Cuando Julieta volvió a pensar en todo, ya habían pasado unos días. Pensó que Ismael, después de todo, no tenía nada que ver con ella y era como un hermano para Leandro. El hecho de que no viniera a visitarla era algo esperable, así que no perdió mucho tiempo pensando en ello. Pero que sufriera un accidente de tránsito tan grave que le lastimara la cabeza a causa de ella... se sintió culpable al instante.De hecho, ninguna de las personas que la rodean podía acabar bien.Ismael agitó la mano y dijo: —Estoy bien, no es grave, no te lo tomes a pecho.—Lo siento.—Estoy bien, de veras. Dalila resopló.—Julieta, no puedes culpar a Leandro por sospechar de ti. Cualquiera que los vea a ustedes pensará mal. Tal vez, aquel accidente de tránsito fue provocado a propósito por alguien.Al oír esto, Julieta la miró fríamente, y dijo:—Dalila, ojo con lo que dices. He tenido un sólo hombre en toda mi vida, y ese es Leandro. Pero tú te has metido con varios ya, ¡quién sabe de quién estabas embara
Al ver la apariencia asustada de Julieta, el corazón de Ismael tuvo un ligero temblor.Fue allí que se dio cuenta que su corazón había cambiado irremediablemente.—Julieta, cada vez que te veo, estás medio muerta. Soy abogado, no puedo ignorarlo, aunque sea otra persona, lo salvaré igual, ¿entiendes?Después de decir esto, y temiendo que Julieta lo malinterpretara, siguió explicando:—Aunque Leandro tenga ciertas ideas sobre mí, no puedo aceptar la forma en la que hace las cosas, pero sigue siendo mi amigo, y por ello tengo la obligación de cuidar de ti. Si Leandro recupera sus sentidos alguna vez, es mi deseo que sigas viva cuando eso pase.Al oír estas palabras, el corazón de Julieta se estremeció.Durante todo este tiempo había sido torturada tantas veces que ya había olvidado que ella era una paciente de cáncer y podía morir en cualquier momento.La verdad es que le importaban un comino los asuntos del mundo, por lo que no debía malgastar los minutos y segundos que le quedaban de v
“¿Un juguete que puede ser prestado? ¿No fue Leandro quien dijo que yo sólo era de él? ¿No fue él quien dijo que yo sería suya, incluso después de la muerte? ¿En qué momento me convertí en un juguete?”Julieta estaba inmersa en sus pensamientos y no se había dado cuenta de todo el tiempo que pasó hasta que oyó unos pasos que entraban. Los latidos de su corazón se aceleraron violentamente.Leandro ya está aquí, ¿qué hará esta vez?Ella no supo cuando fue que empezó a tener miedo de compartir tiempo con Leandro a solas. Temía que volviera a pegarla.De repente, la estiraron violentamente del cabello, obligándola a levantarse de la cama.Los labios de Leandro tocaron la fría oreja de Julieta, y apretando los dientes preguntó:—Julieta, ¿cómo puedes ser de tan baja calaña?—Leandro, yo no... De verdad que no... Ella sabía que la explicación no servía de nada, pero ¿qué otra cosa podía hacer además de explicar?—¿No?Leandro la tiró del pelo y la obligó a girar la cabeza hacia un lado, mi
Mucho después de que Leandro se hubiera marchado, Julieta seguía impactada.Las lágrimas se habían congelado en su rostro y su corazón se sentía como si hubiera muerto.Cuando ella salió de la cárcel, no estaba segura de si Leandro le iba a enviar de vuelta.¿Cómo podía recuperar la mansión antigua de la familia Rosales?No pudo investigar la muerte de sus padres, no pudo salvar a don Camilo, tampoco tenía forma de encontrarse con su hermano.Julieta se mordió la lengua hasta hacerla sangrar en un intento de suicidio. Parpadeó y se sentó en la cama. Miró su barriga. Ahora ya ni siquiera podía morir, después de todo, había una vida dentro de ella.Entonces se preguntó: —¿Qué puedo hacer?De repente sonó la alarma de su celular, lo que la sobresaltó. Era un recordatorio del calendario que decía [Aniversario de la muerte de mamá]Su corazón se agitó violentamente, extendió la mano y apagó la alarma. Sonrió con amargura y pensó: “Soy realmente una hija desagradecida, incluso olvidó el an
