Capítulo237
Al entrar en ese lugar familiar, Julieta se sintió ligeramente nerviosa. ¿Cuántas veces había estado allí? Sin embargo, esta vez había algo diferente; estaba ahí como una persona libre, no como una prisionera.

Se acercó a los barrotes de hierro y notó que Dalila había perdido el color en tan solo un día.

Vestía la misma ropa de diseñador que tenía cuando se la llevaron, pero estaba desgastada. Estaba despeinada y su maquillaje se había corrido, como si hubiera sido interrogada por la policía sin descanso y no pudiera soportarlo más.

"¡No es suficiente, no es suficiente! La muerte de mamá, el sufrimiento de don Camilo y la vida de mi hermano. El sufrimiento de Dalila no fue nada comparado con los males que cometió contra mí”, gritó Julieta en su mente.

—Dalila, parece que estás recibiendo tu merecido —dijo Julieta.

Al oír la voz de Julieta, Dalila se giró y la miró. Gritó:

—¡Julieta! ¡Te voy a matar!

—¡Sigues sin arrepentirte! Dalila, contigo no hay remedio.

—Ah, ¿ahora yo no tengo r
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