y apagó la alarma. Sonrió con amargura y pensó: “Soy realmente una hija desagradecida, incluso olvidó el an
—Así es, gracias por limpiar siempre las lápidas de mis padres —dijo Julieta.Luego sacó un sobrecito de dinero y lo puso sobre la mesa y dijo:—Esta es una pequeña muestra de mi agradecimiento.El guardia del cementerio la miró brevemente y se rio.—En realidad, no hace falta que sea tan cortés, sé que usted es fiel a sus padres.Julieta frunció los labios. Dudó por un momento y preguntó:—Disculpe, señor, pero ¿existe posibilidad de que me pueda mostrar los videos de vigilancia de hoy?—¿Qué ocurrió? ¿Usted perdió algo? —No, hay un ramo de flores frente a la tumba de mi madre. Quiero saber quién lo dejó.El guardia del cementerio sonrió misteriosamente y respondió: —Señorita Rosales, no hace falta que lo busque, esa persona no puede ser encontrada.—¿A qué se refiere con que no puede ser encontrada? —No va a encontrar a aquella persona en las cámaras de vigilancia. Además, esa persona ha estado viniendo una vez al año por los últimos dos años. Pero él no me deja contárselo, así qu
—¡Suéltame!Julieta luchó desesperadamente por escapar del abrazo de aquel hombre, pero no fue capaz de resistirse porque su cuerpo no le respondía.El hombre le sopló al oído:—¿Todavía quieres resistirte? A todo el mundo le encantaría probar a la señorita de la familia Rosales. No tiene como escapar, señora Cisneros.Después de decir eso, el hombre la tiró en el sofá y estaba a punto de sentarse sobre ella cuando fue detenido por otro.—Espera, ¿vamos a jugar a algo divertido? —sugirió esa persona.—¿Y a qué vamos a jugar?—Esta es la rosa espinada de la ciudad Marina, la mismísima mujer de Leandro Cisneros. Una oportunidad así no se presenta dos veces, ¡por supuesto que deberíamos empezar con bailes!El hombre miró con recelo a Julieta y dijo:—Está bien, sólo espera a que la droga haga efecto.Así, el hombre arrastró a la mareada Julieta y dijo con una lasciva sonrisa: —Entonces, señora Cisneros, por favor, haga un baile de striptease para todos.El corazón de Julieta tembló. Un b
—¡Eso es, date prisa y vamos aprovechar este festín visual! ¡No demores más!—¡Ja, no finjas si quieres la plata!Julieta apretó los dientes y se quitó toda la camisa, dejando sólo la blusita en la parte superior del cuerpo. Sus brazos quedaron completamente expuestos. Incluso en ese ambiente poco iluminado, su pálida piel seguía llamando la atención. Julieta clavó sus uñas en su carne bajo las miradas fijas de todos, pero aún así tenía una sonrisa en su rostro. Al ver que se detuvo, el señor Medina se levantó y caminó hasta su lado, alargando la mano para tocarle la cintura, y preguntó: —¿Por qué no quitas más? ¿Quieres que te ayude?Julieta apretó los dientes, dio un paso atrás y se negó en forma tiesa:—No hace falta.—¿Por qué eres tan reservada? ¿No fuiste tú la que tomó la iniciativa hace un momento? Además, ¿una mujer que engañó a su esposo hace dos años? ¿Qué tan inocente podría ser?El señor Medina alargó la mano para acariciarle nuevamente el pelo. Los pies de Julieta se
