Pero allí estaba.Estaba allí, como de costumbre, imperturbable, ataviado en un traje negro. Su mirada hacia Julieta era fría y lejana.A pesar de que ella no deseaba encontrarse con él en ese momento, era el funeral de don Camilo después de todo y no quería armar algún escándalo, así que optó por apartarse.Leandro colocó las flores frente a la lápida, la observó con recelo y soltó con indiferencia:—Cuando todo termine, necesito hablar contigo.Al escuchar eso, Julieta se sintió inquieta por alguna razón.Pensó: "¿Viene a mediar por Dalila?"—No tengo tiempo —le respondió.Ante su rechazo, Leandro no insistió, ni prolongó su estancia más de lo debido. Sólo se dio media vuelta y se alejó, como si fuera un comentario casual.Al ver que no iniciaba una confrontación, Julieta respiró aliviada. Sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarlo, pero por ahora podía consolarse con la idea de que tal vez, en cierta forma, él todavía guardaba sentimientos por ella y no la forzaría.Otras p
—Leandro, ya que estás aquí, vigila a tu mujer. Si saliera a la luz otro escándalo como el de hace dos años, no creo que fuera bueno para tu reputación —comentó la señora Jiménez.Aunque la familia Jiménez temía a Leandro, la señorita Jiménez no retrocedió por el bien de su hija.—¿Es así? Le comento que hace dos años incriminaron a mi mujer. Queda claro que la señora Jiménez no lo sabía —respondió Leandro, burlándose.Luego añadió:—Además, Ismael es mi amigo. ¿No es de esperarse acaso que sea amable con mi mujer?Julieta le escuchó atónita. Observó a Leandro con sorpresa y se preguntó: “¿Está actuando acorde a la situación o realmente creía lo que decía?".En ese instante, Julieta tuvo que admitir que su corazón latía tan rápido que casi no podía contener la sonrisa en su rostro. Habían pasado dos años y esta era la primera vez que él decía algo sobre confiar en ella.Sería hermoso si algo de eso fuera cierto.—Mamá, Leandro tiene razón. Ismael y Leandro son amigos desde la infancia
¿Devolver un favor?Aunque nunca lo había considerado, sabía que Jasmine la trataba tan bien que incluso podría luchar por ella.Jasmine se dio la vuelta y coincidentemente miró hacia ella. Julieta le sonrió levemente y la saludó, con lágrimas en los ojos.—Ismael, esa es la razón por la que la mando lejos. Quiero que viva —dijo Julieta.Permanecer en la Ciudad Marina, ya fuera por Leandro, Dalila o la familia Jiménez, era una sentencia segura.Jasmine cuidaba demasiado de Julieta y salía en su defensa. Temía que saliera lastimada por su culpa. Si ese día llegara, nunca se perdonaría por el resto de su vida.Después de recibir una respuesta afirmativa, Ismael no insistió más y dijo: —Listo, ya sé qué hacer....Después del funeral, Julieta reflexionó frente a la tumba y Jasmine se acercó a decirle:—Julieta, no estás en buenas condiciones y estás embarazada; debes estar cansada después de este largo día. Regresemos a casa y visitaremos la tumba de don Camilo en otro momento.—¿Eh? Sí
—Señor Cisneros. —Natalia se acercó a Leandro, interrumpiendo a Julieta—. ¿De verdad vas a dejar a Dalila? Fui a visitarla, ha perdido mucho peso.Leandro ignoró a Natalia y le preguntó a Julieta con voz fría: —¿Qué te falta?¿Qué le faltaba?La aparición de Natalia hizo que Julieta volviera en sí, y de repente, después de escuchar la pregunta de Leandro, pensó que todo era sumamente ridículo.Justo ahora, intentaba decirle a Leandro que a ella también le faltaba un riñón, en el mismo sitio en el que le faltaba a Dalila. Pero él ni siquiera creía que ella tuviera cáncer de pulmón, ¿cómo iba a creer esto?Julieta frunció los labios mientras soltaba una suave risita:.—Me falta cerebro, me falta conciencia, me falta bondad.Me falta un riñón y me faltas tú…Ante sus palabras, Leandro frunció el ceño. Sus ojos fríos la miraban fijamente.—Julieta, ¿qué clase de trucos estás usando esta vez? Deberías saber…Antes de que pudiera terminar, Julieta se echó a reír.—Sé que si quieres salvar a
