Julieta miró vacilante a Jasmine. Ella le enseñó la lengua mientras se reía.—Julieta, no puedes culparme por esto, se suponía que debía estar en el funeral. Sin embargo, me desperté de una siesta y estaba volando sobre el océano…»Realmente estaba muerta de miedo. Pensé que alguien estaba tratando de hacerte daño y por supuesto tuve que defenderme de inmediato.—¿No viste la carta que te escribí?—¿Carta? —Jasmine se irguió—. La vi, pero no quise irme. Además, acababa de volver cuando me enteré de tu accidente. Julieta, estoy muy preocupada por ti.Al escuchar sus palabras, Julieta se sintió muy culpable.—Lo siento, te hice preocupar de nuevo.—Julieta, no digas esas cosas. Pero ¿cómo fue que te llevaron?Al recordar esto, Julieta levantó la vista, miró a Ismael y frunció los labios.—Ismael, me salvaste una vez más. De verdad que no puedo pagar mi deuda.La cara de Ismael cambió ligeramente. No lo negó, tampoco lo confirmó. —Menos mal que pulsaste la señal de socorro. Si no las cos
Ismael se inclinó, tomó la mano de Julieta y la puso sobre su pecho.—Julieta, te juro que, aunque engañara a alguien, nunca te engañaría a ti. Si lo hiciera…Aún no había terminado de hablar cuando Julieta le tapó la boca con un rápido movimiento y negó con la cabeza: —No necesito que jures.—Julieta…Ismael se quedó helado por un momento y su corazón de repente empezó a latir más rápido. La forma en que miraba a Julieta se volvió más confusa. Se contuvo. Si Julieta siguiera así, podría perder el control de sí mismo.Pero Julieta no leyó el significado oculto en sus ojos. Lo soltó y dijo: —Isma, te creo, no tienes que jurar.“Isma”.Era la primera vez que Julieta lo llamaba con tanta confianza. El corazón de Ismael se estremeció de repente al tiempo que soltaba rápidamente la mano de Julieta y tosía con disimulo.—Qué bien que me creas. Tengo algo que hacer, así que me voy ya.Julieta lo vio toser, pensó que estaba resfriado por haberla salvado y su corazón se llenó de culpa.—Tú ta
—¿Eres tú? Aparta tus asquerosas manos de mí.Julieta estaba aturdida cuando, de repente, escuchó una voz de disgusto. A continuación, alguien la empujó. Cuando se incorporó, reconoció a la persona con la que acababa de chocar.—¿Señora Jiménez? ¿Se encuentra bien?—Je, no te hagas la simpática. ¡Si fueras simpática de verdad no estarías siempre con el novio de otra!Julieta frunció el ceño al ver que en la cara de la señora Jiménez se dibujaba un gesto de disgusto. Justo cuando iba a explicárselo vio que un trozo de papel caía al suelo así que se agachó para recogerlo.—Señora Jiménez, ¿es suyo?La señora Jiménez guardó rápidamente el papel. Parecía tener pánico. Se dio la vuelta y decidió marcharse. Se había olvidado discutir con Julieta.En el papel, Julieta había visto por casualidad las palabras “cáncer en estadio medio”.—Señora Jiménez. —Julieta se adelantó por detrás y paró a la señora Jiménez—. Creo que tenemos que hablar.—¡No tengo nada que decirte!—No se preocupe. —La mira
Julieta frunció el ceño cuando pensó en Dalila. Se preguntó qué habría intentado hacer Leandro para probar la inocencia de Dalila.Luego sonrió amargamente y sacudió la cabeza. Olvídalo. ¿Qué sentido tenía pensar en eso, para qué iba a aumentar sus preocupaciones? Así que dio media vuelta y bajó a tomar el sol.Lo que Julieta no esperaba era que, al día siguiente, cuando salió a dar un paseo, se volviera a encontrar con la señora Jiménez. Qué irónico que los enemigos siempre se encontraran.Julieta no quería discutir con ella e hizo como que no la había visto. Planeaba hacerse a un lado y esperar a que la señora Jiménez pasara antes de irse.Pero no imagino que antes de que pudiera apartarse, de pronto, un hombre salió corriendo con un cuchillo en la mano y gritó: —¡Alto ahí, todos!Julieta se quedó helada. Obedientemente se quedó inmóvil, no se atrevía a moverse.¿Qué pasó? ¿Un robo en un hospital?La enfermera iba a llamar a la policía. Sin embargo, con un solo movimiento el hombre
