¿Quién la llamaba? La voz era familiar, sonaba como Leandro. ¿Pero cómo podría llamarla Leandro? Seguramente solo quería que se muriera.La mente de Julieta estaba en blanco y lo único que sentía era un caos de voces que llenaban su entorno y que la obligaron a despertarse de su sueño.De todos modos, aunque se había despertado, no podía abrir los ojos. ¿Sería que había muerto y ahora era un espíritu?Leandro, si muero, ¿llorarás por mí?…De repente alguien gritó:—¡Está aquí! ¡La he encontrado!Todos corrieron hacia allí en un instante.Leandro se precipitó hacia delante y cayó al suelo. Su cara estaba pálida y sin sangre, sus manos estaban cubiertas de sangre, pero no tardaron en hundirse en la tierra para escarbar. Solo se detuvo cuando vio el ataúd. Entonces agarró la pala del hombre que estaba a su lado y con movimientos rápidos removió el barro del ataúd.Aun así no pudo abrirlo porque el barro y el agua seguían fluyendo, sellando la tapa.—Caven hacia un lado.La multitud reacc
Julieta estaba sorprendida al ver ese rostro familiar frente a ella. Después de un largo rato preguntó consternada:—¿Jasmine? ¿Por qué estás aquí?Jasmine la ayudó a acostarse. Le dijo con un gruñido:—Hmph, iba a preguntarte sobre eso mismo. Acordamos que no me dejarías atrás. ¿Por qué me mentiste? Y no me puedo creer que me hayas dado somníferos. ¿Acaso quieres echarme?Julieta intentó replicarle, pero sentía la garganta bloqueada. Abrió sus pálidos labios, pero no pudo decir ni una palabra. Vio a Jasmine sentada en el borde de su cama y sus grandes ojos parpadearon.—Julieta, ¿no me preguntas por qué debo quedarme a tu lado?Después de escuchar sus palabras, Julieta levantó la vista mientras miraba hacia Jasmine. Su expresión era muy complicada.Al verla así, Jasmine rio suavemente.—Probablemente te reirás de mí si te lo dijera, pero quería decírtelo de todos modos. No tengo padre ni madre, soy huérfana. Nunca vi mucha luz del sol en mi vida hasta después de los veinte años. Pens
Julieta miró vacilante a Jasmine. Ella le enseñó la lengua mientras se reía.—Julieta, no puedes culparme por esto, se suponía que debía estar en el funeral. Sin embargo, me desperté de una siesta y estaba volando sobre el océano…»Realmente estaba muerta de miedo. Pensé que alguien estaba tratando de hacerte daño y por supuesto tuve que defenderme de inmediato.—¿No viste la carta que te escribí?—¿Carta? —Jasmine se irguió—. La vi, pero no quise irme. Además, acababa de volver cuando me enteré de tu accidente. Julieta, estoy muy preocupada por ti.Al escuchar sus palabras, Julieta se sintió muy culpable.—Lo siento, te hice preocupar de nuevo.—Julieta, no digas esas cosas. Pero ¿cómo fue que te llevaron?Al recordar esto, Julieta levantó la vista, miró a Ismael y frunció los labios.—Ismael, me salvaste una vez más. De verdad que no puedo pagar mi deuda.La cara de Ismael cambió ligeramente. No lo negó, tampoco lo confirmó. —Menos mal que pulsaste la señal de socorro. Si no las cos
Ismael se inclinó, tomó la mano de Julieta y la puso sobre su pecho.—Julieta, te juro que, aunque engañara a alguien, nunca te engañaría a ti. Si lo hiciera…Aún no había terminado de hablar cuando Julieta le tapó la boca con un rápido movimiento y negó con la cabeza: —No necesito que jures.—Julieta…Ismael se quedó helado por un momento y su corazón de repente empezó a latir más rápido. La forma en que miraba a Julieta se volvió más confusa. Se contuvo. Si Julieta siguiera así, podría perder el control de sí mismo.Pero Julieta no leyó el significado oculto en sus ojos. Lo soltó y dijo: —Isma, te creo, no tienes que jurar.“Isma”.Era la primera vez que Julieta lo llamaba con tanta confianza. El corazón de Ismael se estremeció de repente al tiempo que soltaba rápidamente la mano de Julieta y tosía con disimulo.—Qué bien que me creas. Tengo algo que hacer, así que me voy ya.Julieta lo vio toser, pensó que estaba resfriado por haberla salvado y su corazón se llenó de culpa.—Tú ta
