Capítulo238
Pero allí estaba.

Estaba allí, como de costumbre, imperturbable, ataviado en un traje negro. Su mirada hacia Julieta era fría y lejana.

A pesar de que ella no deseaba encontrarse con él en ese momento, era el funeral de don Camilo después de todo y no quería armar algún escándalo, así que optó por apartarse.

Leandro colocó las flores frente a la lápida, la observó con recelo y soltó con indiferencia:

—Cuando todo termine, necesito hablar contigo.

Al escuchar eso, Julieta se sintió inquieta por alguna razón.

Pensó: "¿Viene a mediar por Dalila?"

—No tengo tiempo —le respondió.

Ante su rechazo, Leandro no insistió, ni prolongó su estancia más de lo debido. Sólo se dio media vuelta y se alejó, como si fuera un comentario casual.

Al ver que no iniciaba una confrontación, Julieta respiró aliviada.

Sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarlo, pero por ahora podía consolarse con la idea de que tal vez, en cierta forma, él todavía guardaba sentimientos por ella y no la forzaría.

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