¿Acuerdo de divorcio?Julieta se quedó helada durante unos segundos antes de poder reaccionar. Se dio cuenta de que Dalila ya le había mostrado el acuerdo de divorcio a Leandro.—Si conoces sobre el acuerdo de divorcio, entonces Dalila ya debería haberte dado una explicación clara, ¿no?Leandro frunció el ceño. La miró con una expresión de desagrado, y preguntó:—¿Qué tiene que ver eso con Dalila? ¿Acaso no me lo enviaste por correo?—Leandro, te enorgulleces de ser tan inteligente. ¿Cómo es que una mujer como Dalila puede engañarte todo el tiempo?La mirada de fastidio de Leandro le pareció divertida, así que agregó:—Escucha, el acuerdo de divorcio me lo impuso Dalila, y al igual que esa confesión grabada en video, fueron moneda de cambio.—¿Qué trato hicieron exactamente?—El cuerpo de don Camilo.Ella no sabía si Leandro se lo creía o no, pero sintió que su mirada denotaba confusión. Había una pizca de duda además del enfado de siempre.Aprovechando que estaba distraído, Julieta lo
—¡Tú!Dalila miró siniestramente a Julieta. Apretó los puños y la maldijo:—¡Julieta, fuiste tú! ¡Fuiste tú quien me engañó! ¡Me tendiste una trampa! ¡Lo hiciste a sabiendas!—¿Yo? —Julieta se señaló a sí misma y respondió con rabia—: Dalila, ¿tienes el descaro de decir que yo te tendí una trampa? Fuiste tú la que provocó el desmoronamiento de mi familia y la ruptura de mi matrimonio. ¿Qué daño te he hecho yo? ¡Yo no hice nada de eso! ¿En qué forma podría perjudicarte?Dalila lloró y de pronto se lanzó a los brazos de Leandro y le dijo:—Leandro, no dejes que sus juegos te engañen, yo nunca le he hecho nada.Tras decirlo, pareció temer que Leandro la apartara y añadió:—Leandro, no olvides que ella mató a nuestro hijo.—¿Hijo? —se burló Julieta—. Mira, un informe de laboratorio falso no significa que tengas un hijo. Dalila, ¿ya perdiste la cabeza por completo?En el pasado, siempre que Leandro estaba cerca, Julieta soportaba a Dalila. Toleraba sus burlas y el acoso, pero hoy ya no. Hoy
Julieta estaba tan enfadada que le temblaba todo el cuerpo. Esa mujer, Dalila, era tan buena mintiendo que ni siquiera se inmutaba.—¡Tú! ¿Cómo es que tienes el descaro de decir semejantes palabras?Como Julieta se emocionó bastante, volvió a toser, se tapó la boca con la mano y se obligó a tragar la sangre que surgía desde la garganta.Luego, levantó la cabeza y miró a Dalila con los ojos ya enrojecidos. Apretó los dientes y maldijo:—¡Dalila, eres un demonio! ¡Una zorra desagradecida!—¡Julieta, no te pases! De alguna forma lograste acusarme de la muerte de don Camilo y editaste aquel video. ¿Y además me acusas de esparcir sus cenizas?Dalila se limpió la nariz, se mordió el labio y continuó:—Me costó mucho encontrar los restos de don Camilo. Temía que te afectara demasiado, por eso quise someter el cuerpo a cremación antes de dártelo. Pero ¿qué hiciste? ¡Has plantado falsas pruebas contra mí!Tras escuchar esas palabras, los labios de Julieta temblaron mientras ladeaba la cabeza en
—¿Qué? ¡No me toques! ¡Yo no he matado a nadie!Dalila entró en pánico. Escondiéndose detrás de Leandro, gritó:—Leandro, por favor, ayúdame. Me han tendido una trampa.—Señorita Ortega, por favor coopere con nosotros, somos la policía.—¡No! No tienen derecho a arrestarme. ¿Dónde están las pruebas? No pueden acusarme de algo que no hice.Presionada por el pánico, Dalila agarró con fuerza la manga de Leandro, negándose a soltarlo.Los policías miraron a Leandro con cierta preocupación y uno de ellos le dijo:—Señor Cisneros, por favor, no lo complique más de lo necesario.La cara de Leandro era sombría y aterradora. Al segundo siguiente, empujó a Dalila por la espalda y la entregó a las manos de la policía, diciendo:—Dalila, si eres inocente, la policía limpiará tu nombre.Estas palabras no dejaron otra opción a Dalila. Ella era consciente de todo lo que había hecho, y que una vez entrara en la comisaría, probablemente no saldría nunca más.—Leandro, de verdad que no he hecho nada. —D