—Así es, gracias por limpiar siempre las lápidas de mis padres —dijo Julieta.Luego sacó un sobrecito de dinero y lo puso sobre la mesa y dijo:—Esta es una pequeña muestra de mi agradecimiento.El guardia del cementerio la miró brevemente y se rio.—En realidad, no hace falta que sea tan cortés, sé que usted es fiel a sus padres.Julieta frunció los labios. Dudó por un momento y preguntó:—Disculpe, señor, pero ¿existe posibilidad de que me pueda mostrar los videos de vigilancia de hoy?—¿Qué ocurrió? ¿Usted perdió algo? —No, hay un ramo de flores frente a la tumba de mi madre. Quiero saber quién lo dejó.El guardia del cementerio sonrió misteriosamente y respondió: —Señorita Rosales, no hace falta que lo busque, esa persona no puede ser encontrada.—¿A qué se refiere con que no puede ser encontrada? —No va a encontrar a aquella persona en las cámaras de vigilancia. Además, esa persona ha estado viniendo una vez al año por los últimos dos años. Pero él no me deja contárselo, así qu
—¡Suéltame!Julieta luchó desesperadamente por escapar del abrazo de aquel hombre, pero no fue capaz de resistirse porque su cuerpo no le respondía.El hombre le sopló al oído:—¿Todavía quieres resistirte? A todo el mundo le encantaría probar a la señorita de la familia Rosales. No tiene como escapar, señora Cisneros.Después de decir eso, el hombre la tiró en el sofá y estaba a punto de sentarse sobre ella cuando fue detenido por otro.—Espera, ¿vamos a jugar a algo divertido? —sugirió esa persona.—¿Y a qué vamos a jugar?—Esta es la rosa espinada de la ciudad Marina, la mismísima mujer de Leandro Cisneros. Una oportunidad así no se presenta dos veces, ¡por supuesto que deberíamos empezar con bailes!El hombre miró con recelo a Julieta y dijo:—Está bien, sólo espera a que la droga haga efecto.Así, el hombre arrastró a la mareada Julieta y dijo con una lasciva sonrisa: —Entonces, señora Cisneros, por favor, haga un baile de striptease para todos.El corazón de Julieta tembló. Un b
—¡Eso es, date prisa y vamos aprovechar este festín visual! ¡No demores más!—¡Ja, no finjas si quieres la plata!Julieta apretó los dientes y se quitó toda la camisa, dejando sólo la blusita en la parte superior del cuerpo. Sus brazos quedaron completamente expuestos. Incluso en ese ambiente poco iluminado, su pálida piel seguía llamando la atención. Julieta clavó sus uñas en su carne bajo las miradas fijas de todos, pero aún así tenía una sonrisa en su rostro. Al ver que se detuvo, el señor Medina se levantó y caminó hasta su lado, alargando la mano para tocarle la cintura, y preguntó: —¿Por qué no quitas más? ¿Quieres que te ayude?Julieta apretó los dientes, dio un paso atrás y se negó en forma tiesa:—No hace falta.—¿Por qué eres tan reservada? ¿No fuiste tú la que tomó la iniciativa hace un momento? Además, ¿una mujer que engañó a su esposo hace dos años? ¿Qué tan inocente podría ser?El señor Medina alargó la mano para acariciarle nuevamente el pelo. Los pies de Julieta se
¡Después de sólo dos segundos Julieta entendió quién era la mano negra detrás de todo esto!Dalila. No podía ser nadie más. Miró a Leandro con cierta expectativa. Si Leandro supiera que era Dalila, ¿qué haría?Después de que Leandro tirara al señor Medina al suelo, agarró la toalla que le había entregado Renzo y se limpió las manos. Luego tiró la toalla a la cara del señor Medina y caminó hacia Julieta. Se inclinó y la puso en brazos en una forma horizontal, y cuando llegó a la puerta, de repente se detuvo de nuevo y se volvió para mirar al resto de la gente que estaba atónita. —¡Estas personas fueron testigos de algo que no debían ver! ¡Arráncales los ojos!Renzo asintió y vio un flash en alguna parte, y dijo: —Señor, parece que todo ha sido grabado.—¡Destrúyelo!—Sí, investigaré su origen. Leandro no dijo más nada. Sujetando directamente a Julieta, la puso en el asiento de pasajero y luego se subió él mismo al asiento del conductor.Durante todo el proceso, Leandro no dijo nin