Capítulo 2

Diez años antes.

Miro con incredulidad lo que tengo en mis manos.

—No es posible—susurro. Siento una mezcla de felicidad y miedo. Estoy en el baño la secundaria mirando con los ojos abiertos la prueba de embarazo.

Positivo.

Miro mi reflejo en el espejo y niego. Miro mis ojos color avellana están ojerosos. Mi cabello castaño está sujeto en una trenza.

Tengo un aspecto pálido

Respiro para tranquilizarme un poco.

Guardo la prueba en mi bolso. Salgo de ahí y avanzo por los pasillos tratando de pasar desapercibida. Cuando llegó a mi clase de matemáticas en mi último año de preparatoria. Entro y tomo mi lugar de siempre.

—¡Venga Tristán! Raquel irá a la fiesta—escucho como dos de mis compañeros entran.

—Sabes que debo estudiar. Si repruebo, papá me quitará el coche—Responde Tristán pasando junto a mí, sin darme una mirada.

—Te tengo la solución—dice Greg, su mejor amigo— Hola, Emma—canturrea inclinándose frente a mi mesa.

Levanto los ojos y lo miro con el ceño fruncido. Para él, normalmente no existo. Así que, no sé de qué va esto.

—¿Qué quieres Greg? —Inquiero sin cambiar mi gesto.

Greg es un chico alto, con cuerpo atlético. Juega en el equipo de Futbol americano junto a Tristán. Sin embargo, es un patán.

—Dime. ¿Cuánto me costaría que le ayudarás con su examen a Tristán? —se ríe—¡Venga! Te pagaremos lo que sea. Dinero nos sobra y quizás así puedas reemplazar esa mochila espantosa.

—Déjala en paz—gruñe Tristán de espaldas a mí.

Procuro no mirarle.

—No necesito tu dinero. Ni el de nadie—digo mirando al frente y veo como más compañeros de clases entran para tomar sus puestos.

—Ya, Tristán—bufa mirando detrás de mí—Necesitas pasar el examen—me mira de nuevo—Tristán tiene planes para Raquel—se mofa.

Apretó las manos y mantengo mis emociones a raya.

—¡Eso no es verdad! —exclama Tristán—Deja de decir pendejadas.

—Buenos días—la voz de La profesora Durand pone a todo en movimiento.

Aprovecho el pequeño caos para mirar a Tristán y lo encuentro viéndome. Me hace un ligero movimiento de cabeza.

—Bien. Espero que hicieran los ejercicios que deje la clase anterior—Mis compañeros gimen y resoplan.

—Emma—me mira la profesora—Pasa a resolver el primero.

—¡Venga cerebrito! Has lo tuyo—se burla Greg haciendo reír al resto de la clase.

—Silencio—lo amonesta la profesora, mientras me pongo en pie y camino hasta el frente.

Sin embargo, hago todo metódicamente porque mi cabeza esta la prueba que tengo en mi bolso.

⭐⭐⭐⭐

Camino a paso lento cuando salgo de secundaria y tomo el mismo camino de siempre. Summerlin South, es un suburbio en nevada. Solo estamos a veinticinco minutos de la ciudad de Las Vegas.

Es un pueblo muy tranquilo.

Cuando doblo una de las esquinas, un coche se detiene y por más que intento ignorarlo, el mismo no sigue su camino. En cambio, bajan la ventanilla y escucho su voz.

—Vamos. Sube Emma.

Lo ignoro.

—Lo siento cariño. Greg es un idiota.

Me detengo y lo fulmino con la mirada. Tristán Harrison me mira desde su auto.

El sueño de muchas chicas de la secundaria. Su cabello rubio con tonos castaños y sus ojos azules atraen miradas. Su porte imponente y esa sonrisa que derrite a más de una lo hacen el premio mayor entre mis compañeras de clase.

Qué dirían en la escuela si se enteran de que el primogénito de los Harrison sale con una simple chica becada que no cumple con los estándares de la familia acaudalada. La familia de Tristán es dueña de una de las más grandes cadenas de hoteles ubicados en Las Vegas, Los Ángeles, Londres, Alemania y Grecia.

Sin embargo, prefieren la tranquilidad que les brinda Summerlin South. Además, que el hotel insignia está en Las vegas a pocos minutos del distrito. Desde allí dirigen su negocio.

Pero, ¿Qué harían si supieran que estoy embarazada de su hijo?

Bien, Emma. Se supones que eres la inteligente de tu clase.

Bufo antes de volver mi camino.

—Sube, Emma.

—No.

—No seas terca— gruñe. Detiene el coche y baja. Con alarma miro a todos lados, pero la calle está desierta.

—¿Qué haces? —siseo— ¡Nos pueden ver!

—Sube o te sigo caminando. ¿Tú decides?

—Eres insufrible.

—Te gusta que lo sea —me guiña.