De repente, alguien tocó la puerta.Julieta pensó que era Leandro que volvía otra vez, así que gritó furiosa:—¡Vete de aquí! No quiero verte nunca más.—Julieta, soy yo, Jazmine.—¿Jazmine?Julieta se quedó quieta por un segundo. Se secó las lágrimas e hizo todo lo posible por controlarse. Sin embargo, en cuanto abrió la puerta y vio a Jasmine, no pudo contenerse más. La abrazó y lloró histéricamente.Se sentía impotente; se odiaba a sí misma y se culpaba de todo. Todos esos sentimientos encontrados hicieron que sus lágrimas cayeran sin control.Después de mucho tiempo, finalmente se cansó de llorar. Sólo ahí fue que soltó a Jasmine y se fue directa al baño sin decir nada.Tomó sus pastillas, se duchó, se cambió de ropa y solo entonces volvió a salir del baño.En ese momento notó que los ojos de Jasmine estaban llenos de preocupación; sonrió levemente y dijo:—Jazmín, estoy bien.Aunque afirmaba que estaba bien, aun así, sus ojos estaban hinchados de tanto llorar.Jasmine preparó una
Después de esas palabras, al otro lado del teléfono reinó el silencio, lo que puso un poco nerviosa a Julieta.—Ismael, la última vez, en el hospital, dijiste que tú y yo éramos amigos a muerte.Julieta frunció los labios y dijo con la máxima seriedad:—Bueno, a mí me importan mucho mis amigos. Si tengo que perder tu vida para obtener mi justa venganza, entonces prefiero no hacerlo. ¿Lo comprendes?Al fin y al cabo, esta era su guerra contra Dalila. Si tenía que ser una vida por una vida, entonces también debería ser su vida, no la de Ismael.Durante este tiempo, las únicas personas que la habían acompañado sinceramente eran Ismael y Jasmine, así que no podía permitirse perder a ninguno de los dos. De repente, una risa ligera y alegre sonó desde el otro lado del teléfono.Era la primera vez que decía algo de esta magnitud, y que Ismael se riera de ella, la molestó un poco. Julieta dijo:—Ismael ¿De qué te ríes? ¿Te estás arrepintiendo de ser mi amigo?—Julieta —la llamó con una ligera
Al entrar en ese lugar familiar, Julieta se sintió ligeramente nerviosa. ¿Cuántas veces había estado allí? Sin embargo, esta vez había algo diferente; estaba ahí como una persona libre, no como una prisionera. Se acercó a los barrotes de hierro y notó que Dalila había perdido el color en tan solo un día. Vestía la misma ropa de diseñador que tenía cuando se la llevaron, pero estaba desgastada. Estaba despeinada y su maquillaje se había corrido, como si hubiera sido interrogada por la policía sin descanso y no pudiera soportarlo más."¡No es suficiente, no es suficiente! La muerte de mamá, el sufrimiento de don Camilo y la vida de mi hermano. El sufrimiento de Dalila no fue nada comparado con los males que cometió contra mí”, gritó Julieta en su mente.—Dalila, parece que estás recibiendo tu merecido —dijo Julieta.Al oír la voz de Julieta, Dalila se giró y la miró. Gritó: —¡Julieta! ¡Te voy a matar!—¡Sigues sin arrepentirte! Dalila, contigo no hay remedio.—Ah, ¿ahora yo no tengo r
Pero allí estaba.Estaba allí, como de costumbre, imperturbable, ataviado en un traje negro. Su mirada hacia Julieta era fría y lejana.A pesar de que ella no deseaba encontrarse con él en ese momento, era el funeral de don Camilo después de todo y no quería armar algún escándalo, así que optó por apartarse.Leandro colocó las flores frente a la lápida, la observó con recelo y soltó con indiferencia:—Cuando todo termine, necesito hablar contigo.Al escuchar eso, Julieta se sintió inquieta por alguna razón.Pensó: "¿Viene a mediar por Dalila?"—No tengo tiempo —le respondió.Ante su rechazo, Leandro no insistió, ni prolongó su estancia más de lo debido. Sólo se dio media vuelta y se alejó, como si fuera un comentario casual.Al ver que no iniciaba una confrontación, Julieta respiró aliviada. Sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarlo, pero por ahora podía consolarse con la idea de que tal vez, en cierta forma, él todavía guardaba sentimientos por ella y no la forzaría.Otras p