El rostro de Leandro era sombrío mientras se dirigía a la puerta, pero Natalia tiró de él con un rápido movimiento.—Señor Cisneros, ¿vamos a salvar a Dalila ahora?—¡Suéltame! —contestó Leandro con frialdad sin girarse.Pero Natalia no lo soltó. Lo alcanzó y se paró frente a él: —Le gustas mucho a Dalila, ¿no deberías estar preocupado por ella?El rostro de Leandro era muy sombrío. Levantó la mano y sacudió a Natalia. Sus ojos negros desbordaban intención asesina.—¡No tienes ningún derecho de meterte en mis asuntos! —Dio unos pasos hacia delante, torció la cabeza y se mofó—: ¡Y la próxima vez cuida de tus manos y tu boca, o de lo contrario te la cortaré!Al oír sus palabras, Natalia no pudo evitar un escalofrío. Estaba segura en ese momento de que Leandro era tal como se rumoreaba, un hombre despiadado y cruel. Admiraba un poco a Dalila y a Julieta. Si ellas pudieron permanecer tanto tiempo junto a hombres como Leandro, entonces de verdad eran muy valientes.Lo que ella no sabía era
¿Qué era ese olor? Olía tan mal que a Julieta le dieron ganas de vomitar. Frunció el ceño y trató de forcejear para moverse, pero su cuerpo no reaccionaba en absoluto, como si no fuera su cuerpo.¿Qué estaba pasando con ella? ¿Había sido secuestrada? ¿Quién le había hecho esto?De repente, fue golpeada fuertemente en la cabeza y el dolor le hizo perder el conocimiento.…Respiraba muy fuerte, tan fuerte…De repente, Julieta abrió los ojos. Descubrió que la rodeaba la oscuridad. Un sudor frío brotó instantáneamente de su frente. ¿Acaso estaba encerrada en un pequeño cuarto oscuro?Rápidamente se dio cuenta de que algo andaba mal. Sus manos y sus pies tocaban los bordes, lo que indicaba que el espacio era sumamente pequeño, no se trataba de una habitación normal.Con el fin de conocer el tamaño del espacio, hizo todo lo posible para suprimir el temblor de su cuerpo y extendió la mano para tocar el techo, pero… Antes de que su mano pudiera enderezarse, notó tablas de madera.Se sintió sor
Ese día diluvió y toda la tierra quedó mojada. La lluvia no tardó en arrastrar el barro y la arena para fluir por la pendiente.De repente, un Maybach negro se acercó a gran velocidad. Cuando el coche dobló la esquina, el agua fangosa amarilla salió volando. El coche se detuvo después de bajar por la pendiente.Un hombre salió apresuradamente del asiento del conductor. No le importó que siguiera lloviendo. Miró a su alrededor, parecía nervioso.Esta era una parcela abandonada y, hasta donde alcanzaba la vista, todo era tierra amarilla, ahora mezclada con la lluvia. No quedaba ni un solo rastro.En ese momento, un hombre bajó también del lado del copiloto, sosteniendo un paraguas mientras trotaba hacia el hombre.—Señor, es una zona muy grande, enviaré a alguien más.El rostro de Leandro era frío y horrible. Levantó la mano y le quitó el paraguas a Renzo de un golpe. Sus ojos estaban llenos de intenciones asesinas.—¡No hay tiempo, cava ahora!Renzo estaba apurado, pero ahora también es
¿Quién la llamaba? La voz era familiar, sonaba como Leandro. ¿Pero cómo podría llamarla Leandro? Seguramente solo quería que se muriera.La mente de Julieta estaba en blanco y lo único que sentía era un caos de voces que llenaban su entorno y que la obligaron a despertarse de su sueño.De todos modos, aunque se había despertado, no podía abrir los ojos. ¿Sería que había muerto y ahora era un espíritu?Leandro, si muero, ¿llorarás por mí?…De repente alguien gritó:—¡Está aquí! ¡La he encontrado!Todos corrieron hacia allí en un instante.Leandro se precipitó hacia delante y cayó al suelo. Su cara estaba pálida y sin sangre, sus manos estaban cubiertas de sangre, pero no tardaron en hundirse en la tierra para escarbar. Solo se detuvo cuando vio el ataúd. Entonces agarró la pala del hombre que estaba a su lado y con movimientos rápidos removió el barro del ataúd.Aun así no pudo abrirlo porque el barro y el agua seguían fluyendo, sellando la tapa.—Caven hacia un lado.La multitud reacc