—¿Eres tú? Aparta tus asquerosas manos de mí.Julieta estaba aturdida cuando, de repente, escuchó una voz de disgusto. A continuación, alguien la empujó. Cuando se incorporó, reconoció a la persona con la que acababa de chocar.—¿Señora Jiménez? ¿Se encuentra bien?—Je, no te hagas la simpática. ¡Si fueras simpática de verdad no estarías siempre con el novio de otra!Julieta frunció el ceño al ver que en la cara de la señora Jiménez se dibujaba un gesto de disgusto. Justo cuando iba a explicárselo vio que un trozo de papel caía al suelo así que se agachó para recogerlo.—Señora Jiménez, ¿es suyo?La señora Jiménez guardó rápidamente el papel. Parecía tener pánico. Se dio la vuelta y decidió marcharse. Se había olvidado discutir con Julieta.En el papel, Julieta había visto por casualidad las palabras “cáncer en estadio medio”.—Señora Jiménez. —Julieta se adelantó por detrás y paró a la señora Jiménez—. Creo que tenemos que hablar.—¡No tengo nada que decirte!—No se preocupe. —La mira
Julieta frunció el ceño cuando pensó en Dalila. Se preguntó qué habría intentado hacer Leandro para probar la inocencia de Dalila.Luego sonrió amargamente y sacudió la cabeza. Olvídalo. ¿Qué sentido tenía pensar en eso, para qué iba a aumentar sus preocupaciones? Así que dio media vuelta y bajó a tomar el sol.Lo que Julieta no esperaba era que, al día siguiente, cuando salió a dar un paseo, se volviera a encontrar con la señora Jiménez. Qué irónico que los enemigos siempre se encontraran.Julieta no quería discutir con ella e hizo como que no la había visto. Planeaba hacerse a un lado y esperar a que la señora Jiménez pasara antes de irse.Pero no imagino que antes de que pudiera apartarse, de pronto, un hombre salió corriendo con un cuchillo en la mano y gritó: —¡Alto ahí, todos!Julieta se quedó helada. Obedientemente se quedó inmóvil, no se atrevía a moverse.¿Qué pasó? ¿Un robo en un hospital?La enfermera iba a llamar a la policía. Sin embargo, con un solo movimiento el hombre
El comportamiento de Julieta sobresaltó a la enfermera que estaba al lado, quien le tiró con cuidado del traje.—Señora Cisneros, no sea impulsiva.Pero Julieta no le hizo caso y se acercó directamente al hombre. Su mirada era suave pero firme.—Señor, sé que sólo quiere salvar a su hermana. —Miró a la señora Jiménez—. Si deja marchar a esta señora, le prometo que esta señora le ayudará a pagar su hospitalización. Cuando el doctor Ramírez venga dentro de un rato, quizá haya esperanza para el estado de salud de su hermana, ¿de verdad quiere renunciar a esta oportunidad?Al oír sus palabras, la señora Jiménez se quedó helada, pero al ver que Julieta le guiñaba un ojo, se apresuró a repetir: —Ayudaré a pagar la hospitalización de tu hermana y haré que la vea el mejor médico que encuentre. Te prometo que lo haré.La propuesta era tan tentadora que el hombre vaciló y aflojó un poco su agarre sobre la señora Jiménez.Julieta aprovechó la oportunidad para empujar a la señora Jiménez con un
La puñalada de hacía un momento, en realidad no iba hacía Julieta, sino hacía él mismo. Tenía muchas deudas y hacía tiempo que se le habían acabado las opciones. Si alguien podía ayudar a curar a su hermana, entonces bien podría aprovechar su muerte para hacer un gran escándalo y que nadie pudiera arrepentirse.Pero lo que él no esperaba era que Julieta leyera sus pensamientos, e incluso quisiera detenerlo con su cuerpo…Mirando a Jasmine, que estaba en la cama del hospital, el hombre estaba asustado.Si alguien no hubiera salvado a Julieta, no se atrevía a imaginar lo que habría pasado.Julieta giró la cabeza para mirarle. Su expresión era tranquila.—Señor, mientras usted viva tendrá una oportunidad. Si muere, ¿quién cuidará de su hermana? Y cuando su hermana se despierte más tarde pero no pueda verle, ¿cree que volverá a ser feliz?Las pupilas del hombre se contrajeron y preguntó con voz temblorosa:—¿Cómo se llama, señorita?—Julieta Rosales.—Señorita Rosales, gracias, se lo pagar