El comportamiento de Julieta sobresaltó a la enfermera que estaba al lado, quien le tiró con cuidado del traje.—Señora Cisneros, no sea impulsiva.Pero Julieta no le hizo caso y se acercó directamente al hombre. Su mirada era suave pero firme.—Señor, sé que sólo quiere salvar a su hermana. —Miró a la señora Jiménez—. Si deja marchar a esta señora, le prometo que esta señora le ayudará a pagar su hospitalización. Cuando el doctor Ramírez venga dentro de un rato, quizá haya esperanza para el estado de salud de su hermana, ¿de verdad quiere renunciar a esta oportunidad?Al oír sus palabras, la señora Jiménez se quedó helada, pero al ver que Julieta le guiñaba un ojo, se apresuró a repetir: —Ayudaré a pagar la hospitalización de tu hermana y haré que la vea el mejor médico que encuentre. Te prometo que lo haré.La propuesta era tan tentadora que el hombre vaciló y aflojó un poco su agarre sobre la señora Jiménez.Julieta aprovechó la oportunidad para empujar a la señora Jiménez con un
La puñalada de hacía un momento, en realidad no iba hacía Julieta, sino hacía él mismo. Tenía muchas deudas y hacía tiempo que se le habían acabado las opciones. Si alguien podía ayudar a curar a su hermana, entonces bien podría aprovechar su muerte para hacer un gran escándalo y que nadie pudiera arrepentirse.Pero lo que él no esperaba era que Julieta leyera sus pensamientos, e incluso quisiera detenerlo con su cuerpo…Mirando a Jasmine, que estaba en la cama del hospital, el hombre estaba asustado.Si alguien no hubiera salvado a Julieta, no se atrevía a imaginar lo que habría pasado.Julieta giró la cabeza para mirarle. Su expresión era tranquila.—Señor, mientras usted viva tendrá una oportunidad. Si muere, ¿quién cuidará de su hermana? Y cuando su hermana se despierte más tarde pero no pueda verle, ¿cree que volverá a ser feliz?Las pupilas del hombre se contrajeron y preguntó con voz temblorosa:—¿Cómo se llama, señorita?—Julieta Rosales.—Señorita Rosales, gracias, se lo pagar
Omar acababa de regresar al país y no sabía mucho de lo ocurrido en los últimos días, pero podía detectar el desánimo en el tono y los ojos de Julieta.—Cuñada, en realidad, Leandro se preocupa por ti.Al oír esto, Julieta soltó una carcajada amarga.—Omar, no creo que haya mucha gente que soporte su forma de mostrar preocupación.Eso si el encarcelamiento, la humillación y la traición se consideraban preocupación.—Cuñada…Antes de que Omar pudiera terminar, Julieta levantó la mano y le hizo señas para que dejara de hablar.—Sobre ese hombre de hace un momento… habla con la comisaría y déjalo ir. Jasmine no sufrió ningún daño importante, déjalo pasar.—Pero…—No tiene otra opción. —Después de decir esto, ayudó a Jasmine a cubrirse—. Ese hombre intentaba suicidarse.¿Suicidarse?Omar se quedó atónito. Luego asintió.—Vale, hablaré con la comisaría.—Gracias.Omar tuvo sentimientos encontrados al ver cómo Julieta se distanciaba de él.—Cuñada, yo también soy tu amigo, no solo de Leandro
¿Cuánto recordaba?La mayor parte de lo que recordaba de Julieta era su traición y su frialdad, y poco de lo bueno. Aun así, tenía fuertes sentimientos por ella, tanto de odio como de amor. Antes no quería admitirlo, pero desde esta experiencia, sabía que en realidad seguía queriendo a Julieta.Solo que… no podía dejar ir su odio.De repente, Leandro se cubrió la cabeza por dolor.—Ah…Sorprendido, Renzo dejó caer los papeles que sostenía y corrió a ayudar a Leandro.—¿Señor? ¿Qué le pasa?—¡Me duele la cabeza! —La cara de Leandro estaba llena de dolor mientras apretaba los dientes—. Ve a buscar a Omar.—Usted acuéstese, yo me encargo.A Leandro le dolía la cabeza como si le fuera a estallar, como si algo tirara de sus nervios para impedirle recordar. El dolor le hizo caerse de la cama, las heridas de su cuerpo se abrieron por el forcejeo y la sangre manchó su ropa.Cuando Omar llegó, estaba cubierto de polvo.—¡Leandro! —Omar estaba sorprendido—. Ayúdame a levantarlo, rápido, primero