¡Después de sólo dos segundos Julieta entendió quién era la mano negra detrás de todo esto!Dalila. No podía ser nadie más. Miró a Leandro con cierta expectativa. Si Leandro supiera que era Dalila, ¿qué haría?Después de que Leandro tirara al señor Medina al suelo, agarró la toalla que le había entregado Renzo y se limpió las manos. Luego tiró la toalla a la cara del señor Medina y caminó hacia Julieta. Se inclinó y la puso en brazos en una forma horizontal, y cuando llegó a la puerta, de repente se detuvo de nuevo y se volvió para mirar al resto de la gente que estaba atónita. —¡Estas personas fueron testigos de algo que no debían ver! ¡Arráncales los ojos!Renzo asintió y vio un flash en alguna parte, y dijo: —Señor, parece que todo ha sido grabado.—¡Destrúyelo!—Sí, investigaré su origen. Leandro no dijo más nada. Sujetando directamente a Julieta, la puso en el asiento de pasajero y luego se subió él mismo al asiento del conductor.Durante todo el proceso, Leandro no dijo nin
—Sí, Leandro, si hubiera sabido las consecuencias, definitivamente no habría salvado a Dalila en ese entonces —dijo Julieta. Julieta intentó suprimir el calor de su cuerpo, pero mientras el tiempo pasaba, su autocontrol se diluía más y más.Sus mejillas enrojecieron y frunció el ceño con enojo. Se quitó la chaqueta de Leandro con la que estaba cubierta y luego la blusa que tenía puesta.“Julieta, ¡ahora sí que pareces una ramera!”, pensó ella.Seguidamente Julieta se abalanzó sobre Leandro para abrazarlo, aunque su corazón le dolía monstruosamente. Tenía la conciencia borrosa, y sus manos y pies no estaban bajo su control...Leandro sólo la miró fríamente. Luego la levantó y caminó hasta la bañera. La arrojó allí, hizo que la ducha apuntara directamente a Julieta y abrió el grifo del agua fría. El agua fría se derramó sobre su cuerpo, haciendo que el ardor interior se enfriara al instante y que recuperara sus sentidos. Levantó la vista y vio los sombríos ojos de Leandro, quien solo
—Me golpearon.—¿Pero quién?Julieta vio su mirada sorprendida y sintió dolor en el corazón al explicarle:—Tú —resopló.Leandro la miró fríamente. Aunque no dijo una palabra, su expresión parecía decir: "Estás mintiendo. ¿Cuándo te he pegado?".Entonces, soportando el dolor del pecho, Julieta le dijo: —Leandro, esto no es algo que haya pasado recientemente. Algunas de estas heridas me las hiciste tú, otras las hiciste cuando dejaste que otras personas me pegaran.Julieta no podía describir con palabras lo que estaba sintiendo. Tal vez era dolor o, quizás, ¿desesperación y odio? Parecía ser un poco de todo y al mismo tiempo ninguna de ellas. Desde que sucedió su aborto, hace dos años, hasta ahora, no podía decir a ciencia cierta qué emociones tenía.El hombre al que había amado durante diecisiete años, que antes la quería como si su vida dependiera de ello y que le había salvado la vida… No podía dejar de lado con tanta facilidad lo que sentía por él. Probablemente, tal y como decía
—No. Estoy bien.Al otro lado del teléfono se escuchó un suspiro. —Julieta, si quieres la antigua casa de los Rosales, yo puedo ayudarte. La familia Soto puede pagar los setenta millones.—No es necesario —Julieta se lamió los labios resecos—. Cualquiera que se acerque a mí se convierte en un desgraciado. Primero fueron mis padres, luego don Camilo, ahora está tu accidente automovilístico e incluso una cuidadora que fue despedida por el simple hecho de defenderme y decir unas palabras en mi nombre.—Lo sé.—¿Lo sabes? ¿Cómo? ¿La cuidadora fue contratada por ti?—Sí. Me preocupaba que te sintieras en deuda conmigo, por eso no te lo dije.Julieta sintió calidez en el pecho. Pensó que ya no quedaba nadie que se preocupara por ella, pero resultó que todavía había gente dispuesta a ayudarla en silencio.—Gracias.—No me lo agradezcas. Yo soy el responsable de que Leandro y tú estén donde están ahora. No estarían en esta situación si yo hubiera estado ahí hace dos años. Solamente estoy trat