Resoplo.

Subo al coche y él hace lo mismo antes de ir a un lugar seguro.

—Tengo que llegar temprano a la tienda—informo y él asiente mirando al frente.

Mi padre tiene una pequeña tienda de enseres en el centro.

Solo somos los dos. Mamá se fue hace ocho años decepcionada de la vida que llevaba junto a mi padre y yo. Mi vida ha sido sin sobresaltos. Papá me da la estabilidad y todo el amor que le falto a mi madre.

De manera inconsciente me llevo la mano al vientre y pienso en que tengo que contarle a Tristán.

—¿Estás bien? —inquiere el mismo, a mi lado.

—Por supuesto—le doy una sonrisa forzada.

—Hable con Greg y él ya te dejará en paz.

Resoplo.

—Es un imbécil—niego mirando por la ventanilla del coche. Tristán posa una de sus manos en mi rodilla y le da un ligero apretón.

Tristán se desvía y entra por una carretera sola que va directo a la finca de sus padres. Cerca de los límites hay una pequeña cabaña que hemos hecho nuestra. Sus padres jamás se aventuran a esta solitaria zona.

Cuando atravesamos la puerta de la misma, me veo envuelta en sus brazos.

—Algo te pasa y quiero saberlo—dice mirándome a los ojos. Levanto la mano y acaricio su rostro.

Sé que debo decirle, pero primero tengo que asimilarlo.

—No es nada—digo al fin.

Él se inclina y cubre mis labios en un beso suave que poco a poco se hace más intenso. Dejo caer mi bolso y Tristán me saca la chaqueta ligera que llevo antes de que caigamos en la pequeña cama. Sin embargo, hay otra cosa de la que necesitamos hablar y de eso dependerá cuan bienvenida será la noticia de mi embarazo.

—Tristán—murmuro cuando sus labios descienden por mi cuello y su mano tibia acaricia por mi costado —¡Tristán! —me renuevo.

—¿Qué? —me mira con una sonrisa ladeada.

—¿Hablaste con tus padres de lo nuestro? —hace una mueca antes de hacerse a un lado y sentarse en la cama.

Me siento y lo veo.

—Si—dice sin mirarme.

—¿Y? —le aupó.

—¿Cómo crees que lo han tomado? Ni siquiera me dejaron terminar de decirles, menos confesarles que eras tú la chica con la que salgo.

Miro al frente y asiento en silencio. El malestar se apodera de mis entrañas.

—Lo entiendo—susurro.

—Te amo, Emma— dice Tristán tomando mi rostro en sus manos.

—Yo también—vacilo un poco—Tengo que decirte algo—anuncio, pero el ruido de un motor nos sobresalta. Tristán se pone en pie y yo lo sigo de cerca.

—No puede ser cierto—murmura mirando por la ventana antes de que la puerta de la cabaña se abra y una figura se haga presente.

—¡Debe ser una m*****a broma, Tristán! —gruñe la mujer.

Nancy Harrison nos mira enfadada.

—Mamá—Tristán da un paso al frente, pero ella pasa a su lado y se cierne sobre mí.

—¿De verdad creíste que te dejaría poner tus zarpas sobre mi hijo? Primero muerta, antes de verlo con una marginal como tú.

—¡Mamá! —Tristán gruñe furioso.

—¡Cállate y vete a la casa!

—No.

Ella da la vuelta y lo abofetea con el torso de su mano.

—Has lo que te digo—sisea.

Se lleva una mano al rostro mientras me tiende la otra.

—Vámonos Emma.

—¡Claro que no! —exclama Nancy—Yo la llevaré hasta su padre y él sabrá lo que su hija hace cuando sale de clases.

Otra figura hace acto de presencia en la pequeña cabaña y veo como el guardaespaldas personal de Nancy entra.

Black.

Miro a Tristán antes de asentir lentamente.

—No te preocupes por mí.

—Ve con Black, Tristán. No lo pienso repetir.

Ambos no miramos y con resignación él sale de la cabaña.

—Tú y yo, también nos vamos de aquí.

Nancy Harrison es una mujer hermosa, con un cabello rubio que está en un recogido sofisticado. Lleva un conjunto de falda y chaqueta a la medida. Tristán comparte sus mismos ojos. Sin embargo, mientras los de su hijo son alegres, los de ella son fríos y calculadoras.

—Señora. Yo amo a su hijo.

—No seas ridícula. Lo de ustedes es solo calentura—me barre—Eres una de esas jovencitas fáciles que sirven para matar las ganas, pero estás equivocada si crees que voy a dejar que atrapes a mi hijo.

Los ojos claros de la mujer brillan con odio.

Cuando me hace un gesto después de que uno de los autos se va del lugar, salimos para encontrar la camioneta de Nancy.

—Sube.

El camino es en un tenso silencio. La mujer está por batir el récord de velocidad cuando estaciona frente a la tienda de mi padre, la cual este medio llena. Baja, y yo hago lo mismo.

—Jorge Moore—habla Nancy mientras me sigue dentro de la tienda.

—Señora Harrison—saluda papá mirando de ella a mí.

Pienso que gritara, pero se acerca a mi padre antes de hablar con desprecio

—Encontré a tu hija de ofrecida con mi hijo—sisea—Mantén la correa más corta.

La mirada de mi padre se encuentra con la mía y mis ojos se llenan de lágrimas al ver la conmoción y decepción en sus ojos.

—Luego no digas, que no te lo advertí— murmura a mi padre antes de salir de la tienda bajo la mirada curiosa de los clientes.

—Vete a la casa.

—Papá—susurro.

—Vete a la casa. Esta noche hablaremos.

Asiento mientras me limpio las lágrimas que salen sin poder evitarlo.

Salgo de la tienda y me voy a la parte de atrás de la tienda donde subo las escaleras de incendio, hasta el piso que compartimos sobre la tienda mi padre y yo.

—¡Emma! —me detengo en la puerta y miro a Loreta, mi vecina que es tres años mayor que yo y trabaja en un bar de las vegas.

—¿Qué tal? —saludo con mi mejor sonrisa.

—Ya sabes. Mucho trabajo—da un suspiro—Pero no me quejo. Me va superbién—asiento.

Loreta es morena, de ojos negros y siempre viste faldas de mezclilla, tops y botas de caña. Además de ir peinada de manera sexi con trenzas y un maquillaje impecable.

—Bueno. Te dejo—dice antes de seguir su camino.

Entro en casa y después de dar mil vueltas le envió un texto a Tristán.

Emma:

<<¿Estás bien?>>

Tristán:

<<Sí. ¿Tú? ¿Qué te hizo mi madre?>>

Suspiro antes de contestar.

Emma:

<<Tu madre le dijo a mi papá que estábamos juntos. Tengo miedo de lo que pueda pasar.>>

Tristán:

<<Es mejor dejarlo Emma. No quiero problemas con mis padres.>>

Leo el mensaje una y otra vez porque creo estar soñando.

Emma:

<<Es una broma, ¿Cierto?>>

Escribo rápidamente sintiendo que me falta el aire.

Tristán:

<<Claro que no. No eres buena para mí. ¿De verdad pensaste que estaría con alguien como tú?>>

Emma:

<<Tristán. No puedes dejarme así, sin más. Esta mañana me hice una prueba de embarazo y salió positiva. Estoy embarazada.>>

Miro el mensaje y le doy enviar sintiendo que es lo correcto. Sin embargo, me quedo esperando una respuesta que nunca llega.

Acostada en mi habitación en medio de la oscuridad me limpio las lágrimas que ruedan. Miro mi móvil por enésima vez y no hay señal de Tristán. Así que, esto es tener el corazón roto. ¿Ahora que voy a hacer? Cuando mi papá lo sepa se va a poner furioso e ira a reclamarles a los Harrison.

Me remuevo y miro el techo cuando un olor extraño inmundo mis fosas nasales. Me siento en la cama y me doy cuenta de que es humo.

De un salto me pongo en pie, salgo de la habitación descalza y es cuando veo el humo que llena el pequeño salón. El mismo viene por la ventilación.

¡La tienda!

—¡Papá! —Digo saliendo disparada por la puerta y bajando las escaleras. Cuando llegó a la calle principal veo con horror como las personas corren de un lado al otro mientras la tienda se incendia.

Corro a la misma con la intención de entrar. Pero alguien me detiene.

—¡No puedes ir ahí!

—¡Mi papá estaba trabajando! —anuncio, alterada. La cara de pena del hombre me dice lo que no quiero saber.

Forcejeo con el hombre, pero él no me suelta.

—¡Papá! —Grito— ¡Mi papá está dentro! —grito, histérica.

Las personas poco a poco me rodean y otro buscan apagar el incendio, pero es inútil. En menos de una hora el incendio consume la tienda y la parte de arriba.

Mi casa.

Me dejó caer en el pavimento mientras me entrego al dolor. El grito de un animal herido se filtra por mis oídos en medio del bullicio.

—Emma —unos brazos me rodean.

Loreta.

La miro y entre el llanto que me ahoga hablo.

—Mi papá Loreta. Mi Papi estaba dentro.

Ella asiente en silencio y veo sus lágrimas.

—Lo siento—susurra.

Cuando los bomberos llegan, ya es muy tarde.

—¿Alguien estaba dentro? —escucho que preguntan.

—El dueño de la tienda— responde Loreta—Jorge Moore.

Miro al frente viendo como las llamas se llevan al hombre que me enseñó todo lo que se. El dolor desgarrador me llena antes de que la oscuridad me reclamé.

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